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Foto del escritorIsrael Lira

Literatura y Filosofía



Filosofía (autoconocimiento de la razón) y Literatura (arte de la expresión verbal a través del uso de letras y grafías), bajo una mera aproximación nocional, se nos presentan como dos ramas del conocimiento humano disímiles, hasta en cierta medida contradictorias. Como manifestación de una vieja riña entre logos y mythos que subsiste de forma menguada hasta nuestros días. Sin embargo, y como veremos a lo largo de la presente, se sostendrá que dicha línea demarcatoria es ficta o que al menos la relación de estos dos campos del saber, cuentan con zonas en donde el grado de vinculación es tal que la línea divisoria se transforma en borrosa, empañada, por no decir indistinguible, que torna en indiferenciable la literatura de la filosofía, o lo que es lo mismo, cuando un texto literario se torna en filosófico por su compleja sistematización de conocimientos, o cuando un texto filosófico goza de sublime estética literaria.


Es verdad, y no negamos que la relación entre filosofía y literatura, a lo largo de la historia, acarrea muchas anécdotas de amor-odio, a la manera de Juan Preciado buscando a su padre en Cómala, en la obra de Juan Rulfo, «Pedro Paramo», o de Winston Smith profesando su «adherencia» a la figura del Gran Hermano en «1984» de George Orwell.


Filosofía y literatura parecen haber estado tanto en mutua comunión (Aranguren, 1994) como en constante enfrentamiento (Borges, 1992), y siguiendo a Castro Santiago se tiene que, efectivamente, «entre filosofía y literatura siempre ha habido una relación abierta pero enigmática, y sus vínculos han estado determinados durante muchos siglos por la discusión y la exclusión recíprocas» (2004:491). Pero a su vez, también se tiene que cuando la literatura profundiza sobre sí misma, se topa en la mayor parte de veces con problemas de carácter filosófico, así como la filosofía, tal cual como la conocemos hoy en día en la contemporaneidad, no se comprende en su integridad sin el reconocimiento de su eminente naturaleza literaria.


Esto último ha sido tema de gran debate entre filósofos y literatos. Hay de aquellos literatos como Borges, que consideraban a la filosofía como una rama de la literatura fantástica (1992:436), y filósofos como Deleuze que, bajo otra óptica, sostenían que una obra de filosofía es como una novela de ciencia ficción (1968:3-4). Mientras que otro grupo de filósofos y literatos veían la gran utilidad de la filosofía en la crítica literaria como Eugenio D’Ors (1955) o el mismo Aranguren (1996), sentenciando que «el prudente uso de la filosofía limpia, por tanto, los ojos y permite ver mejor. Ver mejor y también ver más, porque proporciona ángulos nuevos de visión y posibilita el planteamiento de problemas inéditos (1996:83).


A la certeza de este enfrentamiento abierto entre filosofía y literatura, se aúna el hecho que, sin perjuicio de lo mencionado, «todo acontecimiento literario ha sido precedido, acompañado o seguido por una teoría filosófica. Y toda idea filosófica o se ha alimentado de intuiciones poéticas o ha dado lugar a revoluciones literarias. Pero no siempre se ha tenido conciencia de la íntima relación que existe entre la filosofía y la literatura» (Castro Santiago, 2004:492).


El mismo Borges, bajo su propio estilo (ya que es sabida su actitud escéptica ante todo conocimiento de carácter sistematizado), nos da algunos pincelazos sobre la relación entre filosofía y literatura, en tanto que mucho se le adjudicaba en su tiempo la gran profundidad filosófica de varios de sus trabajos. Borges se encargaría de precisar que, él no tenía ninguna teoría del mundo, sino que la aludida naturaleza filosófica que se le atribuía a sus obras no era producto de un enfoque que va de una aproximación literaria a la filosofía, sino precisamente a la inversa, es el uso de la filosofía simplemente con fines lúdicos. La filosofía, muchas veces, es fuente de inspiración para el escritor. Como una de nuestras primeras conclusiones.


Otro aspecto que cabe señalar es que la praxis del filósofo se transforma en poiesis a través de la escritura, que queremos decir con esto, en que la filosofía solo es conocida, o solo encarna real significación cuando es escrita. La filosofía, de estricto carácter logocrática, en postura del ya mencionado Castro Santiago (2004) o de Trías (2002), se realiza, se encarna, se visibiliza, mediante y por la escritura.


Sócrates hubiera quedado como mera anécdota mitológica de no ser por los diálogos platónicos, y es que el hecho que comparten en común, tanto la literatura como la filosofía, es que hay un vínculo inexorable con la escritura como transmisión de ideas, imaginaciones y conocimientos, y en esta línea se sitúa nuestra segunda y última conclusión. En afirmar que la filosofía es un tipo de literatura de conocimiento. «Literatura en la medida en que tiene que ver con la gestación de textos y de escrituras» (Trías, 2002, pp. 41-42), y ¿qué no es sino conocimiento todo acto de creación? O como diría Valente (1994) respecto de la Poesía: «El instrumento a través del cual el conocimiento de un determinado material de experiencia se produce en el proceso de la creación es el poema mismo. El acto de su expresión en el proceso de creación es el acto de su conocimiento. El conocimiento se produce en el mismo acto de creación».


Referencias bibliográficas


ARANGUREN, J.L.L. (1994). «La Filosofia de Eugenio D’Ors». En: Obras Completas editadas por Feliciano Blázquez, Madrid, Trotta, Vol.1.

ARANGUREN, J.L.L. (1996). «Filosofía y crítica de la poesía». En Crítica y Meditación.

BORGES, Jorge Luis. (1992). «Tlön, Uqbar, OrbisTertius», ed. cit. Ver también Jorge Luis Borges y Osvaldo Ferrari, Diálogos, Barcelona, Seix Barral.

DELEUZE, Gilles. (1968). «Différence et répétition», París, PUF.

CASTRO SANTIAGO, Manuela. (2004). «La filosofía y la literatura como formas de conocimiento». En: Diálogo Filosófico 60 (2004) 491-500.

TRÍAS, E. (2002). «La filosofía y su poética». Archipiélago, 50.

VALENTE, J.A. (1994). «Las palabras de la Tribu». Barcelona: Tusquets.


Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 83 del 10.12.2018». Diario La Verdad.

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