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Foto del escritorIsrael Lira

Lo trascendente contra el transhumanismo



Ponencia preparada para el Foro de Chisinau (Moldavia) «UN Agenda 21 and The Great Reset: The fall from liberalism to technocracy and transhumanism» , celebrado del 09 al 10 de septiembre de 2023.


I. Aproximación general a la categoría de lo trascendente como idea común en la lucha de los pueblos por identidad y valores eternos


Eurasia y América del Sur pueden estar separados por muchas cosas, en lo que respecta a sus condiciones continentales, en ello, unas naciones desarrolladas frente a unas naciones en vías de desarrollo, por lo que es claro que las problemáticas que afrontan sus sociedades son distintas y la manera de encararlas también lo será. Sin embargo, no menos cierto es que las estructuras posliberales de poder (ya sea en ideas o en políticas) tarde o temprano tocan la puerta de las naciones menos desarrolladas, y es así como políticas de contrabando (importadas de fuera) se insertan en las agendas de las políticas suramericanas, como pueden ser algunas como el aborto irrestricto, el feminismo radical, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la adopción homoparental, la eutanasia y el transhumanismo. Y precisamente la política del Gran Reseteo del Foro Económico Mundial presentado en Davos en mayo de 2020, también se encuentra en estas políticas de contrabando que ciertamente orientarán las mentes de los políticos suramericanos que se muestren más funcionales a la agenda posliberal en el tiempo por venir. Y es en este punto en donde a pesar de las diferencias continentales, los pueblos de Eurasia y América del Sur comienzan a tener un enemigo en común (que en realidad siempre ha sido el mismo), que no es otro que la arquitectura de poder liberal (ahora posliberal) sostenida por las oligarquías anglosajonas y europeas y que inspiran a las oligarquías suramericanas, en base a una idea que es vendida como nueva pero que es muy vieja: la idea del progreso indefinido.


Si el enemigo común es claro (tanto la idea como los operadores y ejecutores de la misma), también lo es la idea común antagónica y sus defensores. Sus defensores son el pueblo (para este caso, los pueblos de Eurasia y América del Sur, pero que en realidad se hace extensivo a los pueblos del mundo) y los amigos del pueblo (en referencia a los pensadores y académicos cuyo deber es sistematizar las ideas del pueblo), y la idea no es otra que la idea de lo trascendente. Y esto es así porque para hacer realidad el mundo que el Foro Económico Mundial perfila, resumido en la frase “No tendrás nada y serás feliz” mencionada en el Foro del 2016 por la política danesa Ida Auken, es necesario que el mundo abandone ideas trascendentales que son un obstáculo a la idea de progreso indefinido liberal que tienen estas élites.


Sobre la idea de lo trascendente, no nos detendremos en un recorrido histórico filosófico, desde las diversas ramas de la filosofía, que van desde el hermetismo, la teología hasta la que es académica, sino simplemente por el hecho de reafirmar que, haciendo una visión de conjunto que, lo trascendente, independientemente de los matices de las ramas antes mencionadas, se nos muestra como aquello que le da un propósito contemplativo al accionar humano, ya sea como la búsqueda de conocimiento o el autoconocimiento reflexivo del ser. Y esto implica, necesariamente la consideración de valores y principios que, a pesar del paso de los tiempos, el pueblo, más que las oligarquías, han convenido en que deben seguir vigentes, como pueden ser: ideas espirituales, de nacionalidad y de identidad humana. Ideas que las progresivas liberalizaciones históricas han ido minando, en la secularización, la globalización y el poshumanismo, respectivamente. Es decir, hay una batalla entre lo trascendente popular y la negativa de los pueblos de aceptar un ideal que se pretende trascendente, una trascendencia liberalizada, cuya máxima expresión es la idea de progreso indefinido.


II. La posmodernidad como epítome del ideal de progreso indefinido


Esta trascendencia liberalizada es una consecuencia del marco general posmoderno en el que nos encontramos, entendiendo a la posmodernidad como etapa de desarrollo socio-histórico caracterizado por la reificación del discurso inmediatista y consumista en todas las facetas del pensar y accionar humano, tornándose en sentido común todas las ideas que sean funcionales a ese marco. Por que el progreso indefinido que tiene su base en las ideas kantianas: No admite retorno.


Por lo antes mencionado, y como comentábamos, para que se haga realidad el mundo al que aspiran las élites y las oligarquías, es necesario liberalizar el último bastión del pensamiento trascendental popular, y ese no es otra cosa que la identidad humana, que en cierta forma ya se ha ido liberalizando con las ideologías de género sobre la identidad sexual humana, pero dado que esto solo aplica para un sector minoritario de la población mundial, el proceso de liberalización necesita por ello abarcar otro aspecto de la identidad humana, que no es otro que la identidad humana en si misma, y que sustenta el concepto de lo poshumano, base de la poshumanidad. Todos estos procesos de liberalización, no tienen otro fin que el total control sobre el reino del pensamiento, dado que el despojo de ideas implica su reemplazo por otras más funcionales a los nuevos marcos gnoseológicos que sustentarán a su vez la nueva arquitectura de poder posliberal. Y es aquí donde el transhumanismo tiene un papel fundamental en la construcción de esa arquitectura.


III. El transhumanismo como etapa superior de la posmodernidad


Y lo mencionado es así, porque el transhumanismo, definido por Max More (1990), Anders Sandberg (2001) y la World Transhumanist Association fundada por Nick Bostrom, es una ideología que aboga por la aceleración de la evolución humana a través del uso de las tecnociencias, sin embargo, en los términos propuestos, no es otra cosa que una evolución dirigida ¿Dirigida por quién? La pregunta se responde sola: por aquellos que la financian. Asimismo, no es para nadie novedad que los grandes conglomerados empresariales como Google, Microsoft, Neuralink y Meta (antes Facebook) están seriamente interesados en la investigación de tecnologías transhumanistas, y esto es así porque, de nuevo, el transhumanismo al ser parte de la narrativa ideológica de la posmodernidad, en lo económico, se configura como una etapa superior del capitalismo liberal que augurará el surgimiento de un nuevo mercado de consumo de mejoras, que por su naturaleza y características solo estaría al alcance de las élites empresariales que pueden costear las investigaciones y las oligarquías que pueden pagar las mercancías de mejora humana «human enhancement» producto de las mismas. Y así es como los poderosos se hacen más poderosos y los ricos más ricos, ensanchando aún más la brecha de desigualdades, que ahora no solo serán sociales y económicas, sino también, biológicas (en referencia al concepto de biopoder).


Por otro lado, en lo metafísico, el transhumanismo se configura como una religión secular a la manera comtiana (en referencia al pensamiento de Augusto Comte), donde la poshumanidad, hipostasiada, se torna en el gran sujeto de exaltación, el poshumano liberado de sus propias limitaciones biológicas a través de la evolución dirigida, y esto, el transhumanismo como religión secular, fue refrendado por el físico y epistemólogo argentino Mario Bunge, para quien el transhumanismo no es nada más que una seudociencia o en sus propias palabras «…un cuento, tal vez religión solapada» (Bunge,13.06.2019).


IV. Lo trascendente en Sur América contra el transhumanismo


En las naciones de América del Sur que luchan por salir de su situación de naciones en vías de desarrollo (sin perjuicio del potenciamiento de partes de Sur América que ahora forman parte del BRICS), por su plena soberanía económica, cultural y geopolítica, aún la amenaza del transhumanismo se ve como lejana, sin embargo, los pocos seguidores que el transhumanismo tiene en el continente sur americano, aprovechan la necesidad de los pueblos de mayor desarrollo social y económico, para importar ideas transhumanistas bajo el ropaje de la necesidad de poner más énfasis en la investigación, la ciencia y la tecnología, es decir, se disfrazan bajo la túnica de la necesaria divulgación científica para el desarrollo de América del Sur, para contrabandear sus ideas transhumanistas, en una clara actitud de mendicidad intelectualoide e hipócrita. Sin embargo, los pueblos de América del Sur al no comprender su esnobismo los relegan a lo anecdótico. Y ello es porque los valores trascendentales de los pueblos andinos, en el caso del Perú, de reciprocidad y redistribución, tanto con el hombre y de este con la naturaleza, se muestran antagónicos con la visión instrumentalista del transhumanismo. Siendo que otras visiones antagónicas con el transhumanismo, como lo son el arqueofuturismo francés o el cosmismo ruso, tienen más compatibilidad con el pensamiento ancestral sur americano, pudiendo afirmar sin temor a equivocación alguna, que Pedro Paulet en el caso peruano, es el padre de lo que llamaríamos un posible arqueofuturismo peruano, ya que la visión arcaica del Perú andino se complementó con el futurismo heroico en la persona de Paulet, algo que se encontraba latente en la civilización Inca y en sus conocimientos de construcción megalítica irreplicables hasta hoy por la ciencia moderna. Pedro Paulet fue un ingeniero, educador y diplomático peruano, y el inventor del motor de combustible líquido (1895) y el primer sistema moderno de propulsión de cohetes (1900), investigaciones que fueron necesarias para llevar al hombre a la Luna, hecho que fuera reconocido por Wernher Von Braun.


La paradoja del hombre posmoderno está en encontrar un equilibrio entre la idea de desarrollo y el pensamiento tradicional de los pueblos. Mostrar una visión realista frente a la tecnología sin que ello signifique optar por posturas tecnofóbicas y como mucho menos tecnofílicas acríticas (como el transhumanismo). Para nosotros el ideal de desarrollo debe ser integral y equilibrado. La idea del desarrollo cíclico de las sociedades ancestrales. No la misantropía subrepticia en el transhumanismo, alimentado por la idea de progreso indefinido, que odia, sin decirlo, al ser humano común, preso de sus debilidades biológicas (por ello ideología muy acorde con el pensamiento oligárquico liberal). Si no, la reafirmación de un auténtico amor a la potencialidad originaria humana como tal (propio de lo trascendente en lo popular), en tanto se es consciente que, la idea de progreso moderna, como denunciaba Rousseau (1750), genera seres materialmente ricos y técnicamente poderosos, pero moralmente deleznables.


Por todo lo señalado, los pueblos de Eurasia y América del Sur, deben estar prestos a defender lo trascendente popular frente a la pretensión de su liberalización por parte de las estructuras de poder posliberal que tiene en el Foro Económico Mundial uno de sus principales centros de operaciones.

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