«La violencia es un fenómeno originario de la vida y no necesita el beneplácito del derecho y el ideal. La violencia cumple la única función creadora de la historia…es la gran pasión, la íntima fuerza mística y el poder reconstructor, esencialmente irracional y precisamente por ello puro y auténtico» (Sorel, 1908).
Este prolegómeno sorealiano nos recuerda mucho al conocido axioma que canta:
«El ejercicio de la autoridad política implica el uso de la fuerza; fuerza significa violencia, y la violencia es la suprema autoridad de la cual todas las demás autoridades derivan».
Como se aprecia, hemos hecho alusión a categorías como fuerza, violencia, autoridad, política y poder en tanto algunas sobre las que versa el conjunto de reflexiones en torno al fenómeno social de la guerra. Mientras el estudio científico de la fenomenología bélica se lo dejamos a la polemología, y en lo que respecta a la paz a la irenología; por otro lado, y en lo que corresponde al autoconocimiento de la racionalidad bélica, su esencia y peculiaridades fundamentales, tenemos para ello a la filosofía de la guerra. ¿Qué es la guerra? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Cuáles son sus características principales? Son algunas interrogantes que responde esta rama de la filosofía y que abordaremos brevemente en la presente. Varios son los pensadores dentro de la historia de la filosofía que han tenido a la guerra en sus disquisiciones, desde Platón, Aristóteles y Sun Tzu, pasando por San Agustín, Santo Tomas, Maquiavelo, Hobbes, Montesquieu, Rousseau, Voltaire, Hume, Hegel, hasta llegar a Marx, Nietzsche, Freud, Ortega y Gasset y Sartre, por solo citar algunos de una larga lista. ¿Qué entendemos por guerra? Es la pregunta neurálgica. Y de todas las conceptualizaciones existentes nos quedaremos con la brindada por el militar y filósofo prusiano Carl Von Clausewitz (1832), que la define como un duelo, es decir, un «acto de fuerza para obligar al contrario al cumplimiento de nuestra voluntad», o lo que es lo mismo «un pulso de energía de fuerza variable y por tanto variable también en cuanto a la rapidez con que estalla y descarga su energía». Es con Clausewitz que se entiende a lo bélico como una extensión de lo político (aproximación aplicable en mayor o menor medida al mundo antiguo y la contemporaneidad, ya que de acuerdo a Aznar Fernández, sólo a partir del Neolítico resulta apropiado hablar de guerras; es más, las primeras huellas indiscutibles de este fenómeno son de la edad de bronce), base ello de su concepto de guerra absoluta, que Ludendorff variará al de guerra total, que a la inversa del primero, subordina lo político a lo militar. Así nos dice Clausewitz al respecto: «el objetivo de la acción guerrera es un equivalente del fin político». Con lo expuesto se va perfilando la naturaleza de la guerra como un medio, es decir, un instrumento de la política, porque es esta última la que define los objetivos de la guerra, de lo contrario, la guerra sin direccionamiento político, se torna en un accionar sin sentido, en la irracionalidad soreliana del ejercicio de la violencia: «el acto primordial, el principal y más decisivo del juicio que ejercen el estadista y el general, es comprender rectamente la guerra que emprenden, no tomándola por algo o desear convertirla en algo totalmente imposible por su propia naturaleza» (Clausewitz, 1832). De esta naturaleza instrumental, se derivan las características principales del fenómeno bélico, que de una revisión de la obra del Capitán de Fragata Aznar Fernández (2014), las resumimos en 3 principalmente, en que la guerra es extrema, interactiva y sigue una lógica paradójica. Es extrema, por lo mismo que la guerra al ser un medio para la obtención de un fin político, procurará los recursos y las estrategias necesarias para alcanzar sus objetivos, por lo que el acto de guerra, sin perjuicio de corresponderle el marco del Derecho de los Conflictos Armados entre Estados, siempre será antijurídico, ya que esperar moderación y estricto respeto de la normativa, en una guerra, es algo ingenuo. Por otro lado, una guerra es interactiva, en el sentido que se rige por una recíproca dinamicidad de los beligerantes, que el General Foch citado en Aznar Fernández define como «una dialéctica de voluntades hostiles que emplean la fuerza para resolver el conflicto». Finalmente, una guerra se rige por una lógica paradójica en el sentido brindado por Luttwak (2005), diferente de la lógica lineal, ya que muchas veces en la guerra se presentan escenarios de unión e inversión de opuestos, lo que nos remite a la ya conocida distinción entre entendimiento y razón en Hegel, en donde la guerra y la paz, no se nos muestran como conceptos disyuntos sino necesarios, y que se entienden desde una lógica formal pero que sólo llegan a comprenderse en su totalidad desde una lógica dialéctica. Referencia bibliográficas SOREL, Georges. (1908). Reflexiones sobre la violencia. Edición de Alianza Editorial (2016), prefacio por Isaiah Berlin. CLAUSEWITZ, Carl Von. (1832). De la Guerra. Edición de 1999. T. I y II. Ministerio de Defensa. LUTTWAK, Edward N. (2005). Parabellum. Torrejón de Ardoz: Siglo XXI de España Editores. AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESINOS, Federico. (2014). Filosofía de la Guerra. En: ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura Vol. 190-765, enero-febrero. Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 132 del 13.01.2020». Diario La Verdad. Lima, Perú.
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