«En su artículo el Momento unipolar, que fue preparado sobre la base de una conferencia pronunciada en Washington en septiembre de 1990, Charles Krauthammer escribió que se acercaba un nuevo orden mundial, donde los EE.UU. serán la única superpotencia. En el segundo párrafo del artículo, señaló tres puntos que en aquel momento se estaban discutiendo en la comunidad de la ciencia política estadounidense – el futuro de la multipolaridad (es interesante que el autor ha destacado como uno de los futuros polos a la reducida URSS / Rusia, en previsión de la futura caída de la Unión Soviética); el debilitado consenso dentro de los Estados Unidos con respecto al rumbo de la política exterior, así como la desaparición de la amenaza de guerra en la era postsoviética. Inmediatamente después de eso, Charles Krauthammer, rechazó estas declaraciones, calificándolas de erróneas. Krauthammer habló del triunfo de un mundo unipolar que ha surgido con la dominación incondicional de los Estados Unidos y sus aliados occidentales. Sin embargo, Krauthammer inmediatamente hizo una advertencia: La multipolaridad vendrá con el tiempo. Tal vez, durante la próxima generación, más o menos, existirán otras grandes potencias que serán comparables a los Estados Unidos, y la estructura mundial será similar a la que existía antes de la Primera Guerra Mundial» (Leonid Savin, 18.06.2018). Al día de hoy, la multipolaridad se nos presenta como una realidad en construcción, como un escenario que se va consolidando de forma paulatina en los errores de aquella unipolaridad hegemónica liderada por Estados Unidos. Todos sentimos el peso actual de naciones como Rusia y China (llamadas democracias iliberales), en la actual geopolítica, y hoy aún más con el escenario de crisis sanitaria. En donde la forma de manejo de la crisis pandémica ha sido un factor de medición de poder, y ciertamente los ojos del mundo han visto con pena a Estados Unidos, el Reino Unido y ciertos países de la Unión Europea (debido al nivel de impacto del virus), mientras han vuelto los ojos con admiración a Rusia y relativamente a China, que a pesar de la propaganda occidental, ha quedado claro que estas dos potencias emergentes no solo están conteniendo el virus sino que también están ayudando a otras naciones en el camino, cosa que no ha pasado en las democracias liberales, en las que primó el sálvese quien pueda. Solo recordando en torno a esto último, la decepción de Italia y España respecto de la ayuda solicitada a la Unión Europea para la contención de la pandemia a fines de marzo del presente (EL PAIS, 27.03.2020). Todo lo expuesto a generado un más que obvio interés por la geopolítica, en saber su definición, alcances y utilidad para el entendimiento de las actuales relaciones de poder entre naciones, ya que al mismo concepto de geopolítica, se aúnan categorías como unipolaridad y multipolaridad, que es básicamente la dialéctica actual sobre la que se está cimentando la dinámica de las potencias. En la presente expondremos de forma breve una Teoría General de la Geopolítica, lo que nos servirá para desembocar a una aproximación a la Teoría del Mundo Multipolar (TMM) del filósofo, politólogo y pensador ruso Alexandr Dugin, siendo este último el más influyente en la política exterior del Kremlin por remisión, en tanto que al día de hoy es imposible concebir en Eurasia una lectura del concepto de geopolítica sin revisar la obra de Dugin, ya que su obra «Fundamentos de geopolítica: el futuro geopolítico de Rusia» publicada en 1997 es de lectura obligatoria en las academias militares rusas y en las Universidades, en tanto que el libro expone la necesidad de que Rusia recobre su poder geopolítico perdido con el derrumbe de la Unión Soviética para contrarrestar el poderío estadounidense, en donde se establece una dicotomía entre las potencias atlánticas que conforman la OTAN (con EE.UU a la cabeza) o atlantismo y las potencias terrestres euroasiáticas (como Rusia y China) o euroasianismo. Las talasocracias o poderes marítimos contra las telurocracias o poderes terrestres. Visto el contexto, pasamos al marco teórico correspondiente, como surge la geopolítica, es decir, epistémicamente, como ciencia del Estado, y como podemos definir y delimitar su importancia. Al respecto, pasamos al esbozo de una teoría general, que comienza por la acuñación del término por el politólogo sueco Rudolf Kjellen. Kjellen en su obra «El Estado como forma de vida» (Staten som Lifsform) publicada en 1916, básicamente desarrolla y sistematiza en un cuerpo teorético, ideas previas brindadas por varios autores de la época, en los que se encuentran el oficial naval estadounidense Alfred Mahan (1890) con su estudio «La influencia del Poder Naval en la historia 1660-1783» (The Influence of Sea Power upon History, 1660-1783) que remarca la importancia del poder naval (buques más bases) como factor primordial del poder marítimo, entendiendo a este último como la capacidad que posee una nación para el uso del mar como parte de su proyección política, económica y cultural (Blanco Nuñez, 1996); concepto (Sea Power) que se le ocurriría como anécdota, aquí en Perú, mientras leía un libro de historia en el Club Inglés de Lima (Ferreiro, 2008). De igual manera, se aúna el trabajo del geógrafo inglés John Mackinder (1904) con su ensayo «El Pivote Geográfico de la Historia» (The geographical pivot of history), famoso por su Teoría del Heartland (corazón continental), en donde postula que el dominio de una área concreta de territorio permitiría a quien la posea un control efectivo del mundo, lo que se plasmó en su famosa frase: «Quien domina la Europa Oriental controla el corazón continental. Quien domina el corazón continental, controla la isla mundial. Quien domina la isla mundial, controla el mundo» (Mackinder, 1904: 434-437).
Figura 1. En: CUÉLLAR LAUREANO, Rubén. (2012). «Geopolítica. Origen del concepto y su evolución». Revista de Relaciones Internacionales de la UNAM. p. 72. A lo expuesto se aúna el geógrafo alemán Frederick Ratzel y su obra «Geografía política» (PolitischeGeographie) publicada en 1896, y que influenciado por el darwinismo de la época introduce el término de espacio vital o Lebensraum: «Cierto número de personas está ligado al área del Estado, viven en su tierra, extraen su sustento de ella, y están por lo demás vinculados a ella a través de relaciones espirituales. Junto con este trozo de tierra forman el Estado» (Ratzel, 1896: 137). Todos estos antecedentes, hicieron que Kjellen concibiera al Estado como un organismo dinámico, emulando a un organismo vivo que se muestra en constante cambio (Estado-organismo), así el define la Geopolítica (Geopolitik), como una de las cinco ramas que conforman las ciencias del Estado (siendo las otras cuatro la Kratopolitik, la Demopolitik, la Sociopolitik y la Oekopolitik) y como: «…la influencia de los factores geográficos, en la más amplia acepción de la palabra, en el desarrollo político en la vida de los pueblos y Estados» (1916). Así se entiende a la geopolítica, como el impacto político del factor geográfico del Estado (Laureano, 2012: 62).
Figura 2. «En donde el término “política” es la variable dependiente, y se define en función de los factores geográficos del Estado». En: CUÉLLAR LAUREANO, Rubén. (2012). «Geopolítica. Origen del concepto y su evolución». Revista de Relaciones Internacionales de la UNAM. p. 62. Sin embargo, no es a Kjellen a quien se le atribuye el salto epistémico de la Geopolítica al nivel de ciencia, correspondiendo sus planteamientos a una etapa clásica o formativa, sino al general y profesor alemán Karl Haushofer. Haushofer es quien se encarga de valorar la obra de Kjellen y sus antecedentes, formando una revista junto con Ernst Obst bajo el nombre de Revista de Geopolítica (Zeitschrift für Geopolitik) en diciembre de 1923 y un grupo de estudio bajo el nombre de Institut für Geopolitik en 1925 al que aunó además de Obst, a los profesores, todos geógrafos, Herman Lautensach y Otto Maull. En 1928 este instituto propuso la siguiente definición de Geopolítica: «Geopolítica es la doctrina de las relaciones de la tierra con los desarrollos políticos (…) Tiene como base los sólidos fundamentos de la Geografía, en especial de la Geografía política, como doctrina y estructura de los organismos políticos del espacio (…) Los descubrimientos de la Geografía, en cuanto al carácter de los espacios de la tierra, representan el armazón de la Geopolítica. Los acontecimientos políticos han de ocurrir dentro de este armazón para tener consecuencias favorables permanentes. Aquellos que moldean la vida política ocasionalmente, podrán apartarse de este armazón, pero, antes o después, ha de prevalecer la característica limitación terrestre de los acontecimientos políticos (...) De este modo la Geopolítica se convierte en la doctrina de un arte. La cuestión de guiar la política práctica hasta este punto, es la que obliga a dar un paso hacia lo desconocido. Este paso sólo alcanzará el éxito si se está inspirado por conocimientos geopolíticos (...) La Geopolítica debe ser y será la conciencia geográfica del Estado». La Geopolitik haushoferiana se desarrolló en varios trabajos y ensayos de los que se resalta «Los Fundamentos geográficos de la política exterior» (Greographische Grundzüge auswärtige Politik) en el que se hizo uso teórico de la categoría de Estado-organismo de Kjellen y el concepto de Lebensraum de Ratzel: «Si en el laberinto de la política exterior buscamos fundamentos, líneas directrices, vías que no parezcan exclusivamente determinadas por el arbitrio humano, sino que remitan a una disposición natural accesible a la investigación científica o conforme a la naturaleza ―vías que, a la larga, sea rentable perseguir firmemente hacia un objetivo seguro, que sería nefasto abandonar, porque la ley busca su venganza―, encontramos como fundamento para toda discusión sobre política exterior el “espacio vital” (Lebensraum), en el cual ha crecido el cuerpo de un pueblo que quiere mantener y mejorar su vida a través de una política exterior inteligente. Es el deber de esta política exterior velar por este espacio vital y conservarlo al menos tal y como lo han heredado generaciones pasadas, expandirlo cuando resulte demasiado limitado, sin poner la existencia del pueblo en peligro de muerte, un peligro inevitable que hay que afrontar con todas las fuerzas necesarias para asegurar la supervivencia de la población» (Haushofer, 1927:258). De igual forma, la Teoría del Heartland de Mackinder también tendrá gran influencia en sus consideraciones cuando propone que Alemania realice una alianza con el Japón, sin dejar de lado una posible alianza con Rusia dejando de lado cualquier rivalidad de índole ideológico: «Nuestros ayudantes en esta empresa son los adversarios de nuestros enemigos; los encontramos, ―y no en último lugar― en el Extremo Oriente, en el movimiento panasiático en pleno desarrollo también en Japón, cuya mano hemos rechazado en más de una ocasión. También es útil la cooperación inteligente con las necesidades espaciales del pueblo ruso, cualquiera que sea el régimen, soviético o de otra naturaleza, ya que las características fundamentales y necesarias de la política exterior permanecen» (Haushofer, 1927:263) Así desde el punto de vista estratégico, la segunda guerra mundial se vio como la lucha directa entra la teoría de Mahan del poderío naval («el mundo será dominado por la nación que domine el mar»), y la de Haushofer del poderío terrestre («dominará el mundo la nación que domine el bloque continental eurasiático»). La talasocracia en lucha contra la telurocracia, la constante histórica que ha caracterizado los grandes conflictos bélicos en la historia de la humanidad. Muchos han querido ver la inseparabilidad de la Geopolitik Haushoferiana de la Geopolitik nacionalsocialista que vendrá de forma mediata con el ascenso de Hitler al poder el 30 de enero de 1933 y con la fundación del Arbaitegemeinschaft für Geopolitik (Grupo de Trabajo para Geopolítica) por parte del NSDAP (Nationalsozialitische Deutsche Arbeiterpartei o Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores), razón por la cual el término fuese estigmatizado en la posguerra en tanto se vinculó directamente con el expansionismo nazi, pero ello no significó en modo alguno que la geopolítica se dejase de estudiar en los ámbitos gubernamentales, sobre todo con el nuevo escenario de poderes en confrontación, donde la Teoría del Heartland tendría especial relevancia, siendo prácticamente la Unión Soviética, la más cercana a la tesis del control de la isla mundial, motivo de constante preocupación por parte de los estadounidenses y que se materializó en 1947 cuando ya de forma efectiva el presidente Harry S. Truman solicitara los necesarios recursos económicos y militares al Congreso de los EE.UU para auxiliar a Grecia y Turquía en su combate frontal contra la expansión soviética, era el principio de la Guerra Fría. Lo cierto es que la primera escuela de geopolítica, como así lo reconocen varios autores (Cuellár Laureano, 2012; Heriberto Cairo, 2012), fue la Geopolitik nacionalsocialista que desarrolló de forma práctica la geopolítica haushoferiana al servicio del Estado alemán, no siguiendo todos sus consejos claro está, como p.e el de la alianza con la Rusia Soviética, la cual solo mantuvo de forma temporal. Asimismo, la difusión de la geopolítica alemana influyó (en la época del Tercer Imperio Alemán o Drittes Reich) de cierta forma en el surgimiento de disciplinas análogas como la Geopolítica italiana (Massi, 1986), con base en la escuela triestina, la Geopolítica japonesa o Chiseigaku (Takeuchi, 1980) y la Geopolítica española (Jaime Vicens Vives, 1940), en la época de auge de los fascismos y los militarismos en las respectivas naciones citadas. Por su parte, la geopolítica de posguerra se caracterizó así por una revisión crítica de la obra de Haushofer y antecedentes. La geopolítica estadounidense de ese tiempo tuvo también una historia propia así como la rusa. En la primera desde la Doctrina del Destino Manifiesto, pasando por la Doctrina Monroe, las ideas de Mahan, hasta los planteamientos de Spykman (1942) y Morgenthau (1948), siendo estos últimos los que ya plantean a la nación norteamericana como potencia mundial, que dio base a la posterior Doctrina de Seguridad Nacional y a la Escuela de las Américas. Mientras que en la geopolítica rusa tenemos unos antecedentes que van desde Pedro el Grande, pasando por la russkaya ideia de Vladímir Soloviyev (1888), hasta el gigante soviético con Stalin como principal referente, en su obra «Fundamentos del Leninismo» y su manejo de la cuestión nacional. Sin embargo y como mencionábamos, es la Geopolitik alemana la pionera en la sistematización del conocimiento geopolítico y con ello de su estudio científico y cotejo empírico desde la praxis de lo que fue el Tercer Imperio Alemán. Vista nuestra teoría general, ahora si podemos pasar a la revisión de los planteamientos geopolíticos contemporáneos, siendo que en esta oportunidad revisaremos los fundamentos o principios básicos sobre los que reposa la iniciativa de construcción de una Teoría del Mundo Multipolar (TMM), propuesta por el ya previamente citado Alexander Dugin (15.01.2016). Con el final de la segunda guerra mundial, y la consecuente derrota de la Alemania Nazi, se produce una reconfiguración en la escena geopolítica mundial, sentándose las bases de la bipolaridad con la Conferencia de Yalta, siendo que si bien deiure (legalmente) se siguió reconociendo el sistema internacional que había surgido con Westfalia, en donde se parte de una igualdad jurídica de los Estados-nación, de facto (en los hechos), las grandes decisiones eran tomadas en dos centros de poder: Washington (la Casa Blanca) y Moscú (el Kremlin). Este mundo bipolar se caracterizaba de acuerdo a Dugin: «en la comparabilidad simétrica de la potencial paridad económica y estratégico-militar de los bandos en guerra, estadounidense y soviético. Al mismo tiempo, ningún otro país afiliado a un bando en particular tenía ni remotamente un poder acumulativo comparable a los de Moscú o Washington. En consecuencia, había dos hegemón (potencias hegemónicas) a escala mundial, cada una rodeada por una constelación de países aliados (medio-vasallos, en un sentido estratégico). En este modelo, la soberanía nacional formalmente reconocida perdió gradualmente su peso. En primer lugar, los países asociados ya fuera a uno u otro hegemón eran dependientes de las políticas de ese polo. Por lo tanto, dichos países no eran independientes y los conflictos regionales (desarrollados generalmente en áreas del Tercer Mundo) rápidamente ascendían hasta una confrontación de dos superpotencias que buscaban redistribuir el equilibrio de influencia planetaria en los “territorios en disputa”. Esto explica los conflictos en Corea, Vietnam, Angola, Afganistán, etc» (Dugin, 2016). Si bien existía una llamada tercera fuerza bajo el nombre de Movimiento de Países No Alineados que agrupaba a una serie de naciones que se negaban a seguir de forma inequívoca la dicotomía de ese tiempo entre capitalismo liberal norteamericano y el socialismo planificado soviético, conformada por los países del Tercer Mundo: «…estos “países no alineados” no eran capaces de crear de ninguna manera un “tercer polo” debido a los parámetros principales de las superpotencias, la naturaleza fragmentada y no consolidada de los miembros del Movimiento de los No Alineados, y la falta de alguna plataforma socio económica general conjunta. El mundo se dividió en el Occidente capitalista (el primer mundo), el Este socialista (el segundo mundo), y “el resto” (el Tercer Mundo). Además, “todos los otros” representaban en todos los sentidos la periferia mundial, donde de vez en cuando aparecían los intereses de las superpotencias. Entre las propias superpotencias la probabilidad de conflicto estaba casi descartada debido a la paridad (específicamente en la garantía de la asegurada destrucción nuclear mutua). Esto hizo que las zonas preferidas para la revisión del equilibrio fueran los países de la periferia (Asia, África, América Latina)» (Dugin, 2016). Con la caída del muro de Berlín (1990) y la desintegración del bloque socialista liderado por la Unión Soviética (1991), se terminó también el sistema instaurado en Yalta, configurándose así la unipolaridad, entendiendo a esta última como la existencia de un solo hegemón, el bloque de naciones agrupadas en la OTAN y lideradas de facto por Estados Unidos. Siendo que hasta el día de hoy vivimos en ese mundo unipolar, expresado como «el mundo (en donde) no hay ningún poder que pueda resistir sin ayuda de nadie el poder estratégico de los Estados Unidos y los países de la OTAN y, además, no hay una ideología generalizadora y coherente capaz de unir a una gran parte de la humanidad en una fuerte oposición ideológica a la ideología de la democracia liberal, el capitalismo y los “derechos humanos”, sobre la que los Estados Unidos basan ahora una nueva hegemonía única. Ni la Rusia moderna, ni China, ni la India, ni ningún otro estado puede pretender ser un segundo polo en estas condiciones. La recuperación de la bipolaridad ideológica es imposible debido a razones que también son ideológicas (el final del atractivo popular del marxismo) y técnico-militares. En cuanto a estas últimas, los EEUU y los países de la OTAN tomaron tanto la delantera durante los últimos 30 años que la competencia simétrica con ellos en las esferas estratégico-militar, económica y técnica, no es posible para un solo país» (Dugin, 2016). Por lo expuesto, y si bien la creciente relevancia de las potencias emergentes configura la antesala a un mundo multipolar y coadyuvan a su efectiva consolidación, no significa por ello que nos encontremos ya en una realidad multipolar. Siendo así que los puntos principales de una teoría del mundo multipolar que bebe de la praxis geopolítica contemporánea en constante desenvolvimiento, parte de la definición por negación de lo que no es precisamente un mundo multipolar, es decir, por oposición a la realidad imperante al día de hoy, siendo que esos puntos fundamentales de acuerdo al propio Dugin son los siguientes: 1. El reconocimiento de la desigualdad jurídica de facto de los Estado-nación: El modelo de Westfalia que determina las relaciones internacionales contemporáneas entre los Estado-nación y que surge en 1648 con el término de la Guerra de los 30 años en Europa, parte de la idea de que existe una igualdad jurídica entre los Estado-nación, es decir, que existen tantos polos de poder como Estados-nación hay en el mundo, y como expresión del ejercicio de su plena soberanía. Sin embargo, lo que vemos en la realidad concreta es que tal igualdad no existe, y la historia de los Estado-nación ha estado marcada por los desequilibrios de poder, la desigualdad y la subordinación jerárquica entre varios Estados soberanos, siendo por ello que: «La multipolaridad no es un sistema de relaciones internacionales que insista en la igualdad jurídica de los Estados-nación como el estado real, fáctico de los asuntos. Esa es sólo la fachada de un muy diferente cuadro del mundo basado en un verdadero, más que nominal, equilibrio de fuerzas y de capacidades estratégicas» (Dugin, 2016). 2. La aceptación de la realidad unipolar y de la necesidad de varios polos: Del reconocimiento de la desigualdad, viene la aceptación de la realidad unipolar (la hegemonía plena del bloque atlántico liderado por Estados Unidos), es decir que, la realidad multipolar no es bipolar, ya que la bipolaridad terminó con el derrumbe del bloque soviético y no va a volver, pero tampoco es no polar en el sentido que reafirma la necesidad de que existan varios polos de poder, que no necesariamente equivalen a cada Estado-nación como pretendía la doctrina clásica de Westfalia, ya que ello sería una ingenuidad, en tanto un polo de poder es definido por su capacidad de respuesta estratégica, económica y política y son pocos los Estado-nación que están en capacidad de llegar a ese nivel, siendo por ello que: «En el siglo XXI ya no es suficiente con ser un Estado-nación para ser una entidad soberana. En tales circunstancias, la soberanía real solo puede alcanzarse mediante una combinación y coalición de estados. El sistema de Westfalia, que sigue existiendo de iure, ya no refleja la realidad del sistema de relaciones internacionales y requiere revisión» (Dugin, 2016). Por otro lado, la construcción de un mundo no-polar como transición de la unipolaridad estadounidense a una realidad donde los Estados Unidos se integran a una realidad de gobierno mundial, y los valores occidentales (individualismo, democracia liberal y capitalismo liberal) que encarna la globalización sean asimilados por todas las naciones, es la idea propuesta por el Council on Foreign Relations, un Think Tank estadounidense. 3. La negación del multilateralismo: Por la misma razón que el mundo multipolar requiere la existencia de varios polos, conformados por coaliciones de estados para reflejar una real soberanía, la multipolaridad es contraria al multilateralismo, en tanto este último, desde la praxis norteamericana solo ha implicado que Estados Unidos sea el primero entre iguales, es decir que en lugar de adoptar una postura de fuerza (unilateral), deba tomar una postura más abierta al dialogo: «la política de multilateralismo de Obama, como repetidamente expresó él mismo y la ex secretario de Estado estadounidense Hillary Clinton, no es muy diferente de la directa y transparente era imperialista de George W. Bush, en cuyo período los neoconservadores fueron dominantes. Las intervenciones militares continuaron (Libia), y las tropas estadounidenses mantuvieron su presencia en el ocupado Irak y en Afganistán» (Dugin, 2016). Visto todo lo expuesto, queda el por qué: ¿Por qué se ha planteado la construcción de una teoría del mundo multipolar en un contexto de unipolaridad reinante? Sencillo, el mundo está cambiando, no solo por el hecho que la historia no le ha respondido bien a Fukuyama (dado el ascenso de Rusia y China que no entran en su esquema de democracias liberales, recordando que con el fin del bloque soviético él preveía que la democracia liberal norteamericana iba a ser la frontera final de modelo político para todas las naciones del mundo), aunado al actual contexto de crisis sanitaria que pone en suspenso todo el proceso de globalización y que genera el potencial cierre de fronteras y el resurgimiento de los enfoques nacionalistas y proteccionistas. Es decir, estamos ante un cambio de paradigma que se aleja tanto del paradigma unipolar como del no polar y se acerca cada vez más a la multipolaridad. Finalmente, y como colofón a la presente: ¿Cuál sería entonces la diferencia y relación entre geopolítica y geoestratégica? De acuerdo a todo lo visto entre ambas categorías hay una relación de género a especie, siendo la geopolítica el rubro general y la geoestratégica una especificidad del campo de la geopolítica, que se definiría como el impacto político del factor geográfico del Estado pero en torno a decisiones de estricto carácter militar y de recursos clave. Referencias bibliográficas SAVIN, Leonid. (18.06.2018). «El Momento Unipolar». En: https://www.geopolitica.ru/es/article/el-momento-multipolar EL PAIS. (27.03.2020). «España e Italia se plantan ante la inacción de la UE y exigen un plan económico más ambicioso». En: https://cincodias.elpais.com/cincodias/2020/03/26/economia/1585250296_267974.html CAIRO, Heriberto. (2012). «La Geopolítica como ciencia del Estado: el mundo del general Huashofer». Revista Geopolítica. 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Definición y Diferenciación entre sus significados». En: https://www.geopolitica.ru/es/article/la-multipolaridad-definicion-y-diferenciacion-entre-sus-significados Bibliografía QUINTERO, Vicente. (2019). «La Noción de Geopolítica en Alexander Dugin». En:https://www.geopolitica.ru/es/article/la-nocion-de-geopolitica-en-aleksandr-dugin-y-sus-implicaciones-para-america-latina-una JOVANÍ GIL, Carles. (2014). «El nacionalismo ruso y sus visiones geopolítica de Eurasia». Revista Geopolítica. En: https://revistas.ucm.es/index.php/GEOP/article/download/46572/45845/ ROUCEK S. Joseph. (1956). «La adopción soviética de las metas geopolíticas nazis». Revista De Estudios políticos, (88), pp.43-74. En: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2129090.pdf Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 157 del 16.05.2020». Diario La Verdad. Lima, Perú.
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