Liberalismo Conservador y la Carta de Madrid
- Israel Lira
- 1 oct 2021
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 28 may


Desde las elecciones generales del presente año hasta la fecha, hemos evidenciado una enorme polarización de la población peruana, que se ha plasmado en diversidad de formas, nuestros lectores recordaran en ese sentido, a una joven peruana que llamando a votar Keiko se hizo tristemente conocida por su frase de «si naciste con plata, defiende esa plata»; en esa misma línea, también evidenciamos que en la diversidad de manifestaciones a favor de la candidata Keiko Fujimori y en contra de lo que sus epígonos llamaban el avance del comunismo en el país, vimos que ante la pregunta de qué es el comunismo y porqué este estaría avanzando, nadie supo dar ni una definición ni un argumento solido al respecto, así como tampoco sustentar el argumento del fraude electoral; a esto se aúna la presencia de banderas del ya fenecido imperio español en algunas de estas marchas.
Ya después de la proclamación oficial de Pedro Castillo como presidente de la República, esta reacción, en algunos sectores, se radicalizo aún más convirtiéndose en anhelos de separatismo, dando como ejemplo concreto el discurso de la agrupación Arequipeños por Arequipa, que en un spot publicitario mostrara a un tal Mauricio Rosas Valz llamando a la declaración de independencia de Arequipa y a derrotar al comunismo en las urnas en las elecciones regionales y municipales en el 2022, a esto se suma el anuncio de la formación de un nuevo Partido Libertario en Arequipa proclamando que la solución a los problemas del país, lo que no es otra cosa que el desgastado liberalismo peruano, es más liberalismo, pero en su versión radical, comentarios negativos, sobran, y así llegamos a los recientes acontecimientos, la visita de representantes del Partido Vox (del controvertido Santiago Abascal) al Perú y la adhesión de partidos liberales conservadores (Renovación Popular, Avanza País y Fuerza Popular) a la Carta de Madrid que es un llamado a la supuesta defensa de la libertad y la democracia en la iberosfera.
Las declaraciones de la desgastada izquierda peruana no se hicieron esperar:
«Al fascismo no se le debe ceder ni un centímetro. Es vergonzoso y peligroso que en el bicentenario de nuestra independencia se acoja con tanta condescendencia a una ultraderecha foránea fascista, racista y colonial que se alimenta del miedo y la violencia» –Veronika Mendoza. Nuevo Perú.
«Frente a las reuniones entre los parlamentarios de Fuerza Popular, Avanza País y Renovación Popular con los representantes de la ultraderecha española VOX, rechazamos las intromisiones fascistas, antidemocráticas y misóginas» –Juntos por el Perú.
Ahora, hay un problema con estas declaraciones, cuando se llama fascista a algo que no lo es, se invisibiliza al real fenómeno que estamos presenciando (lo que es otra prueba de la derrota a nivel discursivo de la izquierda posmoderna representada por Nuevo Perú y Juntos por el Perú, distinta de la izquierda conservadora representada por Perú Libre, que hasta la fecha no ha emitido comunicado oficial al respecto).
Este fenómeno al que nos referimos es el del llamado liberalismo conservador, que es una tendencia del liberalismo (principalmente en su forma de neoliberalismo) de adoptar ideas conservadoras en lo social, manteniendo su principal enfoque interpretativo liberal en lo económico, y que se desprende de las praxis políticas de varios gobiernos, como p.ej. el Fujimorismo en Perú, el Pinochetismo en Chile y el actual Bolsonarismo en Brasil. Sin perjuicio de existir, como en efecto existe, similitud entre diversos planteamientos de ambas posturas. El liberalismo conservador es eminentemente práctico, y es más un discurso político que una teoría política, a diferencia del conservadurismo liberal que tiene un fuerte respaldo filosófico en las ideas de pensadores como Edmund Burke y Russell Kirk.
Mientras el Conservadurismo liberal tiene una consolidación teórica, el liberalismo conservador es una praxis política, y en ello más un discurso político que una teoría política.
Esto se refrenda con el contenido mismo de la Carta de Madrid que no es otra cosa que la defensa de los principios liberales genéricos comunes a distintas variantes y/o ramas del liberalismo:
«A través de esta Carta de Madrid, apoyada por diferentes líderes políticos y sociales con visiones e ideas distintas e incluso divergentes, queremos afirmar que:
El Estado de Derecho, el imperio de la ley, la separación de poderes, la libertad de expresión y la propiedad privada son elementos esenciales que garantizan el buen funcionamiento de nuestras sociedades, por lo que deben ser especialmente protegidos frente a aquellos que tratan de socavarlos» (Fundación Disenso, 26.10.2020).
Entonces, cuando se llama fascismo a algo que es liberalismo conservador en su máxima expresión, es ciertamente no saber de lo que se habla (y este último, el liberalismo conservador, puede expresarse tanto en su forma democrática o autoritaria; el autoritarismo puede expresarse en cualquier fenómeno político (sea liberal, fascista o socialista), por ello, no es el elemento diferenciante o único identificador del fascismo real, ya que si así fuese, cualquier expresión autoritaria sería fascista lo cual nos lleva a una indefinición insostenible de las categorías políticas y sabemos por experiencia de que el liberalismo también puede manifestarse en su forma autoritaria como el Fujimorato peruano –por otro lado, cierto es que, mientras en los demás fenómenos políticos el autoritarismo puede o no manifestarse, es decir, que es contingente, en el fascismo es inherente, es decir, su elemento estructural, no existe fascismo democrático, aunque muchos fascismos llegaron por medios democráticos al poder, que es diferente, como p.ej. el nazismo alemán; como nota al pie, es interesante mencionar que muchos regímenes autoritarios también optaron por autodenominarse bajo la sutileza teórica de la llamada democracia autoritaria, concepto desarrollado por Giovanni Gentile y cuyo correlato histórico hunde sus raíces en el bonapartismo; p.ej. En la Italia Fascista, en la España de Franco –como democracia orgánica–, en la Alemania de Hitler –como democracia germánica, en el Chile de Pinochet, como democracia protegida y autoritaria, así como algunas de las llamadas democracias populares de la época del socialismo real)–, sin perjuicio de lo mencionado, ello no cambia el hecho que nos desenvolvemos en una estructura política autoritaria como principal marco de referencia para la acción política, por lo que el uso de la categoría de democracia es meramente discursiva, y esta subyugada al marco de referencia principalmente autoritario).
Máxime si para ilustración de nuestros lectores, el fascismo como teoría política tiene una estructura bien definida, como sigue:
1. En lo Político: Estatalidad orgánica autoritaria: Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado.
2. En lo Económico: El sistema corporativista, o en otras experiencias el fuhrerprinzip, la rígida intervención del Estado en todas las relaciones productivas y en la vida de los gremios y sindicatos de trabajadores. Pero manteniendo, en términos generales, la propiedad privada de los medios de producción, sin por ello mermar la vigilancia estatal.
3. En lo Social: El Caudillo, Fuhrer o Duce, como auténtico representante de las aspiraciones populares y el Partido Único como principio de normatividad jurídica y moral.
En torno a la categoría de ultraderecha, esta si es más flexible, ya que es un término paraguas, que solo hace alusión a cualquier visión radical dentro de la derecha, en ese sentido, tan ultraderecha puede ser un neofascista como un libertario, en tanto visiones extremadas de sus enfoques de derecha (por más que estos se declaren ajenos a la díada tradicional Izquierda-Derecha, es su misma praxis la que re-afirma su adhesión funcional al espectro de derecha por osmosis, que muchas veces los hace encontrarse en el frente común del anti-comunismo).
Sin perjuicio de todo lo mencionado, una certeza comprobada es que el reaccionarismo puede venir tanto de la izquierda como de la derecha (respecto a esta última, que habla de defensa de la libertad y la democracia en el caso peruano, pero parecen no darse cuenta que es la misma ciudadanía en ejercicio de su voluntad política la que eligió al presente gobierno de izquierda conservadora).
Es este reaccionarismo el que empaña la realidad objetiva e invisibiliza al verdadero fenómeno que estamos presenciando, el liberalismo conservador, otorgando a algo contemporáneo un denominativo caduco en la política, llamando fascista a cualquier cosa que les parezca contraria a su ideario (el fascismo como fuerza militar y geopolítica esta sepultado desde 1945, y lo que conocemos como neofascismo, –y más para la esfera europea– son solo colectivos y movimientos de índole cultural con una exigua o ninguna cuota de poder político).
Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 243 del 01.10.2021». Diario La Verdad. Lima, Perú.
Vitam impedere vero
S.L.L
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