¿Es el nacionalismo un fenómeno exclusivo de la derecha política? ¿Es el nacionalismo contrario al internacionalismo? ¿Son nacionalismo y patriotismo reducibles a una dicotomía disyunta? ¿Ha desaparecido el nacionalismo luego de las dos grandes guerras? ¿Qué postura toma el nacionalismo frente a la globalización y al cosmopolitismo? Responderemos a estas interrogantes como parte del extracto de una ponencia que diésemos el pasado 12 de octubre, en la sede de la CGTP Perú, con motivo del evento “La Izquierda a Debate”, organizado por el Colectivo Surco Político Cultural.
El título de la presente columna, nos remite a una interrogante general sobre la vigencia de dichas categorías, así como la profundización sobre su dinámica contemporánea. Sin embargo, cuestionamientos sobre los conceptos de nacionalismo e internacionalismo, nos derivan necesariamente a otro pliego de conceptos. El Internacionalismo nos remite al Nacionalismo, este último a su vez a las ideas de Nación y Patria, y estas a su vez a la idea de Estado, y es que estamos frente a nociones que tienen su propia historicidad y como tales, son ideas modernas.
De Estado podemos hablar teóricamente desde 1576 (cuando Jean Bodin establece los principios consustanciales de la idea de soberanía como poder político supremo de un gobernante) y oficialmente desde 1648 (con el Tratado de Westfalia, que da fin a las guerras de religión en Europa y crea las condiciones para el surgimiento de la primera forma de Estado, el Estado Absoluto, como unidad política con una población, un territorio y una autoridad soberana). Al Estado Absoluto le seguirá el Estado Federal con la Revolución Norteamericana de 1776 y luego el Estado-Nación con la Revolución Francesa de 1789. Anterior a estas experiencias, Estado, que deriva del latín status, no era una palabra que hiciera alusión a un concepto político sino jurídico, en tanto hacía referencia a los 3 estados que otorgaban la calidad de persona en Roma. El status civitatis (ciudadano), el libertatis (libre) y el familiae (jefe de familia). Ejercicio análogo acontece cuando abordamos los conceptos de nación y patria, ambos, anteriores a 1789 eran cuasi-análogos. El primero de origen latino y el segundo de origen griego. Mientras nación de nacere hace alusión al lugar donde alguien ha nacido, patria de patra, significa la tierra de los padres.
Con el advenimiento de la revolución francesa, el Estado se convierte en el receptáculo que da nacimiento a la nación, virando la soberanía del monarca al Tercer Estado (plebe), así la nación se convierte en la comunidad histórica y cultural unificada políticamente y la patria en el territorio de la nación (de la población del Estado). Surge así el nacionalismo, como exaltación de estos tres conceptos (nación, patria y Estado), mientras que el patriotismo solo se constriñe a uno de ellos, por lo que la disyuntiva que ve al nacionalismo y al patriotismo como entes separados y hasta confrontacionales, es ficta.
El nacionalismo que nace en 1789, se guió por dos principios que hoy son aceptados plenamente por todas las ideologías en los que este se ha manifestado (configurando su teoría pura), tanto de izquierdas como de derechas (nacionalismo liberal, fascista y comunista), a saber:
Primero: Los ciudadanos de una nación, deben gobernar el Estado (principio de soberanía popular).
Segundo: Adquirido el poder político por la ciudadanía, este debe ser orientado al cumplimiento del interés nacional (principio de funcionalidad del poder).
Hoy, estos principios se encuentran plenamente vigentes en la mayor parte de latitudes del mundo, lo que es más notorio en naciones de fuerte tradición patriótica como China (Xi jinping), Corea del Norte (Kim Jong Un), Rusia (Putin) y EEUU (Trump), por solo citar algunos ejemplos concretos, y la menor o mayor autenticidad del nacionalismo de un gobierno determinado por el cumplimiento de estos dos principios básicos, lo que puede diferenciar entre un gobierno nacionalista o una mera pareidolia anti-nacional. De igual forma cabe diferenciar el concepto de nacionalismo de sus formas espurias, en ello los análogos chauvinismo, patrioterismo y jingoismo.
Por otro lado, y muy por el contrario de lo que pudiese pensarse, el internacionalismo, bajo estas categorías, significa la solidaridad entre naciones y más específicamente de los Estado-Nación. El internacionalismo que tiene como base al nacionalismo de las naciones, se diferencia por ello del cosmopolitismo (correlato ético-filosófico de la globalización), en tanto este último se muestra más favorable a la idea de un estado mundial, por lo que el estado-nación, para esta visión, sería una idea en declive; por otro lado, en torno a la relación entre internacionalismo y formas de nacionalismo tenemos que la proximidad al primero ya estará dada por cada enfoque particular en donde el nacionalismo se ha manifestado, así tenemos que el nacionalismo liberal (Ernest Renan, Stuart Mill), tiende al cosmopolitismo y en mayor parte de veces es ajeno al internacionalismo. De igual forma, el nacionalismo fascista (tanto italiano –Giovanni Gentile, Mussolini– como alemán –Rosenberg, Hitler– por citar estos dos como ejemplos concretos, tiende al proteccionismo con algunos aspectos internacionalistas en materias muy específicas), y finalmente, el nacionalismo comunista (derivado del tratamiento de la cuestión nacional –apoyado en las consideraciones de Marx y Engels, por Lenin, Stalin, Mao, Kim Il Sung y Kim Jong Il–, en donde hay una plena identificación con el internacionalismo, con un breve periodo hostil al interés nacional por su variante trotskista ya superada largamente).
Por todo lo expuesto podemos concluir que:
(i) el nacionalismo como fenómeno exclusivo de la derecha política es un equivocó;
(ii) el nacionalismo es un fenómeno transversal a las ideologías políticas (Izquierdas y Derechas);
(iii) el nacionalismo es el sustento básico del internacionalismo. En términos generales no hay contradicción insalvable sino complementariedad dialéctica. Las disyuntivas particulares ya corresponden a como cada ideología ha tratado la cuestión nacional de acuerdo a su enfoque (nacionalismo liberal, nacionalismo fascista y nacionalismo comunista);
(iv) el nacionalismo, lejos de haber desaparecido en las dos grandes guerras, sigue siendo la principal arma que tienen los pueblos para sus procesos de autodeterminación, independencia, reivindicación de demandas populares y de liberación nacional, contrario por ello al cosmopolitismo y a la globalización, que funcionan como máquinas de licuefacción de identidades y de aspiraciones nacionales;
(v) hoy, todos somos nacionalistas, porque aceptamos los dos principios básicos del nacionalismo como teoría pura.
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Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 113 del 18.10.2019». Diario La Verdad. Lima, Perú.
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