¿Cuánto hay de innato y cuanto de adquirido en el ser humano? ¿Todos los bebés nacen con un punto de partida similar? ¿Cómo es posible que los bebés tengan competencias matemáticas sin siquiera haber visto un número? ¿El cerebro de un niño es superior al de cualquier inteligencia artificial? ¿Podrá la inteligencia artificial algún día superarlo? Estas y otras interrogantes para su absolución, nos remitiremos a la obra «¿Cómo aprendemos?» y la entrevista que se le efectuase en torno a ella al autor de la misma e investigador francés Stanislas Dehaene, ganador del Brain Prize considerado como el «Nobel de la Neurociencia», sin antes primero establecer nuestro marco teórico correspondiente, en ello, qué entendemos por innato y por adquirido.
Estos conceptos se han abordado desde diferentes aristas. Desde lo filosófico, pasando por las disciplinas cognoscitivas evolucionistas dentro de la biológica y la psicología contemporánea.
Desde el enfoque manejado por la etología cognoscitiva, lo innato se nos presenta como aquello que tiene una ventaja adaptativa, es decir, que es producto de la evolución por selección natural (C.R. Gallistel, Ann L. Brown, Susan Carey, Rochel Gelman y Frank C. Keil, 1991:3-36). A esta postura se le conoce como connotación evolucionista adaptacionista de lo innato, en donde algo es innato, si permite a un ser vivo interactuar con su ambiente de una manera adaptativamente ventajosa.
Por otro lado, tenemos a lo innato como lo no aprendido (Cosmides y Tooby 1997: 92), es decir, aquello que no es producto del aprendizaje externo del sujeto corpóreo, sino por el contrario vinculado a su esfera interna. Esta concepción también presente en la psicología evolucionista, tiene sus orígenes en la historia de la filosofía y de la psicología desde el Siglo XVII, siendo esta la más popular en el argot coloquial. A esta postura se le conoce como connotación internalista-causal de lo innato, en donde un rasgo cognoscitivo se entiende por no aprendido sino inherente al sujeto. Actualmente está connotación se está redefiniendo, poniéndola en contraste con la evolucionista adaptacionista que se considera la más idónea, y las teorías que más se aproximen a esta última connotación, más útiles a la biología y a la psicología para explicar el fenómeno de lo innato. Al respecto:
«…no es conveniente tener una caracterización de lo innato que no tenga aplicación, utilidad e interés teórico en la biología. Así, creo que, a menos que se pueda mostrar que esta connotación del término “innato” como lo no aprendido tiene algunas relaciones interesantes con algún concepto desarrollista evolucionista de lo innato, habrá que eliminar la conexión entre lo innato y lo no aprendido» (García, 2005:86).
Aparte de estas dos connotaciones principales, existen otras nociones biológicas de lo innato, que por la brevedad de la presente no podremos exponer, pero las mencionamos por si el lector se encuentra interesado en abundar en ellas, siendo que en ese sentido tenemos a: 1. La relación entre innatismo y canalización de André Ariew (1999); innatismo y atrincheramiento generativo de William Wimsatt (1986), e innatismo y ambiente típico de Claudia Lorena García (2005).
Para lo que nos compete en adelante, el lector puede adoptar cualquiera de las dos connotaciones sin problema y solo para efectos de la aproximación y entendimiento del concepto.
Por otro lado, y en contraste con lo ya visto respecto de lo innato, diremos que lo adquirido es aquello que es producto del contacto con la realidad fisicalista externa al sujeto cognoscente, en donde este obtiene conceptos y principios producto del descubrimiento y respuestas derivadas del ensayo y el error. Es decir, el sujeto recaba (adquiere) información mediante el descubrimiento y el ensayo y error. Precisando que este concepto es genérico y no pretende ser limitativo.
Vista la diferenciación categorial y la relación entre estos conceptos, vamos directamente a las preguntas formuladas. Anticipando como paréntesis que, el mencionado investigador (Stanislas Dehaene) es a la fecha el máximo exponente en la materia que de forma breve pasaremos a exponer, siendo que ante la proliferación virulenta (ya que de por si refrendamos que la dicotomía que enfrenta los conceptos de lo natural con lo artificial es fútil, en tanto categorías que sirven a sus propósitos particulares, por ello cualquier absolutización, en ello el sostener que lo natural es mejor que lo artificial y que lo artificial es mejor que lo natural, encierran la misma esencia dogmática) de una euforia respecto de la IA (Inteligencia Artificial) y las fantasías Cyborg de infantiloides y muy desubicados personajes que también tienen su célula marginal en nuestro país («humanistas» seculares y transhumanistas, que de forma subrepticia están muy en sintonía con el proyecto de Religión Secular de Comte), y que viven en una burbuja de constante disrupción con la realidad a la que buscan difundir sus ideas (aplaudiéndose entre ellos, ya que fuera de su círculo diletante no hay mayor eco), y que a ello se debe su constante invisibilización y ninguneo (que llega hasta lo jocoso, análogo a la burla de la diáspora libertaria) por parte de la comunidad seria de filósofos y científicos peruanos, sellando lo patético de su esencia con la respuesta de que la sociedad peruana es muy ignorante y ellos muy sabios, cuasi al nivel del adolescente progresista incomprendido por un padre conservador. Ante todo esto, es imposible emitir algunos comentarios al respecto.
Verán estimados lectores, ese no es el problema y nunca lo ha sido, esa es la excusa barata del fracaso de no poder democratizar el conocimiento especializado en un lenguaje sencillo y fácil de comprender. Nosotros llevamos explicando temas de muy diversa complejidad filosófica y científica sin ningún problema (a pesar de los intentos de amedrentamiento que nuestra persona a sufrido por razón de defender su libertad de expresión), y si nos hemos mantenido es porque hemos entendido la virtud pedagógica que debemos desarrollar (para explicar conocimientos complejos sin tener que disminuir la calidad de la presentación siguiendo la recomendación de Ortega y Gasset, en donde la modestia como acción en la filosofía se plasma en hacerse comprender) y el espíritu que nos anima, en ello, llevar conocimientos especializados al pueblo, ponerlos a su alcance, incentivar el pensamiento crítico. Pero para ello hace falta librarse de toda soberbia, adoptar una postura humilde y sobretodo, superar una insana competencia (la búsqueda de lastimera aceptación por alimentar el ego personal y no por servir a una causa justa) de lo contrario sale a relucir la frase generalmente atribuida a Einstein pero que en realidad corresponde a una variante reformulada de la frase de Ernest Rutherford (1871-1937): «Si no puedes explicar tu física de forma sencilla a un cantinero, es probable que no sea buena física» o «un pretendido descubrimiento científico no tiene mérito alguno si no puede ser explicado a un cantinero».
Visto el paréntesis, y entendiendo la dinámica entre lo innato y lo adquirido, y siguiendo la explicación del investigador francés, diremos que nuestros cerebro a la fecha es un entramado de misterios esperando ser resueltos, y de que al día de hoy, es de conocimiento pleno que, este, nuestro cerebro, tiene como base muchas cuestiones que son innatas, en esa línea, lo siguiente: «Es uno de los grandes descubrimientos de los últimos veinte años. En mi laboratorio también vimos que el cerebro de los niños muy pequeños ya está extremadamente organizado. Desde el nacimiento observamos circuitos cerebrales muy próximos a los que van a tener de adultos. Los bebés ya aplican funciones de muy alto nivel como el sentido de las probabilidades, de los números, del espacio. Nuestro cerebro proyecta sobre el mundo exterior para poder aprender» (Dehaene, I, 24.11.2019).
De acuerdo a lo anterior, se puede inferir que los bebes nacen con un punto de partida similar, en ello que, «las competencias matemáticas o proto-matemáticas ya existen desde los primeros días de nacidos y son idénticas tanto para varones como para mujeres» (Dehaene, II, 24.11.2019).
El gran enigma, dentro de muchos otros respecto del funcionamiento de nuestro cerebro, y de acuerdo a lo mencionado, es el relativo al hecho que los bebes parecen ya contar con competencias matemáticas sin siquiera haber tenido un precontexto numérico, es decir, sin siquiera haber visto antes un número. ¿Cómo es esto posible? Dehaene nos precisa que esto, «sigue siendo un misterio. Pero el cerebro se autoorganiza, como si fuera un mapeo. Está lo que se llama el GPS cerebral, que es un espacio que está entre el hipocampo y la corteza temporal. En las investigaciones con ratones se ve cómo ellos mapean el espacio. Este circuito ya está presente en el primer día que el ratón empieza a moverse» (III, 24.11.2019). Precisando que el hipocampo es la parte del cerebro que se localiza a la altura media del lóbulo temporal (este último a su vez cerca de nuestros oídos), y la corteza de esa zona el recubrimiento conformado por una delgada lamina de materia gris.
Ya en el terreno de lo polémico y contundente, Dehaene afirma nada más y nada menos que el cerebro de un niño es superior al de cualquier inteligencia artificial (al menos por ahora), y que la curiosidad es innata, ya que «forma parte de nuestro algoritmo de aprendizaje. En los humanos, los circuitos de la dopamina –que son los que regulan la recompensa y la adicción, por ejemplo– se activan cuando descubrimos algo nuevo. Incluso para acceder a una nueva información estamos listos para renunciar a otro tipo de recompensas. Por caso, compramos un libro por el placer que nos da la lectura. Todos los niños vienen curiosos. Habría que preguntarse si la escuela no mata esa curiosidad» (V, 24.11.2019). Precisando que la dopamina es un neurotransmisor importante para la función motora de nuestro organismo, es decir, es una sustancia de la cual se sirven las neuronas para comunicarse entre sí.
Finalmente, termina por sentenciar que el funcionamiento del cerebro es eminentemente social y la autopercepción en el proceso de aprendizaje, fundamental: «El cerebro de los niños es eminentemente social y la representación de uno mismo es algo que uno debe aprender, lo que se llama metacognición. Es uno de los factores más importantes del aprendizaje. Si yo pienso que no soy bueno en matemática, va a tener un impacto enorme. Cuando empiezan el colegio, no hay ningún prejuicio. Dos o tres años después, las chicas empiezan a decir: “Las matemáticas no son para mí”. Si realmente aprendemos a conocernos, podemos aprender a aprender mejor» (Dehaene, XVI, 24.11.2019).
Referencias bibliográficas
DEHAENE, Stanislas. (2019). «“Nobel de neurociencia”, desmontó mitos acerca de cómo aprende el cerebro y explicó cuál es el método más eficaz». En: https://www.infobae.com/educacion/2019/11/24/stanislas-dehaene-nobel-de-neurociencia-desmonto-mitos-acerca-de-como-aprende-el-cerebro-y-explico-cual-es-el-metodo-mas-eficaz/?fbclid=IwAR2dEu0kHxY8TZ8Z4Z49XIXPLT-96UEXxI5lpAxtkeAtatWxzcx3o8Pfb8g
GARCÍA, Claudia Lorena. (2005). «El concepto de lo innato en la psicología evolucionista». Diánoia, volumen L, número 54 (mayo): pp. 75–99. En: http://www.scielo.org.mx/pdf/dianoia/v50n54/0185-2450-dianoia-50-54-75.pdf
Bibliografía
WIMSATT, W. (1986). «Developmental Constraints, Generative Entrenchment and the Innate-Acquired Distinction», en Bechtel 1986, pp. 185–208.
ARIEW, A. (1999). «Innateness is Canalization: In Defense of a Developmental Account of Innateness», en Hardcastle 1999, pp. 117–138.
COSMIDES, L. y J. TOOBY. (1998). «Evolutionizing the Cognitive Sciences: A Reply to Shapiro and Epstein», Mind and Language, vol. 13, no. 2, pp. 195–204.
GALLISTEL, C.R., A.L. Brown, S. Carey, R. Gelman y F.C. Keil, 1991, «Lessons from Animal Learning for the Study of Cognitive Development», en Carey y Gelman 1991, pp. 3–36.
Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 166 del 29.06.2020». Diario La Verdad. Lima, Perú.
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