La lista de países más industrializados del mundo es ampliamente conocida, desde Estados Unidos, Japón, Alemania, India, Corea del Sur, Rusia, Reino Unido, Francia e Italia, hasta China. Asimismo, actualmente hay otra lista de países considerados recientemente industrializados (NIC, Newly Industrialized Country), y en la que figuran algunas naciones de Latinoamérica como Brasil, México y Argentina. Solo para darnos una idea en términos generales sin pretender ser limitativos ni mucho menos taxativos. Ahora la pregunta es: ¿Dónde está el Perú? Pues la respuesta es más que obvia, ni figura. Ni como país semiindustrial o en vías de industrializarse siquiera, y eso a pesar de que contamos con industria, sin embargo y como veremos, cuando se habla de países industrializados por lo general se tiene no solo una identidad entre industrialización y nivel de desarrollo (correspondencia contingente claro está), sino también entre industrialización y una economía basada en el conocimiento (investigación, desarrollo e innovación tecnológica, I+D+i) y orientada por ello a la generación de valor agregado (valor económico adicional que obtienen las mercancías durante el proceso productivo p.e. una batería de litio como producto final tiene un mayor valor agregado que el litio por sí solo como materia prima).
Así tenemos que nuestro marco económico es un modelo primario exportador concentrado en materia primas, y esta es la razón principal por la que el Perú es un país no-industrializado, porque no genera valor agregado, y su exigua industria es netamente transformativa de materias primas (minerales metálicos, hierro en acero, petróleo y derivados, caliza en cemento, recursos hídricos en energía, producción de tejidos de algodón, lana y fibra sintética, caña de azúcar y derivados, carne y derivados, leche y derivados, aceite y derivados, vegetales, trigo y derivados, pescado y derivados, y bebidas tanto gaseosas como alcohólicas, y como anécdota, una desapercibida producción de radioisótopos de cobalto en lo que corresponde a lo nuclear). Simplemente con esto ninguna nación ha logrado ser una potencia emergente, sino tan solo una nación periférica subordinada a la prosperidad de otras naciones.
La segunda gran pregunta es: ¿Por qué el Perú no se ha industrializado si ha tenido diversas oportunidades para hacerlo producto de varios auges económicos? O lo que es lo mismo: ¿Por qué el Perú a pesar de contar con un crecimiento económico continuó reflejado en su PBI esto no se ha concretado ni por asomo en un proceso de industrialización? Son conocidos los auges efímeros en los que se ha sustentado la riqueza económica peruana, en ello, el boom del salitre, del guano, del caucho, de la harina de pescado, y de los minerales (o boom de los precios por mayor demanda de minerales). Esto se debe principalmente, no solo al eterno flagelo de la corrupción, sino a que nuestro Estado, salvo excepciones históricas, nunca ha sido un buen planificador y muchos menos, promotor y orientador estratégico de la productividad nacional augurando su diversificación. Al respecto, Carlos Aquino, experto en economías asiáticas, precisa:
«No es posible industrializarse solo con la exportación de materias primas… No ha habido ningún país del mundo que haya logrado industrializarse sin apoyo del Gobierno… El privado, más allá de su iniciativa y esfuerzo, no te va a desarrollar la gran política de industrialización o diversificación… En todos los países donde ha habido una revolución industrial el Estado ha trabajado de manera conjunta con el sector privado…» (Aquino, 01.10.2016).
Sin embargo: ¿Cuál ha sido por lo general la política del Estado Peruano en los últimos 20 años a este respecto? Consideramos que las declaraciones del exministro de la Producción Bruno Giuffra durante el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, refleja y resume bien esa política orientada más a una des-planificación, des-orientación y de mero control normativo que ha tenido el Estado (producto de los des-gobiernos de turno), por lo que queda claro porque no hemos despegado como nación hasta el día de hoy, por una falta de voluntad política:
«la diversificación productiva la hacen los empresarios….la empresa privada es la que escoge y ve sus oportunidades para embarcarse en nuevas líneas de producción….No soy amigo del dirigismo, ni mucho menos. Nosotros nos debemos limitar a un rol normativo y dejar que las cosas sucedan lo mejor posible» (RPP, 01.10.2016).
Es decir, en pocas palabras, que el barco vaya a la deriva y si nos perdemos ya ahí recién despertamos al capitán. Es increíble hasta qué grado el ideario ultraliberal puede llegar a volver tan estúpidos a algunos de llevarlos a sostener tales afirmaciones que no son más que un sesgo cognitivo manifiesto contra toda forma de intervención del Estado, cuando es claro que lo que se necesita no es ni un estatismo exacerbado ni una sobreprotección de la libertad económica, sino una participación equilibrada del Estado en los sectores estratégicos que son de su particular responsabilidad por ser claves para la economía nacional.
Es precisamente por esta falta de planificación estatal, que se han perdido todos estos auges económicos. Es por esta razón neurálgica que, contextos de prosperidad y bonanza, es decir, de crecimiento económico, hayan ido y venido sin desarrollo económico:
«Las fórmulas neoliberales aplicadas en el Perú como en América Latina y el Caribe para combatir la pobreza y la desigualdad social, basado en el goteo de la prosperidad de la mano invisible del mercado, han fracasado» (Porlles, 2005:42-51).
Esta deficiencia estructural es la que ha derivado en deficiencias de resultados, como los siguientes:
a) Debilidad del proceso de diversificación productiva: Si bien contamos con el Plan Nacional de Diversificación Productiva (2014) este prácticamente se encuentra en el más vergonzante abandono, porque no hemos visto ningún resultado tangible al respecto, ya que seguimos exportando los mismos productos de siempre:
«En 1970, exportábamos básicamente minerales, productos agropecuarios, petróleo y sus derivados, harina de pescado y productos pesqueros y manufactura ligera. Actualmente, exportamos principalmente los mismos productos. Los datos muestran que otros países que partieron con condiciones similares, como Corea del Sur, han ido exportando cada vez productos más complejos, especializados y diversos» (PNDP, 2014: 14).
b) Ausencia de una política industrial clara: El mercado por sí solo, nunca te va a definir que industrias estratégicas necesitas impulsar, esto siempre ha de ser una política estatal. Por ejemplo, una industria alimentaria que se necesita impulsar es la industria de la papa (agraria.pe, 06.12.2018): ¡No puede ser posible que siendo el país de donde la papa es oriunda –el regalo del Perú y de nuestros ancestros al mundo–, importemos papa para el consumo local! En 15 años, desde el 2004 al 2018, la importación de papa pasó de 150 toneladas a 56,900 toneladas (agraria.pe, 30.05.2019) ¡Inaudito! Y ello es porque a nuestros empresarios no les da la regalada gana de procesar la papa para que esté lista para el consumo, es decir, pelada y cortada, aumentando así su valor agregado para poder competir en los mercados.
c) Dependencia extractivista: Lo que ha devenido en la construcción de una ideología de subordinación, en el sentido que, no se concibe la riqueza del país fuera de los ámbitos de la explotación de materias primas, principalmente, de la minería.
Ante estas deficiencias de resultado, primero hay que solucionar la deficiencia estructural, para proponer soluciones mediatas, y esto va por dejar de lado el ideario de subordinación de la productividad únicamente basada en materias primas, y permutar a un (i) ideario de insubordinación estratégica de diversificación productiva basado en investigación, desarrollo e innovación tecnológica para la generación de valor agregado, todo ello de la mano de un (ii) firme y eficaz impulso estatal.
(i) Un ideario de insubordinación estratégica: Lo que implica mejorar el actual Plan Nacional de Diversificación Productiva, y actualizarlo al contexto presente. Así como definir las industrias que necesitan de mayor atención por ser claves para el desarrollo nacional y en las cuales habrá que incursionar en el caso de ser inexistentes, es decir, donde el Estado tiene que poner mayor énfasis en su impulso con el apoyo del sector privado. Las asociaciones público-privadas serán fundamentales para este proceso.
(ii) Un firme y eficaz impulso estatal: Políticas estatales destinadas a la planificación, orientación y promoción del desarrollo industrial, como p.e políticas de beneficio tributario (incentivos a las empresas que incursionen en sectores industriales (existentes o nuevos) en el país y que tengan vinculación con investigación, desarrollo e innovación tecnológica); sofisticación y perfeccionamiento de la tramitología (actualmente el número de trámites para instalar una empresa industrial en Perú asciende a 74, mientras que en Finlandia solo se requiere 4 pasos y en Estados Unidos 3, eso establece la diferencia entre países más competitivos y menos competitivos; la competitividad guarda relación con cuanta ventaja se tiene para aumentar el nivel de riqueza en un largo plazo y de manera sostenida); políticas de infraestructura industrial (existen 19 parques industriales, pero ninguno opera todavía de acuerdo al Produce, 12.06.2019).
En función a todo lo expuesto, y dada la brevedad de la presente, brindamos algunas medidas para viabilizar un proceso definitivo de industrialización en el Perú:
1. Acelerar la puesta en funcionamiento de parques industriales: Con el fortalecimiento de Proinversión y del Sistema Nacional de Parques Industriales, a través de la formación de conglomerados y clústeres, priorizando asimismo la infraestructura de transporte y logística. De igual manera promover la creación de nuevos parques industriales adicionales a los que ya se tiene prevista su operatividad en el mediano plazo.
2. Reformar el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (CEPLAN): A pesar de contar con el Sistema Nacional de Planeamiento Estratégico y el Sistema Nacional de Inversión Pública, la planificación a nivel estatal es meramente discursiva, no hay planificación real en el aspecto pragmático. Es necesario una reorganización administrativa del CEPLAN, para darle un peso fundamental en la organización estatal, un órgano de primer nivel encargado de consensuar toda la planificación del país, generar una coordinación desconcentrada entre todos los niveles de gobierno y por ende de la compatibilidad de planes sectoriales con un plan de desarrollo nacional:
«El mayor defecto de los planes, como señalado, es que no llevan en cuenta lo previsto en el escalón de planeamiento superior ni en los que están a su lado y que serán afectados. ¿Pero cómo podrían los planes sectoriales nacionales o los regionales llevar en cuenta el escalón nacional de planeamiento si este, en realidad, no existe? En efecto, sin disminuir la importancia ni la validad del esfuerzo desarrollado a duras penas por el pequeño y relegado CEPLAN, debe reconocerse que se ha quedado en el diagnóstico, en las generalidades conceptuales y en la generación de metodologías de planeamiento estratégico. Sus productos son serios y correctos, pero, francamente, lo que propone el Plan Bicentenario puede aplicarse a prácticamente cualquier país del mundo. En el mejor de los casos se trata de buenos propósitos. No es un plan pues no dice concretamente cómo se lograrán esos propósitos ni ordena las acciones necesarias por prioridades claras. El plan de desarrollo nacional aún está esperando ser hecho» (Dourojeanni, 11.01.2016).
3. Modernizar, totalmente, nuestra infraestructura portuaria: Nuestra infraestructura portuaria es solo de carácter comercial. El paso de un puerto comercial (estiba, desestiba, carga, descarga, transbordo y almacenamiento de mercancías de cualquier tipo, así como transporte de materias primas) a un puerto industrial (infraestructura óptima para el transporte de productos manufacturados de alto valor agregado) es una tarea de crucial importancia para el salto de un modelo primario sustentado en la exportación de materias primas a un modelo de generación de valor agregado.
4. Establecer un proceso de ferroviarización del país: Actualmente el Perú no tiene competitividad ferroviaria (Red ferroviaria inconexa; no responde a las necesidades del país, sino a una logística enfocada únicamente al transporte de carga de minerales; no cuenta con sistemas de información –TICs–que faciliten el seguimiento y monitoreo de la ruta o trazo de la carga, es decir, sistemas inteligentes en tiempo real, MTC, 2019). En general, en el ámbito del transporte, «la brecha de infraestructura en ese sector (ferrocarriles, carreteras, aeropuertos y puertos) asciende a US$ 57,499 millones para el período 2016-2025. En comparación al resto de sectores, es la brecha más grande por cerrar» (IPE, 2018). La ferroviarización ha sido central en los procesos de industrialización en tanto coadyuvan a la logística de transporte industrial. Contamos actualmente con un Plan Nacional de Desarrollo Ferroviario (2016), lo único que falta es hacerlo efectivo y mejorarlo.
5. Fortalecer el Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN): Contamos con el mayor depósito de uranio en Macusani (Puno), cuyas aplicaciones de generación de valor agregado son diversas, ya que el uranio se utiliza para la construcción de estabilizadores para aviones, satélites artificiales y veleros, así como combustible para reactores nucleares. Asimismo, hay una alta demanda de radioisótopos de cobalto para medicina nuclear en el país, pero el IPEN no cuenta con la capacidad operativa para atenderla. El Informe de Gestión de 2018 del IPEN consideramos es claro en los objetivos estratégicos a lograrse: I. Desarrollar investigación en ciencia y tecnología nuclear. II. Transferir tecnología a los sectores productivos y de servicios. III. Promover el uso seguro de las radiaciones ionizantes en el país. IV. Incrementar la producción de radioisótopos en beneficio de la salud.
6. Fortalecer el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (CONCYTEC) para dar paso a una cartera ministerial integrada: En el 2017 se realizó el Primer Censo Nacional de Investigación y Desarrollo (I+D) elaborado por el CONCYTEC, dando como resultados que, el Perú solo gasta el 0.08% del Producto Bruto Interno en investigación y desarrollo, lo que revela un nivel de atraso increíble respecto de otros países de la región, y lo cual se torna en abismal diferencia respecto de las potencias. En ese marco, se recomienda que la inversión pública en I+D ascienda a un 2% del PBI, cifra que está dentro del promedio de los países miembros de la OCDE (2.36%), y con incrementos progresivos en función a los avances emergentes. Asimismo, se aboga por la imperativa necesidad de establecer un Ministerio que fusione el Instituto Peruano del Deporte, el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación y el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica, en una sola entidad estatal, bajo el nombre de Ministerio de Educación, Cultura, Deportes, Ciencia y Tecnología, coadyuvando así a la máxima coordinación de esfuerzos conjuntos para sentar las bases de una comunidad y una economía nacionales del conocimiento.
Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 216 del 12.04.2021». Diario La Verdad. Lima, Perú.
Commentaires