En Alemania de principios del Siglo XX se gestó un movimiento cultural y político bajo el nombre de Revolución conservadora, cuya tradición filosófica, refrendando a Tudor (2015), se remonta a pensadores de la talla de Friedrich Nietzsche, Johann Wolfgang Von Goethe, Fernindad Tonnies, Constantin Frantz, Friedrich List, Paul de Lagarde y Juluis Langbehn, por citar los más relevantes y que ha influenciado (directa o indirectamente) a pensadores tanto de izquierdas[1] como de derechas, así como a teóricos contemporáneos que buscan ir más allá de dichas categorías, por citar algunos como los ya fallecidos Guillaume Fauye y Dominique Venner, así como los activos y militantes Alexander Dugin y Alain de Benoist.
Pero ¿Qué fue la Revolución conservadora? ¿No nos lleva este término compuesto a un oxímoron que trata de reconciliar dos categorías aparentemente irreconciliables?
Desde una primera mirada superficial, las categorías de revolución y conservadurismo se nos muestran como términos contrarios y conflictivos, en tanto la idea de conservadurismo nos remite a una esencia inmovilista, enemiga de los cambios, amante del orden y la seguridad, mientras que lo revolucionario, a una idea dinámica y de movimiento perpetuo, más afín a la subversión (que a la conservación) de un orden establecido, para la construcción de uno nuevo en su lugar.
Sin embargo, este movimiento cultural y político (la Revolución conservadora) surge como respuesta auténtica, precisamente, a las falencias de una conceptualización purista de estas categorías, del conservadurismo y el tradicionalismo clásico, que por su tendencia inmovilista quisieron preservar hasta lo injusto; y de los excesos de las experiencias revolucionarias, que por su extremismo quisieron justificar hasta la violencia más inhumana.
1. Conservadurismo y Tradicionalismo
Cabe efectuar una breve conceptualización de las categorías propias de nuestro marco teórico, antes de entrar a tallar en el tema que nos convoca, en ello, la diferenciación entre conservadurismo y tradicionalismo. Al respecto, se dirá, ¿Qué surgió primero? ¿El tradicionalismo o el conservadurismo? Entendidos como sistematización de ideas y acciones concretas; antes de la Revolución francesa, el término conservador no existía, y la traditio romana no hace alusión a un conjunto de valores a preservarse sino hasta 1376[2]. Por otro lado, no es sino hasta 1796, es decir, 7 años después de la Revolución francesa, que es utilizada por vez primera la palabra conservateur [3], pero es en 1819 (de la mano de Rene de Chateaubriand), que la palabra adopta su significado clásico, como aquella persona que se muestra contraria al ideario de la Ilustración y la Revolución francesa, punto de conexión entre conservadores y tradicionalistas clásicos.
Por lo expuesto, tanto conservadurismo como tradicionalismo, entendidos como sistematización de ideas y acciones concretas que abogan por la conservación de principios que se consideran válidos para todas las épocas y de la tradición de un pueblo, respectivamente, surgen en respuesta a la experiencia de 1789, y es en este escenario, donde todo conservador era tradicionalista y todo tradicionalista era conservador, es por ello que se habla del tradicionalismo como un conservadurismo fundamental (Dugin, 2016).
La ruptura o quiebre entre conservadurismo y tradicionalismo, se produce con el acercamiento del conservadurismo al liberalismo, a mediados del siglo XIX, y hace que a la fecha no todo conservador sea tradicionalista. Pero en sí, todo tradicionalista es conservador, en tanto busca conservar lo que hay de inmutable en las tradiciones de los pueblos, aunque los tradicionalistas busquen desligarse plenamente de esta categoría al considerar al conservadurismo como un hijo más de 1789, lo cual es una verdad a medias que solo se cumple para la rama liberal del conservadurismo. Para una profundización más al respecto, recomendamos los trabajos de Klaus Von Beyme y de Jose Antonio G. De Cortázar y Sagarmínaga[4]. Sin perjuicio de ello, la diferencia entre estos conceptos es de carácter estructural, y reside en el grado de aceptación de los principios de la revolución de 1789. Mientras los tradicionalistas clásicos rechazan firmemente toda la modernidad y por ende los productos de la experiencia de 1789 (Lamennais, Bonetty, Bautin), en los conservadores clásicos se produjeron matices que dieron lugar a 3 ramas, la de los ultras o conservadores tradicionalistas (Chateaubriand, De Bonald, De Maistre) donde es neurálgica la categoría de «contrarevolución», rama más cercana al tradicionalismo clásico; la de los conservadores liberales o conservadurismo liberal[5] (Edmund Burke), y la rama del conservadurismo autoritario (Hegel).
Esta ramificación aun es válida para la gran parte de latitudes, dando paso a una mayor sistematización de estas ideas, siendo que en la contemporaneidad se tiene p.ej, y solo como ejemplos, que no pretenden ser por ello una lista restrictiva: el tradicionalismo conservador de Plinio Correa de Oliveira; el conservadurismo liberal de Kirk y el conservadurismo autoritario de Carl Schmitt.
2. La Revolución conservadora alemana y sus principales corrientes
En el intermezzo entre la primera y la segunda guerra mundial, gran parte del conservadurismo se hizo revolucionario, mostrándose como un rechazo tanto al conservadurismo como al tradicionalismo clásico, así como a las experiencias revolucionarias de violencia desmedida, surgiendo así varias corrientes de pensamiento, hasta cierto punto contradictorias entre sí, pero con un ideario definido y con estromas comunes. Se ha dicho que esta corriente tuvo un papel predominante en el surgimiento del nacionalsocialismo hitleriano, pero como veremos de un breve examen de sus características consustanciales, y si bien hay ciertos puntos de conexión, poco tiene que ver la Revolución conservadora con el movimiento de Hitler o con el fascismo italiano de Mussolini, a pesar de que no es novedad que muchos de sus pensadores se sintieron atraídos a estos movimientos, pero de aquí a generalizar y tipificar a la Revolución conservadora como una corriente proto-nazi o proto-fascista, atingencia efectuada igualmente por Tudor (2015), es un conclusión sesgada, en tanto recordaremos que un revolucionario conservador, el teniente coronel Claus Von Stauffenberg, es el que al final estaría detrás del atentado del 20 de julio de 1944 que pretendió asesinar a Hitler. Por lo que la relación entre revolucionarios conservadores y estos movimientos tiene muchos matices. Lo cierto es que las corrientes de este movimiento revolucionario conservador han influenciado tanto a pensamientos de izquierda como de derecha.
Es preciso antes de continuar, brindar una definición de lo que se entiende por revolucionario conservador, como epígono de la Revolución conservadora. Al particular, refrendamos la interpretación de la obra de Moeller Van Den Bruck por parte de Lucian Tudor, que también es compartida por Alain de Benoist y Sebastian Lorenz, en donde se define al conservadurismo revolucionario como el reconocimiento, preservación o restauración de los valores eternos y principios, mientras se descartan ideas y prácticas pasadas anticuadas o irrelevantes, asimilando nuevas ideas en su lugar.
Dentro de las principales corrientes que se enmarcaron dentro de esta definición, se pueden reconocer a las siguientes:
2.1. Socialismo conservador de Johan Plengue, Paul Lensch, Arthur Moeller Van den Bruck, Werner Sombart, Hans Zehrer, Ernst Junger, Ernst Niekisch, Bruno Von Salomon y Ernst Von Salomon. Con fuerte contenido de una tradición germánica del socialismo no-marxista, el Kathedersozialismus y el socialismo cristiano (tanto católico como protestante), que sustenta una forma de socialismo, que se reconcilia con valores nacionalistas y conservadores, con énfasis en una visión corporativista de la economía y una promoción de la unidad nacional por sobre la lucha de clases.
2.2. Integralismo Volkisch de figuras como Hans Freyer, que se sustenta en la categoría de Volk o pueblo, se caracterizó por una crítica a la sociedad capitalista liberal y a su teoría individualista, proponiendo la construcción de una sociedad concebida como un todo interconectado, en donde las personas no existen como seres individuales sino como partes de un todo, formando así el sentido de comunidad orgánica, en donde se restaurase un correcto entendimiento del significado colectivo de la vida.
2.3. Tradicionalismo cristiano radical de Othman Spann y Edgar Julius Jung. Esta corriente se sustentaba netamente en una visión religiosa de la existencia humana, en donde el cristianismo, la ética social católica, el principio de autoridad y de jerarquía son las bases de la armonía social. Por ende, abogaba por el establecimiento de un Estado monárquico, regido por dichos principios y una organización corporativista de la economía.
2.4. Pesimismo cultural o Kulturpessimismus donde destaca Oswald Spengler, y en donde se hace énfasis en el rechazo de la idea de progreso como avance lineal, abogando por una visión cíclica de la historia.
2.5. Filosofía política y de la guerra, con Carl Schmitt, Karl Haushofer, así como Werner Sombart, Hans Freyer y Ernst Junger. El desarrollo en estas aristas de la filosofía, en la Revolución conservadora, se caracterizó por una profundización del concepto de lo político como distinción amigo-enemigo, principalmente de la mano de Schmitt, seguida de una crítica de la democracia liberal; respecto a la guerra, se la conceptualizo como algo inevitable, con efectos negativos, pero que también cumplía una función social integradora que contribuía con un sentido positivo de comunidad y otorgaba conciencia política.
3. Conservadurismo revolucionario y Crisolismo
Ciertamente el crisolismo no puede ser tipificado como conservador o tradicionalista (al menos no en sus variantes petrificantes, sino dinámicas, conforme a lo visto), porque es una ideología socio-política científica revolucionaria, pero no podemos negar el hecho que hay una fuerte influencia del conservadurismo revolucionario en el crisolismo, en tanto ha heredado su visión integral-holística, de aquella visión que busca una reconciliación entre ideas aparentemente contradictorias como el socialismo y el nacionalismo, así como de categorías como progreso y tradición. En este sentido, el crisolismo es un nacionalismo revolucionario.
Es por ello que el crisolismo es ajeno al conservadurismo y al tradicionalismo clásicos, que aun cuenta con no pocos epígonos a la fecha, en tanto concibe de la misma forma que los revolucionarios conservadores, que estas ramas clásicas cayeron en un reaccionarismo vacío. Reaccionarismo que también era aborrecido por los revolucionarios conservadores y en el siguiente sentido:
«...esencialmente un reaccionario es alguien que cree en una total restitución de las formas pasadas. Es decir, busca revertir la historia y traer de vuelta todas las prácticas antiguas, independientemente de si son realmente buenas o malas, porque cree que todo lo del pasado era bueno….mientras un reaccionario busca revivir totalmente las formas del pasado, los conservadores entienden cómo funciona realmente el mundo. Las sociedades evolucionan y por lo tanto, cambian algunos valores y tradiciones, pero al mismo tiempo ciertas tradiciones y valores no cambian o no deben cambiar» (Tudor, 2015).
Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 94 del 28.06.2019». Diario La Verdad.
Notas
[1]Es innegable la presencia de ideas conservadoras y tradicionalistas en la izquierda, desde una interpretación marxista claro está, p.ej en la Rusia de Stalin, en la Rumania de Ceausescu y la Yugoslavia de Tito, y de forma más actual en Corea del Norte, manifestadas en una actitud defensiva ante las influencias culturales foráneas, seguida de una fuerte valoración de la cultura local. Al respecto: «Los valores que se cristalizan definitivamente en el símbolo que Stalin constituye, son el patriotismo, la idea de gran potencia, la naturaleza patriarcal del régimen y el conservadurismo» (Rojas, 2016:131).
[2]NDHE (3.1), I. Fernández de Heredia, Historia troyana (traducción J.Manuel Cacho Blecua, 2003).
[3]Bonald, L. de: Théorie du pouvoir politique et réligieux dans la societé civile (1796), en Oeuvres, 2 vols., Le Clere, París, 1854.
[4]Ver.: KLAUS VON BEYME, El Conservadurismo. En: Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), Numero 43, Enero-Febrero 1985 & DE CORTÁZAR y SAGARMÍNAGA G., José Antonio, El Conservadurismo y su Visión de la Historia. pp. 751-794.
[5] No confundir con liberalismo conservador, que es una tendencia del liberalismo (principalmente en su forma de neoliberalismo) de adoptar ideas conservadoras en lo social, manteniendo su principal enfoque interpretativo liberal en lo económico, y que se desprende de las praxis políticas de varios gobiernos, como p.ej. el Fujimorismo en Perú, el Pinochetismo en Chile y el Bolsonarismo en Brasil. Sin perjuicio de existir, como en efecto existen, algunas similitudes entre diversos planteamientos de ambas posturas (particularmente las referidas al elemento conservador). Mientras el Conservadurismo liberal tiene una consolidación teórica, el Liberalismo conservador es una praxis política, y en ello más un discurso político que una teoría política.
Referencias bibliográficas
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TUDOR, Lucian. (2015). «Arthur Moeller Van Den Bruck: bases para un conservadurismo revolucionario». Traducción por Sebastián Vera. Círculo de Investigaciones Pancriollistas.
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