Hacemos un alto a los temas que nos convocan siempre, ya sea por contexto o por sugerencia de nuestros lectores, para efectuar un breve homenaje al pensamiento de un grande de la filosofía de nuestra américa continental, que para mala suerte y nuestro pesar, contrajo el ya conocido virus que azota al mundo en la presente pandemia en curso.
Nuestro maestro que fuera hospitalizado en la Clínica Güemes (Salta, Argentina), y después de un tiempo de incertidumbres respecto del diagnóstico, pudo librarse con bien y retornar a su hogar el 2 de julio del presente, por lo que compartiendo la alegría de su familia, y de todos los que en América y particularmente en Perú, le conocemos y le queremos mucho, se nos hace imperativo e infranqueable pues, recordar sus contribuciones teoréticas al pensamiento americano sin antes mencionar un poco sobre su persona.
El profesor y filósofo argentino Alberto Buela, en toda su humildad, nunca se ha llamado a si mismo filósofo, a pesar de contar con licenciatura por la Universidad de Buenos Aires, y maestría y doctorado al respecto por la Universidad Sorbonne de Paris, haber publicado más de 200 artículos académicos en el extranjero y una veintena de libros, tanto sobre filosofía clásica y contemporánea, como sobre política, geopolítica y metapolítica. A ello se aúna su trabajo de difusión del pensamiento filosófico americano en el tiempo que fuese fundador y director de la revista DISENSO desde 1994 a 1999. Con este proyecto, además de significar la reivindicación de ideas propias del continente americano en el plano metodológico, defendiendo la correlación entre pensamiento, historia y política. En el plano doctrinario, Disenso, en propias palabras de Buela (2011), hizo suya la conclusión nietzschesiana que señalaba que la influencia del pensamiento sobre el pensamiento era la mejor arma y el principal motor de los procesos históricos.
Así se rescató la singularidad creativa de nuestra América, de nuestra ecúmene cultural, a través de sus autores relegados por el tiempo, citando algunos de una larga lista donde se encuentran los peruanos Alberto Wagner de Reyna y José de la Riva Agüero, pasando por los argentinos Nimio de Anquin y Saul Taborda, a los que se aúnan tanto otros.
A pesar de estos logros y méritos, y de su constante y arduo trabajo al día de hoy, nuestro pensador decide autodenominarse como arkegueta, que significa aprendiz constante. Esta clara demostración de sabiduría, nos hace evocar la teoría del honor en el derecho civil, y la clásica distinción entre el honor subjetivo y el honor objetivo.
El honor subjetivo está caracterizado por la autopercepción del sujeto respecto de sí mismo, o lo que de acuerdo con autorizada doctrina implica, la autovalorización o el sentimiento de aprecio que la persona tiene de sí misma, de su propia dignidad, y es por ello que a este honor subjetivo le llamamos honra. Mientras que el honor objetivo, por su parte, se constituye como la valoración que hacen otros de la personalidad ético-social de un determinado sujeto, es decir, es la persona a través del prisma y la mirada de otros por sus actos, fama y buen nombre, y por ello a este honor objetivo se le llama reputación.
Así tenemos que mientras nuestro maestro es arkegueta para sí mismo, es filósofo para los demás por sus propios méritos, fama y buen nombre, y precisamos ello ante el fenómeno contrario y común de filósofos profesionales que con diploma en mano, no contribuyen a la difusión y/o al enriquecimiento del pensamiento, o por otro lado: «…nosotros que en cuarenta años de hacer filosofía nunca hemos caído en la categoría de impenitentes viajeros internacionales de la filosofía como sucede con ciertos colegas que van de congreso en congreso, hablando por hablar sin decir que nada es verdadero ni nada falso, en una avidez de novedades que los lleva a una existencia impropia de ellos y a quienes los padecen escuchándolos (Heidegger dixit)» (Buela, 2009:X).
Visto lo expuesto, sobre el pensamiento de nuestro maestro, podemos decir que está conformado por cuatro grandes temas que siempre le han interesado, en ello: (i) metapolítica, (ii) teoría del disenso, (iii) teoría de la virtud y (iv) la América como lo hóspito.
De los dos primeros temas ya hemos tratado hondamente, mientras que respecto del tercero no nos será posible abarcarlo en la presente dada su extensión, lo cual dejaremos para otra oportunidad, sin antes recomendar la lectura de la completa obra que tiene Buela al respecto en sus «Estudios Griegos». Dejándonos carta libre para tratar el tema de la América como lo hóspito.
En un ensayo intitulado «América como lo otro», Buela parte de la meditación del politólogo italiano Marco Tarchi quien al referirse a nuestra ecúmene cultural lo hace con el denominativo de “lo otro”. Ante ello nuestro maestro se pregunta:
«Y, ¿Qué significa ser lo otro en este caso? En primer lugar que somos diferentes al angloamericano. Pero al mismo tiempo compartimos con ellos el carácter de alguien que está en América. Lo hóspito como ser de América nos es común» (Buela, 2011: 80).
Si lo inhóspito es lo poco acogedor, lo poco grato, lo incómodo. Lo hóspito es la realidad más cercana que por ser próxima nos acoge de forma directa, es decir, es nuestro suelo, nuestro ser, nuestra mismidad diferenciante y que al mismo tiempo se nos muestra como la alternativa a esa otra América (la del Norte). En ese sentido:
«Ser otro es ser diferente, pero al mismo tiempo es coparticipar con “los otros” (europeos y angloamericanos) del carácter de “alguien”. En definitiva, hemos superado el carácter de “algo”, de cosa, que nos atribuyera Hegel al comienzo del siglo XIX. Y no es poco» (Buela, 2011: 81).
Esta coparticipación solo puede darse en efecto con un re-conocimiento de nuestra esencia americana, es decir, de nuestra contribución al ámbito universal tanto en lo socio-político y lo cultural: «Y ¿por qué somos reconocidos como “lo otro” dentro del universo del discurso de Occidente? Porque a pesar de todos los males padecidos logramos “abrir un mundo”, instauramos una totalidad de sentido, encarnamos una visión análogamente diferente de la europea y la norteamericana. Somos una cosmovisión actuante en la historia» (Buela, 2011:82).
Bajo lo expuesto nosotros diremos que, la América como lo hóspito encierra recuperar no solo nuestra reputación (honor objetivo, nuestro justo lugar en el concierto de naciones), sino y sobretodo nuestra honra (honor subjetivo, nuestra propia valoración, recuperar el amor pleno a nuestra historia, a nuestro acervo cultural, a nuestra síntesis viviente entre lo hispano y lo ancestral derivado de un aprendizaje constante de nuestra propia naturaleza. Aprendizaje que se ve amenazado constantemente por ideas disociadoras).
Saludamos a nuestro maestro y le deseamos salud, ya que son pocos los filósofos en los que vida y pensamiento, ser y obrar, confluyen en una sola unidad indistinguible. La (latino, ibero, hispano, sud, indo, etc) América ecúmene llegará a su máxima expresión si se concibe a sí misma como América arkegueta.
Referencias bibliográficas
BUELA, Alberto. (2011). «Teoría del Peronismo». Secretaría de la Cultura de la Nación. Editorial Docencia.
BUELA, Alberto. (2011). «Metapolítica II: La Implantación de los Nacional y el Disenso». Secretaría de la Cultura de la Nación. Editorial Docencia.
BUELA, Alberto. (2011). «Senderos Filosóficos». Secretaría de la Cultura de la Nación. Editorial Docencia.
Bibliografía
ESPINOZA ESPINOZA, Juan. (2008). «Derecho de las Personas». Editorial Rhodas.
Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 168 del 06.07.2020». Diario La Verdad. Lima, Perú.
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