No es novedad que en el Perú tenemos un déficit de profesionales especializados en salud mental, para ser más precisos, existe un psicólogo clínico por cada 10,000 habitantes, mientras que todo el país tiene menos de 1,000 psiquiatras (UAP, 2016). A ello un informe de la Contraloría (2019) aúna que de una inspección de más de 2500 colegios, el 89% carecía de psicólogos, debido a una falta de presupuesto en el sector educación a este respecto.
Mediante la presente intentamos poner al alcance un conocimiento sin dudas especializado, pero que por su naturaleza viene bien en que esté a disposición para los fines que se estimen convenientes, y ante el escenario ya denotado. En el terreno de las ciencias médicas, especializadas en el tratamiento de enfermedades mentales y patologías psíquicas, hay un ámbito que se resiste aún al completo refrendamiento y previsibilidad de los conocimientos científicos, un lugar oscuro para muchos psiquiatras, psicólogos y terapeutas, en tanto simboliza los misterios del enorme entramado de experiencias y vivencias que es el ser humano, y que muchas veces se manifiestan en los peores cuadros clínicos producto de experiencias traumáticas –que generalmente implican abusos sexuales y físicos en la infancia (Draijer & Langeland, 1999)–; sin perjuicio de ello, nada teme el especialista en dichos temas, en tanto el carácter objetivo de sus conocimientos, le brindan la seguridad suficiente, o lo que es lo mismo, la idea de que todo tiene una explicación racional, y de que existe una etiología –o puede encontrarse una– que encierre el secreto de la curación del paciente, por más bizarra y horrible que esta se muestre. Haciendo clara referencia a los casos vinculados a los llamados Trastornos Disociativos o Dissociative Disorders, en función al actual DSM-V o Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales de la American Psychiatric Association.
De acuerdo a dicho Manual, y a aceptada teoría psicopatológica, el Trastorno Disociativo o Desorden Disociativo, es una perturbación en la integración de la identidad, la memoria o la conciencia (Gerring & Zimbardo, 2005), o más precisamente, una interrupción y/o discontinuidad en la integración normal de la conciencia, la memoria, la identidad propia y subjetiva, la emoción, la percepción, la identidad corporal, el control motor y el comportamiento (DSM-V,2014), que puede manifestarse en múltiples formas, desde la (i) disociación con amnesia/fuga; (ii) el trastorno de despersonalización/desrealización o DD; (iii) el Trastorno de Identidad Disociativo o TID y/o Desorden de Identidad Disociativo o DID; (iv) Otros Desórdenes Disociativos Especificados o DDOS; hasta finalmente (v) los Desórdenes Disociativos No Especificados o DDNOS.
(Nótese que el gráfico muestra un primer tipo de disociación llamada normal, su adscripción al espectro es solo para efectos explicativos, en tanto se sobreentiende que al ser un tipo de disociación normal, no se configurará precisamente como una patología, en tanto significa que el individuo en situaciones y contextos diferentes, actuará y se desenvolverá de forma diferente, ello como expresión de una sola personalidad –la del sujeto cognoscente–, que definitivamente no ocasionará la aparición de otras personalidades para cada situación en particular, esto último ya sería un síntoma de disociación anormal, ahora sí, dentro del espectro patológico) Caben efectuar unas breves aproximaciones propedéuticas sobre la esenciología del Trastorno de Identidad Disociativo y su diferencia con los demás tipos de disociación. El TID, más conocido como Desorden o Trastorno Múltiple de la Personalidad o MPD, en un trastorno mental disociativo, puesto que se produce una disociación o desconexión entre factores psíquicos que generalmente deberían están conectados –por ejemplo, la acción de haber participado en una fiesta, debería estar conectada con el recuerdo de la misma–, pero que por hechos traumáticos, y como un mecanismo de defensa del paciente, se desconectan. Esta desconexión, dentro del espectro disociativo, puede llevar a la creación de amnesias, flashbacks despersonalizantes, o de una personalidad o personalidades, que como un fotograma, se encuentran atrapadas en un hecho traumático. Al respecto, precisamos:
Si se generan amnesias estamos ante la amnesia disociativa; si se generan flashbacks en donde el paciente se desconecta de la realidad y se percibe a sí mismo como un observador ajeno a sus mismas acciones, estamos ante la disociación despersonalizante/desrealizante. En cambio, si se produce una fragmentación de la personalidad del paciente, en el que dos o más personalidades distintas existen dentro del mismo individuo, contrastando las demás personalidades con el yo original, con una identidad, un nombre y un patrón de conducta únicos, estamos frente a un trastorno de identidad disociativo o TID (Gerring & Zimbardo, 2005).
Si tiene algún familiar con estas características, no lo confunda con un caso de patología demonopática –ya que son varios los desórdenes vinculados con la aparente presencia de demonios, en ello, la esquizofrenia y la psicosis–, siendo lo más probable que sufra de algún tipo de trastorno disociativo, por lo que deberá consultar con los especialistas correspondientes (psicólogo clínico y psiquiatra). Referencias bibliográficas DRAIJER, N., & LANGELAND, W. (1999). «Chilhood trauma and perceived parental dysfunction in the etiology of dissociative symptoms in psychiatric inpatients».American Journal of Psychiatry, 156, 379-385. GERRING, Richard J. & ZIMBARDO, Philip G. (2005). «Psicología y Vida». Pearson Educación. México. AMERICAN PSHIQUIATRIC ASSOCIATION. (2014). Diagnostic and Statistical Manual of Mental DisordersAMERICAN PSHIQUIATRIC ASSOCIATION. (2014). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders–Fifth Edition. Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 134 del 24.01.2020». Diario La Verdad. Lima, Perú.
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