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Foto del escritorIsrael Lira

Castillismo vs Fujimorismo

Actualizado: 6 jun 2021



El anti-fujimorismo y el anti-castillismo (barnizado de anti-comunismo) están in crescendo como es de costumbre en un contexto como el presente. Pedro Castillo (y Perú Libre) no es santo de nuestra devoción (comentarios y críticas constructivas a su ideario que ya hemos hecho largo y tendido), pero es jocoso (y en algún sentido preocupante) como su figura ha sacado lo peor de los peruanos, sobre todo de Lima: el racismo, el clasismo, la alienación y los complejos de superioridad. Actitudes que se resumieron en el debate del sábado en Chota, y en la frase de Keiko Fujimori: «He tenido que venir hasta aquí».


Sobre quién ganó ese debate, consideramos que fue Castillo, y no por que haya tenido mejores propuestas o mejor dicción, ya que difícilmente se logran identificar de un racimo de ideas sueltas y genéricas, ideas concretas estratégicas en torno a su enfoque de gobierno. Sino por una cuestión de ventaja técnica preexistente, ya que apenas uno empezaba a tomar atención a las ideas de Keiko, estas se quebraban abruptamente cuando palabras como «delincuencia» y «lucha contra la corrupción» se integraban a su discurso (cuestiones que Castillo no dudó en utilizar a su favor, y que Keiko pudo haber reaccionado mejor con las alusiones a la corrupción de Vladimir Cerrón, carta que no explotó lo suficiente).


A ninguno se les entendía bien de lo que estaban hablando, en el sentido que se reconocía un tufillo demagógico en ambos, pero ciertamente a quien se le creía menos es a la candidata Keiko Fujimori, porque al menos Castillo tenía el beneficio de la novedad de su carrera política, y ello es lo que también le aunó puntos a su favor.


Otra ventaja de Castillo sobre Keiko es que la narrativa de Castillo fue apelar al pueblo, fue un populismo (en su sentido positivo elogioso como discurso que refleja aspiraciones populares mediatas) directo, con un lenguaje dirigido a las grandes masas que no entienden de tecnicismos. En cambio, Keiko (que por mucho tiempo usó herramientas populistas, no pudo en esta oportunidad conectar con el pueblo de Chota debido a que su alcance) tuvo claramente un discurso para Lima, lo que generó abucheos de: «Ya no te creemos…».


Cabe comentar también el último debate que se dio en la ciudad de Arequipa, en donde claramente esta ventaja técnica que le asistió a Castillo en Chota, ya no fue suficiente, sino que en esta oportunidad se tenía que demostrar que, a pesar de los cortos tiempos, se era capaz de ordenar el discurso y plantear propuestas puntuales, en lugar de mostrarse repetitivo y con consignas más propias de una narrativa propagandística que de un discurso de gobierno, y que, al contrario de dar una sensación de seguridad, develaron una improvisación garrafal que es ya generalizada en la política peruana.


Esas son nuestras impresiones en torno a este tema, ahora pasemos a cuestiones más domésticas del debate diario entre los anti-castillistas y los anti-fujimoristas.


Desde posiciones razonables centradas en la defensa del modelo económico y la Constitución de 1993 hasta posturas vulgares como la alusión a un futuro Perú como Venezuela o Cuba que desemboca en la justificación de las desigualdades en el típico axioma de: «…el pobre es pobre porque quiere». Estas últimas posturas son precisamente una muestra de la nula cultura política y económica que tenemos los peruanos, lo que hace más difícil que posturas extremadas puedan llegar a un acuerdo, que sea más fácil que tomemos decisiones políticas equivocadas, y, sobre todo, que no pueda generarse una cultura de la empatía, de comprender al otro y su tragedia.


Independientemente de ello, la realidad empírica es innegable, ante una intención de voto del 41.5% para Pedro Castillo y un 21,5% para Keiko Fujimori para esta segunda vuelta (IEP, 25.04.2021) y que, sin perjuicio de la actualización de estas estadísticas, la intención de voto para Castillo sigue siendo predominante (44% para Castillo, 34% para Keiko, Datum, 29.04.2021).


Las cosas ya parecen decididas, sin embargo, el resultado definitivo se verá no en las encuestas, sino, en las urnas, aunque esta información solo nos sirve para darnos una somera idea de las cosas, y de que votando viciado, el resultado no variará mucho. Aún así, todos estamos en nuestra plena libertad de votar por un candidato o viciar nuestro voto, asumiendo las consecuencias políticas y morales del ejercicio de nuestro derecho político.


Por los políticos, al igual que los filósofos, hay que sentir una simpatía hipotética, porque no se sabe en qué momento pueden cambiar su discurso o con sus actos tirar por la borda la consecuencia que les caracterizó en un inicio.

Somos parte de un sector de peruanos que estamos inconformes con el sistema en general, tanto políticos y partidos, sin embargo, esto no nos impide reconocer en la figura de Pedro Castillo una personalidad que es propia de su tiempo, del tiempo peruano presente. Castillo es un fenómeno que se da en el Perú aproximadamente cada 10 años, una persona que quiere hacer algo por el país, conservadora, pero que no tiene mucho conocimiento técnico de las cosas.


En lo mencionado reside su popularidad en la zona interior del país, porque refleja en pequeña escala como somos los peruanos en general, a diferencia de los presidentes tecnócratas. Por ello la identificación de un gran sector popular con su figura ha sido importante. No con la figura de Vladimir Cerrón, ni necesariamente con Perú libre ni mucho menos con el espectro de izquierda, necesariamente. Porque a nivel popular y más aún rural, a un campesino peruano poco le importa de qué color es tu pensamiento, la identificación es más personalista, y esta es otra razón por la que las esperanzas de cambio se han personificado en Castillo, y otro motivo por lo que el argumento de los gobiernos regionales de izquierda y su ineficiencia (para tratar de extrapolarlos a una futura administración de Castillo) también cae de suyo (porque se sabe que sea de izquierda o de derecha ambos son plausibles de ineficiencia e ineficacia en el Perú). Y es que el tema es el siguiente:


Nuestra derecha solo administra, pero no planifica, pero eso tampoco quiere decir que nuestra izquierda sea mejor, la percepción por lo general es que no es una buena administradora. Pero dentro de esto hay una enseñanza trasversal.


Tal vez en su sencillez el campesinado peruano tenga las cosas más claras que un peruano limeño, de que la cuestión es que China siendo un país de izquierda es una potencia emergente y que Singapur siendo un país de derecha también lo es, y de que el problema no necesariamente se remite a una cuestión de enfoque político (también relevante sin lugar a dudas), sino que cualquiera que sea tu enfoque este puede degenerarse de igual forma por una paupérrima calidad del recurso humano y de gestión. No solo es la ideología, sino también las personas. Una persona de izquierda puede ser igual de trabajadora, buen padre o madre y ejemplo de ciudadano que una persona de derecha.


Los anti-castillistas alegan: «él no está preparado para llevar las riendas del país…». La pregunta es: ¿Qué pasó cuando gente preparada si llegó al sillón presidencial? Los presidentes de lujo como se decía. Eso comprobó que no necesariamente capacidades profesionales equivalen a capacidades morales, por lo que el argumento de la preparación (aunque en efecto relevante para la dirección gubernamental y política de una nación), ya no tiene el mismo peso que antes en nuestro escenario presente, en donde parece que tanto preparados como sin preparación pueden degenerarse en el camino.


La exigencia ahora se ha volcado a la balanza de las capacidades morales por sobre las profesionales, pero este también es otro extremo insano por el que la población está apostando como una mera reacción al contexto de fatiguismo político.


Por otro lado, también se ha basado el temor razonable en las ideas del programa de Perú Libre, documento que ya hemos criticado en su oportunidad, sin embargo, aunque especulaciones plausibles, no dejan de ser especulaciones. Castillo tendrá serías dificultades en sacar adelante proyectos legislativos inspirados en dicho programa dada la fraccionada composición del Congreso que será el principal filtro y obstáculo para ello. Asimismo ¿Ustedes creen que la gente de provincias se quedará sentada si se deterioran sus condiciones de vida? O en Lima: ¿Que la gente se quede tranquila por una extensión del periodo de mandato sin aprobación popular? Aquí Castillo no tiene el apoyo de las Fuerzas Armadas, como por ejemplo muchos que comparan un posible giro chavista. Hugo Chávez entro al poder por un golpe de Estado y generó un vínculo estrecho con el Ejército. Esto último es nulo en Castillo. Así que, y esta es nuestra hipótesis, los cinco años del Gobierno de Castillo (de ganar la segunda vuelta) pasaran más rápido de lo que ustedes se imaginan y posiblemente en 2026 veamos ganar a Rafael López Aliaga si la gestión de Castillo es mala.


Asimismo, una campaña de paneles se vio en Lima con frases como: «protege tu trabajo y libertad, no al comunismo», «ganar más por mi esfuerzo, es ser libre», «piensa en tu futuro, no al comunismo». De todas estas frases de cuño psicologista, la segunda es la típica más aludida para justificar la inherente desigualdad socioeconómica del Perú, que se basa a su vez en la desigualdad de oportunidades. Es decir, no enfrenta el problema, lo esquiva y hasta lo normaliza. Pero lo más vergonzante no es esto, sino que la respuesta a estos paneles derivó en varias reacciones en las redes sociales. Una en particular fue poner en una misma imagen uno de estos paneles y otra en donde se graficaba un asentamiento humano con una clara manifestación de pobreza, y en donde las fachadas de varias precarias viviendas tenían estampada propaganda de Fuerza Popular. La respuesta a esto fue ciertamente vomitiva, no hay otra forma de describirla: «Ah, mira tú. Invasiones causan miseria y pobreza y esta se vuelve una cadena cuando el sujeto tiene entre 5 a 7 hijos» (Comentario de un usuario en redes sociales, 27.04.2021).


El comentario en mención (que prácticamente se resume en: «el pobre es pobre porque le gusta y quiere seguir siendo pobre») es una clara muestra de la nula cultura política y económica a la que hacíamos alusión hace unos instantes, y que por ello no puede efectuar análisis más complejos, negando el hecho que en el Perú tenemos una cadena de pobreza: las invasiones de terrenos vienen de una falta de acceso a la propiedad inmobiliaria y eso viene de una falta de capacidad para generar crédito, y eso viene de una baja capacidad adquisitiva, y eso viene de una falta de estabilidad laboral, y eso viene de un crecimiento económico sin igualdad de oportunidades…etc, etc, hasta llegar a las políticas económicas gubernamentales y al mismo modelo económico. Cuestiones que, aunque a veces nos parezcan inconexas, todo es una concatenación de eventualidades que guardan relación entre sí, si lo vemos desde un punto de vista socioeconómico integral. Por lo que la variable de una falta de planificación familiar en las familias pobres es una constante (en efecto, también a considerar, pero) accesoria, a la que no se puede reducir la problemática de la pobreza, que es un preocupación sistémica.


Por todo lo expuesto, mientras las críticas a Castillo sigan por el lado del terruqueo, de una lógica sacada de una mentalidad de la Guerra Fría (capitalismo bueno, socialismo malo, izquierda mala, derecha buena), del racismo, del clasismo, de los complejos de superioridad (por parte de los que votaran por Keiko) lo único que harán es provocar un aceleracionismo desmedido cuyas consecuencias ya se están reflejando en las encuestas (y que en cierta forma dan razón a ese gran sector de la población que votará por Castillo) y que sólo serán reafirmadas en las urnas.


En lugar de una reacción vacía, es mejor tratar de comprender y entender. Entender al otro, a ese otro peruano que para muchos limeños es lejano. Alejado por las políticas de los gobiernos de turno. Cuando como peruanos comprendamos la tragedia del otro que por ello es tragedia común, ahí recién nos unificaremos como un solo pueblo, poniendo fin a las grandes polarizaciones y haciendo un frente único contra la desigualdad y la corrupción, génesis de todos nuestros males como país.


Finalmente, antes de que algún anti-castillista nos tilde de castillistas (que ya lo han hecho), es preciso señalar que con este análisis solo estamos describiendo el contexto presente y nos citamos: «Somos parte de un sector de peruanos que estamos inconformes con el sistema en general, tanto políticos y partidos», y eso implica que ni Keiko ni Castillo nos inspiran confianza, pero entendemos el porqué, es decir, la razón, por la que Castillo ha logrado la popularidad que tiene en el interior. Que entendamos el porqué, no quiere decir adhesión necesariamente, sino algo más profundo: empatía política, que es abrazar la tragedia común y hacerla nuestra. De que este porqué debe llamarnos fuertemente la atención de que, si no hay reformas que auguren grandes transformaciones, en lugar de esa tonta actitud inmovilista de no querer cambiar nada, seguirán gestándose en reacción a esa actitud, opciones radicales, para que después los mismos tontos que dijeron, «no cambiemos nada que todo siga igual…», se asusten y se pregunten después «porqué pasa esto…».


Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 218 del 03.05.2021». Diario La Verdad. Lima, Perú.

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