Gustavo Bueno, filósofo español, estandarte del materialismo filosófico y de la teoría del cierre categorial, controvertido por su postura frente al catolicismo (en lo que en propias palabras de este pensador que se autodenomina como un ateo-católico), nos brinda alcances interesantes en torno a la historia como ciencia, y de que esta se construye en función a un presente fisicalista, es decir, en función a ruinas, vestigios, documentos, monumentos, etc que se encuentran en nuestro presente factual (en tanto hallados, encontrados), a los cuales el categoriza como reliquias.
La reliquia se constituye así en el correlato empírico de las ciencias históricas, abandonando la concepción ingenua que la historia es ciencia del pasado. La Historia nos dice Bueno, se hace desde el presente, y en ello, desde las reliquias, ergo, la ciencia histórica se apoya, exclusivamente sobre las reliquias que como tal son objetos corpóreos fabricados por sujetos pretéritos, sino iguales al menos similares a nosotros. Así hay reliquias de piedra, reliquias de metal, etc.
El problema de conceptualizar a la historia como ciencia del pasado, se nos presenta cuando concebimos a las reliquias como testimonios del pasado mismo, y las desvinculamos de su contenido presente, llevándonos a la falacia de Gardiner, en donde se crea la impresión de que un viaje en el tiempo podría darnos un conocimiento perfecto de una realidad pretérita, pero dado que ello es un imposible, nuestro conocimiento siempre será fragmentario y defectuoso.
Otra problemática viene cuando el concepto de reliquia se desvincula del carácter de epifenómeno humano, es decir, como un producto de la actividad social humana, en donde las reliquias per se son significantes presentes de un significado pasado, pero siempre humano. Al respecto:
«El concepto de “reliquia”, como formación corpórea detrás de la cual está presente, precisamente, el homo-faber de la revolución industrial y este concepto volverá a hacerse borroso cuando alguna corriente del idealismo alemán pretenda reducir la totalidad de las cosas a la condición de posiciones del Yo. La conciencia moderna del hombre se destacará, así, ante todo, por la negación de los ángeles y de los démones. No como la conciencia de un vacío, sino como la conciencia de una actividad fabricadora que sólo puede reconocerse a sí misma en sus propias obras. Por ello, cuando en nuestros días vuelve una y otra vez a hacerse presente la sospecha (o la certeza) de que formaciones importantes de nuestro mundo (desde inscripciones aztecas, hasta ruinas egipcias) no han sido producidas por hombres, sino por extraterrestres, que visitaron la Tierra cabalgando en platillos volantes (Peter Kolossimo, Sendy, etc., etc.), hemos de ver cómo resucitan los antiguos démones y ángeles del helenismo y del renacimiento, y como, lo que aquí nos importa propiamente: el concepto de reliquia, vuelve de nuevo a desdibujarse. Perderán su condición de reliquias, pongamos por caso, las ruinas de Tiahuanaco. El concepto de «reliquias», en cuanto constitutivo del campo de las ciencias históricas modernas, implica la exorcización de los demonios, no sólo de los cuerpos de los hombres, sino de toda la faz de la Tierra, y en todas sus épocas geológicas. En el momento en que una sola de las reliquias que aparecen en ella fuera interpretada como resultado de la actividad fabricadora de un demon (de un «extraterrestre»), el campo de las ciencias históricas perdería su propia estructura, sus propios límites. Y ello, precisamente porque estos límites no se establecen a partir de un corte epistemológico (formas fabricadas por alguien/ formas naturales) sino a partir de un interna percepción de lo que es fabricado por sujetos, similares en todo a nosotros mismos, y en continuidad física (tradición) con ellos. Es la extensión o propagación de esta percepción interna, la que determinará, desde dentro, sus límites, aquello que es natural, como clase complementaria de lo que ha sido fabricado por los hombres o, incluso, por sus predecesores antropomorfos" (Bueno, 1978).
Un complemento a lo mencionado por Gustavo Bueno es que la modernidad como tal no solo implica la negación de los ángeles y de los démones, sino también la construcción de mitoides seculares, p.e: los alienígenas ancestrales. Que encierra una idea en sí, muy cercana al eurocentrismo, en tanto que si se encuentran avances tecnológicos dentro del marco de civilizaciones antiguas no-occidentales y que desafían al conocimiento occidental, no se atribuye esto al conocimiento avanzado de estas sociedades y que aún estamos descubriendo, sino al influjo de algo exógeno y en el extremo de estos planteamientos, no-humano.
Referencias bibliográficas
BUENO, Gustavo. (1978). «Reliquias y relatos: construcción del concepto de 'Historia fenoménica'». EL BASILISCO, Revista de Materialismo Filosófico. pp 5-16. En: http://fgbueno.es/bas/pdf/bas10101.pdf
Notas
BUENO, Gustavo. «Entrevista: Un Ateo Católico».En: https://bit.ly/2qT3b42
Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 127 del 14.12.2019». Diario La Verdad. Lima, Perú.
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