El día lunes 09 de noviembre, el Congreso de la República aprobó la vacancia contra el ahora ex Presidente Constitucional de la República Martin Vizcarra con 105 votos a favor, 19 en contra y 4 abstenciones. Producto de ello y de los mecanismos procedimentales estipulados, el Presidente del Congreso Manuel Merino asumió el cargo de Presidente de la República al día siguiente. La reacción de la población fue casi inmediata, y la movilización popular a la fecha continúa. El país una vez más esta polarizado, entre acusaciones de vizcarrismo a los que no están de acuerdo con una vacancia que, tanto en la palestra popular como en el ámbito académico especializado, se identifica como ilegítima e irregular. Y con señalamientos de funcionales a los intereses de la casta política resumida en el Congreso por parte de los primeros, a los que siempre quisieron ver en Vizcarra la figura de otro corrupto más que debía ser desplazado tarde o temprano. Y es que el tema no se reduce a vizcarristas o funcionales, sino en ver las cosas de la forma más objetiva posible, y entender la reacción popular para evitar caer en dichos denominativos.
Lo que preocupa a la mayoría de la ciudadanía, es la concentración del poder en la figura de Merino, al dar señales de que su accionar tanto a nivel Congresal como a nivel Ejecutivo no estarán convenientemente distanciados. Esta es la razón neurálgica y principal de la reacción popular. Quienes reducen el tema de la protesta como un apoyo tácito a la figura de Vizcarra, pecan de un sesgo cognitivo que debe corregirse, de lo contrario –y bajo el marco ya mencionado y solo en este sentido– si podrían tornarse en reaccionarios funcionales a intereses enquistados y que ven en esta desestabilización una oportunidad para sacar réditos políticos. De igual forma, el ex Presidente Vizcarra ahora es un ciudadano más, y como tal no se escapa de cualquier crítica a su gestión como de verse involucrado en irregularidades (presente o pasadas) que una investigación determine. De acuerdo a esto último, otra preocupación manifiesta de la ciudadanía era que, hubiera una desestabilización gratuita del país generada por el Congreso cuando ya el cronograma para las elecciones había sido fijado. A esto la reacción por parte de un sector también fue muy sesgada, recomendando a la ciudadanía de que se tragara prácticamente su descontento porque era esta misma la que había elegido a este Congreso y la que habíase encontrado a favor de la disolución del anterior. Sin embargo, este enfoque peca de ser altamente errado, porque la realidad política del Perú no deja opciones saludables, o lo que es lo mismo, no existe a la fecha un mecanismo de control político a favor de la ciudadanía ante la pérdida de sentirse representados o defraudados por funcionarios públicos diferentes de alcaldes y regidores (provinciales y distritales) y presidentes regionales (para los cuales existe la figura de la revocatoria).
En ese sentido, la disolución del Congreso anterior se debió a que la sociedad se encontraba plenamente impotente para renovar su representación (ya que a la fecha no existe la figura de revocatoria o renuncia de Congresistas) y opto por el reinicio. El problema es que no contamos con los medios para canalizar la falta de representación, y los que estuvieron a favor del cierre del Congreso y votaron para el nuevo, lo hicieron con pleno conocimiento de la posibilidad que éste podría ser peor que el anterior, lo que a fin de cuentas termino ocurriendo. Por ello la protesta también es una respuesta de la población a la frustración y a la decepción que todo esto genera.
Una situación en donde la ciudadanía tiene que elegir a sus autoridades, pero el recurso humano que los partidos ofrecen (la oferta de políticos) es siempre el mismo, o adolece de incapacidad moral o adolece de improvisación. Escenario que no permite una correcta reinterpretación de la voluntad popular por parte de los actores políticos.
Estamos viviendo la escalada de una crisis de representación de todos los partidos políticos, pero al mismo tiempo la política en sí misma como mecanismo de identidad en la realidad nacional es muy deficiente aún, lo que significa que muy poca gente quiere participar en política en el sistema tradicional de partidos por la mala imagen que estos tienen. Sin embargo, la concientización social sobre política cada día esta incrementado, porque hay un consenso tácito general de la ciudadanía en que se necesita de una renovación total de la política, porque de ello dependen decisiones que al final, más temprano que tarde, y ahora más que nunca, nos afectan a todos en este contexto de pandemia, en donde las políticas públicas sobre salud y economía, son las más apremiantes, y lo que tiene que ver con el Estado, tiene que ver con el Gobierno, y lo que tiene que ver con el Gobierno, es Política. La hora de que ciertas personas se cataloguen como apolíticas por la mala situación de la política, debe terminar, porque es esa misma actitud la que ha permitido que elementos malsanos monopolicen la política para sí y la lleven al estado paupérrimo en la que se encuentra. El futuro reside en la juventud, y esta es la que ha salido a protestar con justa causa.
Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 196 del 13.11.2020». Diario La Verdad. Lima, Perú.
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