Existe una faceta de la economía-política desconocida para muchos, en ello, la doctrina económico-política cristiana de la Iglesia Católica, muy particularmente haciendo énfasis en la sistematización del sacerdote dominico Zeferino González. Dentro de este marco la Iglesia reconoce que en efecto es un equívoco pensar que de economía política solo podemos hablar de la escuela clásica en adelante, dado que es un hecho objetivo que mucho antes de Quesnay, Smith, Malthus o David Ricardo, y en referencia clara a «La República» de Platón, a los tratados «Económica» y «Política» de Aristóteles, o hasta los mismos libros «De Officiis» de Cicerón, así como las obras de Santo Tomas y Egidio Romano tituladas ambas con el nombre de De Regimene Principum, ya trataban temas relativos a economía política.
Bajo las ruinas del sistema mercantil y de la fisiocracia, se levantó el liberalismo clásico de Adam Smith, muy desgraciadamente, refrendando al citado Zeferino (1862:I), ya que ante las fallas de estos sistemas por su excesiva y nefasta visión instrumentalista, era imperativa la construcción de una economía política más humana y solidaria, muy por el contrario, la escuela clásica representó una reafirmación ilustrada, una sofisticación de estos sistemas, y con ello como era de esperarse, la ruptura total y absoluta con todo principio religioso y moral que no congeniase con la nueva forma de entender los procesos económicos bajo óptica individualista y egoísta de mera satisfacción de necesidades sensitivas como criterio base de la riqueza (sensualismo economicista). Es este el gran error de Smith y sus epígonos:
«…es ese espíritu de egoísmo práctico, y esa indiferencia moral y religiosa que domina su sistema; espíritu de egoísmo y de indiferencia que el cristianismo no puede menos de condenar como opuesto a su enseñanza, a su historia y a su misión divina sobre la tierra en favor del hombre y de la sociedad» (1862:I).
Para la Iglesia, desde su particular visión, determinados principios derivados de las enseñanzas de nuestro señor y salvador Jesucristo, y que, aplicados a la ciencia de la economía política, la tornan en verdadera y auténtica. Solo el cristianismo, refrenda Zeferino (1862:II), puede otorgar base sólida, segura y humanista a la economía política, en tanto que:
«La Economía político-cristiana enseña que no es el fin de la sociedad aun considerada en el orden puramente natural y civil, la simple producción de las riquezas, sino más bien su mayor difusión posible entre los hombres, pero con subordinación al bienestar moral. La Economía político-cristiana no sacrifica la prosperidad y riquezas de los individuos a la riqueza y prosperidad de las naciones, sino que procura conciliar la prosperidad de las naciones con el bienestar del mayor número posible de individuos; atiende con marcada predilección a las clases indigentes, y enseña que no debe procurarse la prosperidad y la abundancia de algunas clases, en perjuicio de los individuos y del mayor número de indigentes, y mucho menos aun en detrimento de sus intereses morales y religiosos».
De acuerdo a esta visión, podemos inferir algunos de los principales planteamientos de la doctrina económico-política cristiana, que se pueden resumir en el (i) principio de caridad y armonía, (ii) la lucha contra la pauperización, (iii) la crítica a la división del trabajo y (iv) una primacía de cambios a nivel moral antes que material, en tanto se concibe que esto último es solo una mera proyección de lo primero.
Referencias bibliográficas
GONZÁLEZ, Zeferino. (1873). «La Economía Política y el Cristianismo» De: Estudios religiosos, filosóficos, científicos y sociales, Tomo segundo, Imprenta de Policarpo López, Madrid. pp. 1-121. En: http://www.filosofia.org/zgo/zgecop1.htm
Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No.106 del 16.09.2019». Diario La Verdad. Lima, Perú.
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