«Una obra de arte (…) es tanto más excelente, cuanto más profunda es también la verdad interna de su contenido y su pensamiento» (Hegel, 1834: 150). Esta sentencia hegeliana parece diluirse en tiempos presentes y mostrársenos como vacía ante los fenómenos contemporáneos en el mundo del arte. En esa línea, habría que preguntarnos cuál es la compleja e intrínseca verdad interna de un plátano pegado a una pared y que fuera vendido por más de 120,000 dólares en una feria de arte de Miami el año pasado, pretendida obra de arte del artista italiano Maurizio Cattelan. Y es que ese es uno de los dos problemas principales de la filosofía del arte, el llamado problema de la percepción. Es decir, qué elementos hay de característicos en un objeto que nos permitan distinguirlo de otros objetos comunes, que nos permitan a su vez darles el rotulo de “obra de arte”, lo que da pie a otra problemática conocida como la cuestión de los objetos indiscernibles.
Estas cuestiones comenzaron a ser comunes en el arte posmoderno, en tanto que la base del mismo comenzó a construirse en el terreno del anarquismo semántico, por ejemplo, Duchamp nos dice que una obra de arte como tal es un objeto corpóreo, y así, en tanto objeto, cualquiera, puede tornarse en una obra de arte. Y este es el criterio básico al que se subsume el arte posmoderno.
Por otro lado, para Beuys, cualquiera puede ser un artista y para Kosuth, no hay un referente específico para la categoría de obra de arte. Asimismo, Warhol, precisa que, cuando todo puede ser una obra de arte, no tiene sentido establecer una distinción entre lo artístico y lo no artístico.
«El Arte es un fenómeno social, legitimado y determinado por prácticas institucionales. La práctica artística lanza así un reto a la filosofía y sus sustentos teóricos: ni en lo que vemos o experimentamos, ni en lo que denotamos, ni en lo que predicamos, ni en lo que conocemos, ni en lo que reconocemos socialmente como arte se evidencian criterios únicos e inalterables para dar respuesta a la pregunta filosófica ‘¿qué es el arte?» (Repizzo, 2011:251).
Por lo expuesto es que para algunos filósofos del arte ya no es tanto la definición de lo qué es Arte como expresión universal lo que importa, sino el estudio del objeto, es decir, de la obra de arte, del producto social del trabajo humano.
Al problema de la percepción de una obra de arte se añade el problema de la interpretación de una obra de arte, es decir, encontrar las condiciones mínimas generales para el empleo del término “obra de arte”.
Con todo esto, para autores como Repizzo, surge una imperativa exigencia para el arte, en tanto que, si cualquier cosa puede ser una obra de arte, entonces es necesario que el arte se encuentre a sí mismo, que se re-conozca, que adquiera conciencia de su propia identidad.
Si bien el papel de la percepción es relevante, qué es lo que a mí me permite identificar a algo como una obra de arte, es decir, qué característica del objeto observado me permite delimitar mi definición de obra de arte, no responde al problema de los objetos sensorialmente indiscernibles, por lo que el papel de la interpretación luego se torna en otro punto de especial relevancia. Lo que permita y coadyuve a distinguir entre una obra de arte y un mero objeto no artístico comercial.
Volviendo al ejemplo inicial: ¿Por qué si yo pego un plátano a mi pared solo valdría lo que vale el plátano y la cinta adhesiva, mientras que el señor Cattelan con ello ha ganado miles de dólares? Ese es el problema de la indiscernibilidad: ¿Dónde termina el plátano y donde comienza la obra de arte?
«El problema de los indiscernibles pone de manifiesto que la percepción es insuficiente. A que interpretación debemos recurrir para confrontar lo que vemos y separar homogeneidades. La percepción está ligada a la interpretación para separar el mundo de los objetos del mundo de las obras de arte» (Repizzo, 2011:259).
Por nuestro lado, nosotros diremos a todo esto que, si bien todos tenemos la capacidad de ser artistas, muy pocos realmente lo son, y si bien todos podemos hacer arte, muy pocos harán obras de arte. Para otra oportunidad dejaremos la crítica al arte posmoderno, que de una pincelada rápida solo diremos que es un mundo de arte (que muchas veces parecen meros objetos del mundo), pero no de obras de arte.
Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 188 del 09.10.2020». Diario La Verdad. Lima, Perú.
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