La Filosofía de la Religión se conceptualiza como el entendimiento racional de la religión en sí misma, la fe como otro de los tantos objetos de estudio de la razón. Entendiendo a la religión como un sistema cognitivo universal conformado por vivencias y tradiciones. Dentro de este marco han existido varios enfoques de estudios, p.e dos enfoques disyuntos, el primero que sostenía la estrecha relación entre conocimiento filosófico y conocimiento religioso (Schelling y Hegel), y un segundo que afirmaba las contradicciones inherentes de estos dos tipos de conocimientos (Feuerbach, Marx, Nietzsche y Comte). Sin perjuicio de ello, hay también otras aristas de estudios dentro de la filosofía de la religión, como lo es la respuesta a la pregunta por el origen mismo de la religión como fenómeno social humano. Siendo que dentro de los sistemas filosóficos encontramos uno en particular que tiene una visión polémica, pero a su vez muy interesante sobre cómo abordar la respuesta a dicho cuestionamiento. Nos referimos pues al materialismo filosófico de la Escuela de Filosofía de Oviedo de la Fundación Gustavo Bueno, siendo precisamente este último el fundador de dicha corriente filosófica. Es necesario pues una breve aproximación a dicho sistema antes de pasar a una de sus aristas, ya que el materialismo religioso es la filosofía de la religión del sistema del materialismo filosófico.
La idea neurálgica de la que parte el materialismo filosófico es la idea común, en términos generales y con los obvios matices del caso, a todos los materialismos desde Epicuro, Lucrecio, Demócrito, Spinoza, Marx y Engels (entre tantos otros) hasta nuestros días, y que siempre ha sido en esencia la misma: El origen de la realidad es material, y toda la realidad es materia. En ese sentido, «…el materialismo, en general, podría definirse como la negación de la existencia y posibilidad de sustancias vivientes incorpóreas» (Pelayo García, 2019). Sin embargo, el materialismo filosófico niega el monismo (es decir, de que se pueda reducir la realidad a solo un principio que relaciona todo con todo; ya que esta negación se debe a que el materialismo filosófico parte de la symploké platónica que expone que no todo está relacionado necesariamente con todo, por lo que a diferencia de los materialismos tradicionales caracterizados por el monismo de sostener a la materia como único principio fundante de la realidad fenoménica, el materialismo filosófico sostiene un pluralismo, es decir, hay materias, hay discontinuidades irreductibles: «un conjunto de corrientes diversas e irreductibles algunas de las cuales han debido confluir para dar lugar a la conformación del mundo» –Ibidem–); así como también niega el corporeísmo (que reduce la materia a la condición de materia corpórea; y esta negación del materialismo filosófico respecto del corporeísmo, se da por el simple hecho que hay materias incorpóreas p.e una onda gravitacional einsteiniana [h=g-g0]).
Por esta naturaleza particular, el materialismo filosófico estratifica la materia del mundo en tres géneros de materialidad, a saber, la materia primogenérica o M1 (corpórea, como los sólidos, e incorpórea como las ondas electromagnéticas), la materia segundogenérica o M2 (como los proyectos y planes sociales o políticos de los hombres, los recuerdos, los deseos o las voluntades, o un dolor de apendicitis) y la materia terciogenérica o M3 (como las relaciones expresadas en los teoremas geométricos, como el de Pitágoras).
Visto nuestro marco teórico, la idea principal del materialismo religioso, en tanto filosofía de la religión del materialismo filosófico, sustenta que el núcleo basal de la religiosidad no debe buscarse en la superestructura cultural, en los fenómenos alucinatorios o ni siquiera en los lugares propios de las llamadas «religiones superiores», es decir, las últimas expresiones más acabadas del fenómeno religioso (judaísmo, cristianismo, islamismo), sino en la categoría de numen o númenes.
El numen o los númenes es la categoría que hace referencia a ese aspecto transversal a toda fenomenología religiosa más fundamental, y que se encuentra presente en las religiones primarias. Los númenes en los inicios de la humanidad (época paleolítica) no son fantasmas, ángeles o demonios, sino animales, es decir, en las primeras religiones la relación de los hombres con otras entidades no humanas se refleja en las pinturas rupestres de las cavernas, y son los animales los que configuran los primeros númenes que conoce el hombre y de los cuales derivara prácticas religiosas en torno a ellos. Es por esta razón que el materialismo religioso parte de la existencia corpórea y real de los númenes. Al respecto:
«…el materialismo religioso…se enfrenta críticamente con el espiritualismo (que concibe a los dioses, a los espíritus, a las almas y a los númenes, en general, como incorpóreos), propugnando la naturaleza corpórea y real (no alucinatoria o mental) de los sujetos numinosos que han rodeado a los hombres durante milenios (el materialismo religioso identifica esos sujetos numinosos corpóreos con los animales y se guía por el siguiente principio: “el hombre no hizo a los dioses a imagen y semejanza de los hombres, sino a imagen y semejanza de los animales”)» (Ibidem).
En una segunda etapa están las religiones secundarias (del neolítico en adelante), que son la inmediata consecuencia de la transformación de las religiones primarias. Estas religiones secundarias se caracterizarán por el culto a figuras antropomórficas o zoológicas (p.e. egipcios, hindúes, chinos, mayas, etc).
El salto de las religiones secundarias a las terciarias (estas últimas también llamadas «superiores»), se da con la crítica por parte de la filosofía griega, precisamente, al antropomorfismo y al zoomorfismo presente en las religiones secundarias, lo cual conduciría al monoteísmo que caracterizaría a las manifestaciones religiosas en adelante. Sin embargo, a diferencia de las religiones primarias y secundarias, las terciarias adhieren un componente adicional a la fenomenología religiosa, en referencia a la revelación, hecho que dará pie «…a la transformación de los fenómenos religiosos en superestructuras sociales o políticas (principalmente la formación de iglesias, con sus cultos, ceremonias, dogmas, etc.) cuyo funcionalismo alcanza grados muy altos» (Ibidem). Respecto de este funcionalismo sociológico y etológico del fenómeno religioso (es decir que, la religión como tal cumple una función social relevante y digna de análisis filosófico), el materialismo religioso no repara en afirmar lo siguiente:
«Entre estas religiones…, el catolicismo, recogiendo la herencia de la tradición griega y el derecho romano, es considerado por el materialismo filosófico como la religión más racional, frente al fanatismo musulmán o al irracionalismo protestante, luterano o calvinista. Desde una perspectiva filosófica el catolicismo “se salva” por el racionalismo implícito en la institución de la Teología dogmática. Dada la situación efectiva de la Humanidad, transcurrido el segundo milenio del cristianismo, puede decirse que los pueblos no están preparados para organizarse socialmente bajo los auspicios de un racionalismo filosófico y ateo; por consiguiente, se hace preciso evaluar el grado de racionalismo actuante en las distintas confesiones religiosas realmente existentes. Desde el punto de vista histórico, e investigaciones recientes lo confirman, el irracionalismo luterano conduce en línea directa al racismo, al imperialismo depredador, y también al antisemitismo... Gracias en buena medida al petróleo que consume Occidente, el fanatismo islámico está cada vez más organizado sobre la superficie de la Tierra, en la que parece estar constituyendo un frente común contra el cristianismo, y constituye un verdadero peligro para la Humanidad. (…) Defendemos la tesis de que el catolicismo ha sido la religión que históricamente ha mantenido las posiciones más avanzadas, desde el punto de vista del racionalismo filosófico…» (Ibidem).
Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 206 del 23.02.2021». Diario La Verdad. Lima, Perú.
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