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Foto del escritorIsrael Lira

La Unidad de Ciencia y Religión en el Pensamiento Newtoniano

Actualizado: 24 jul 2022



«Él lo rige todo, no como alma del mundo, sino como dueño de todos. Y por su dominio, suele ser llamado Señor Dios “Pantokrator”. Pues Dios es una palabra relativa y está en relación con los siervos: y deidad es la dominación de dios, no sobre su propio cuerpo, como creen aquellos para quienes dios es el alma del mundo, sino sobre los siervos. Dios sumo es un ente eterno, infinito, absolutamente perfecto: pero un ente cualquiera perfecto sin dominio no es dios señor…Y de la verdadera dominación se sigue que un dios verdadero es…omnipotente y omnisciente, es decir, dura desde la eternidad hasta la eternidad y está presente desde el principio hasta el infinito: lo rige todo; lo conoce todo, lo que sucede y lo que puede suceder. No es la eternidad y la infinitud, sino eterno e infinito; no es la duración y el espacio, sino que dura y está presente. Dura siempre y está presente en todo lugar, y existiendo siempre y en todo lugar, constituye a la duración y al espacio» (Escolio general, 1687: 782-783).

Cualquier persona que se toparía con la lectura del presente apartado sin previo conocimiento del autor del mencionado, convendría en afirmar que se trata de alguna obra proveniente de la teología más dura y de una apologética portentosa que solo puede atribuirse muchas veces a los padres de la Iglesia. Sin embargo, para los que no están familiarizados con la historia de la ciencia experimental les resultará ciertamente paradójico que este fragmento pertenezca al Libro Tercero (intitulado Sobre el Sistema del Mundo) de Principios Matemáticos de la Filosofía Natural del científico, físico y matemático inglés Sir Isaac Newton. Obra principal que por vez primera sistematiza un modelo matemático general que pretende explicar de forma detallada el movimiento de las estrellas y de los planetas, sentando las bases así de lo que sería la física moderna o llamada física clásica (es decir anterior a los estudios en mecánica cuántica que caracterizan a la física contemporánea).


Y es que una idea que antes era tomaba por tabú y rechazada de plano por muchos historiadores de la ciencia, es que estos aparentes lapsos newtonianos en torno a cuestiones teológicas (y ni que hablar de las relativas a la alquimia) fueran propios de los intereses principales de Newton y más como algo ajeno a sus disquisiciones neurálgicas y más propio de sus ratos de ocio personal (y atribuidas también a la propia euforia de la época y a una transición entre el pensamiento mágico-religioso y el científico, y el correspondiente proceso de objetivación de los más variados conocimientos, y que por ello, no sería extraño que los científicos del renacimiento y de la revolución científica, hubieran tenido más tratados de teología, religión y libros de ciencias ocultas en sus bibliotecas que los que atañen propiamente al conocimiento científico –como así en efecto lo fue, p.ej. Leonardo Da Vinci, Giordano Bruno, Kepler, Galileo, etc, porque precisamente este último se construía sobre los cimientos de lo mágico-religioso, en donde no era posible determinar donde terminaba este y donde comenzaba la ciencia, ya que muchos de estos saberes estaban entrelazados en la antigüedad y muy entrada la edad media–).


Esto fue tomado así por largo tiempo, es decir, como cuestiones separadas de su praxis científica (John Henry, 2007); y que como muchas veces ahora, se pretende argüir que, la fe del científico no guarda o no tiene porque guardar ninguna relación con su ejercicio científico. Bueno, esto en Newton es todo lo contrario, en el sentido que, Newton no hacía ciencia solamente por un afán de encontrar las causas que determinaban las leyes universales que ordenan nuestro universo, sino que la causal trascendental de movimiento intelectual newtoniano estaba principalmente comprendida dentro de los márgenes de la teología natural o racional (entendiendo a esta como la metodología orientada a respaldar la existencia de Dios sin recurrir a la revelación sobrenatural sino únicamente a la razón). En ese sentido:


«Una de las principales razones para el éxito de la filosofía natural de Newton fue el papel que ésta tuvo al desarrollar una teología natural valiosa. En la Inglaterra del Siglo XVII floreció el uso de los estudios del mundo natural para probar la sabiduría, omnipotencia y benevolencia del Creador, y la obra de Newton fue adoptada rápidamente por los teólogos naturales» (Henry, 2007:70).

Cabe señalar que, todo lo que hoy corresponde a las ciencias naturales y sus distintas ramas, antes era conocido como filosofía natural (de la physis en la antigüedad y como de la naturaleza en la edad media y moderna), pero la consolidación de las ciencias naturales (física, química, biológica, astronomía y geología) no ha hecho que la filosofía natural desaparezca sino que al contrario obtenga su sitial diferenciado como filosofía de las ciencias naturales (p.ej. Círculo de Filosofía de la Naturaleza de la Universidad de Estrasburgo, 2008).


Ahora, respecto de la cita de Henry (2007), uno pensaría que esto es una interpretación que solo beneficia a quien quiere hacer de Newton un apologeta deísta (y muy a posteriori de la real volición del científico inglés, en lo que atañe a las justificativas de su propio trabajo científico), sin embargo, es el mismo Newton el que así lo reafirma:


«Cuando escribí mi tratado sobre nuestro sistema, tenía la atención puesta en que dichos principios pudieran servir para aquellos hombres que tienen en cuenta la creencia en una deidad; y nada me puede regocijar más que encontrarlo útil para tal propósito» (Cuatro Cartas de Isaac Newton al Dr. Bentley, 1693).

Es decir, y no por boca de nosotros o de sus exegetas, el sistema newtoniano está encaminado a respaldar la idea de que el conocimiento científico de la naturaleza trae como necesaria consecuencia mediata la mejor comprensión de Dios, o lo que es lo mismo, conocer a Dios, sus atributos y naturaleza, a través de su propia creación. Al respecto:


«La unidad de pensamiento de Newton ha sido reiterada ahora en términos más prácticos. Ha sido explicada por James E. Force en términos del interés de Newton por un Dios de dominio absoluto y una concomitante teología voluntarista, y por la difunta Betty Jo Dobbs en términos de una teología natural en la que los principios activos en la materia son establecidos como causas secundarias que dan testimonio del poder y sabiduría de Dios. Un testimonio convincente de lo correcto de esta forma de apreciar a Newton y su obra lo ofrece el hecho de que es fácil combinar las conclusiones de Force y Dobbs en una sola versión, aunque el primero haya llegado a sus ideas estudiando la teología de Newton, y la segunda su alquimia» (Henry, 2007: 72).

Para otra oportunidad dejaremos el análisis de la tricotomía consustancial a la filosofía natural newtoniana (teología racional y voluntarista –una correcta apreciación de la naturaleza del espacio era crucial no solo para establecer los verdaderos fundamentos de las ciencias mecánicas (Henry, 2007:75) sino también para el entendimiento del espacio mismo como un efecto emanativo de Dios (De Gravitatione)–; alquimia –como complemento empírico a su teoría de la materia. Demostrar que esta, la materia, depende de Dios en tanto contiene principios activos exógenos a esta como p.ej. la atracción gravitacional, ya que se consideraba que la materia no podía tener principios inherentes a la misma; y exégesis bíblica –la existencia de Dios como dominio providencial sobre todo el universo), por lo que, como colofón a la presente solo diremos que: en los inicios de la ciencia, si esta pudo avanzar y si esta tuvo la inspiración para hacerlo, fue en el ideal de Dios, lo cual, a pesar del aparente reinante ateísmo científico contemporáneo, no dudamos que aún hay muchos hombres y mujeres de ciencia (como de hecho los han habido, p.ej. Copérnico, Steno, Spallanzani, Mendel, Lemaître, Carolina Herschel, Henrietta Swan, Lise Meitner, etc) que se podrían considerar hoy, newtonianos…


Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 224 del 22.06.2021». Diario La Verdad. Lima, Perú.

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