«El Perú es un país sumamente rico en gente, historia, cultura, tradiciones, lugares turísticos, recursos naturales y emprendimientos. Es una gran nación. Sin embargo, aunque ha tenido momentos de importante crecimiento económico en los últimos años, está aún lejos del desarrollo económico» (Urbina, 13.02.2021).
Esta es la sentencia inequívoca del renombrado economista peruano Dante Urbina, que se refrenda bajo la afirmación de que, a pesar de que el Perú ha gozado de un crecimiento económico en los últimos 20 años, esto no se ha reflejado a su vez en un desarrollo económico, es decir, hay un desfase o disrupción entre crecimiento y desarrollo tan fuerte que esto es lo que separa a los enfoques de izquierda y derecha en la política peruana, al respecto:
«Este malestar se ha manifestado en épocas electorales con un mensaje sumamente claro y continuamente desoído: gran parte de la población (especialmente de regiones pobres, sobre todo al sur del país) siente que el modelo económico que tenemos no les beneficia y ello los lleva a votar por opciones radicales de izquierda. Y así es como llegamos al Bicentenario, con un país lleno de polarizaciones: derecha e izquierda, Lima y provincias, el sur y el resto del país, los del voto y los del “anti-voto”» (Urbina, 13.02.2021).
Enfoques (de izquierda y derecha) que a medida que esta disrupción vuelve a hacerse más notoria cada cierto tiempo y conforme a la evolución de la economía peruana, contribuye a una escala de polarización política cuyo reflejo estamos presenciando hoy en día (y que en su momento también la vimos en las elecciones del 2006 y del 2011), y en ese mismo sentido Dante Urbina señala:
«La polarización ha llevado a que muchos, por evitar un extremo, hayan caído en el otro. Algunos defienden de forma dogmática el presente modelo económico, sin concesiones ni matices, con tal de evitar lo que llaman “debacle comunista”. Otros defienden de forma totalitaria un cambio radical, sin mayores análisis ni sustentos, con tal de salir de lo que llaman “modelo neoliberal”. Entre estos extremos no hay diálogo, no hay puentes, solo enfrentamiento» (13.02.2021).
Visto esto consideramos que la problemática está claramente identificada y con ello su posible solución: ¿Cuál es la problemática neurálgica? El desfase entre crecimiento y desarrollo. ¿Cuál es la solución? Terminar de forma definitiva con dicha disrupción. Ahora la pregunta es: ¿Cómo? Vayamos por partes, primero: ¿Qué entendemos por crecimiento? ¿Acaso el crecimiento y el desarrollo no van siempre de la mano? Y si no es así, entonces ¿Qué entendemos por desarrollo? Bueno, dado que los hechos fácticos nos reafirman que hay un desfase entre estas dos categorías, ello nos refrenda a su vez que no siempre van de la mano (aunque esto sea lo esperado), y de que por ende estamos tratando con conceptos distintos.
Por crecimiento económico entendemos el aumento cuantitativo (es decir a la variación porcentual positiva del valor de mercado de todos los bienes y servicios finales producidos en una economía determinada) que se refleja en el PBI (Producto Bruto Interno, que mide el ingreso total de todas las personas en la economía y el gasto total en los bienes y servicios producidos en la economía), mientras que por desarrollo económico diremos que es el real aumento cualitativo de las condiciones de vida y el bienestar social.
Con estas definiciones queda claro porque no es conveniente confundir crecimiento con desarrollo o considerar que un contexto de crecimiento va a generar necesariamente, y en todos los casos, uno de desarrollo. Los economistas son conscientes de ello, solo los que aún se encierran en un fetichismo del PBI sin comprender sus limitaciones, en palabras del premio nobel de economía Joseph E. Stiglitz, son los que continúan bajo una visión equívoca, y consideramos que los gobiernos de turno peruanos, en política económica, han tenido y mantenido esta visión errónea. Un informe de la comisión Stiglitz para enfrentar la crisis económica de 2008 para Francia, precisó en esa línea, lo siguiente:
«Las políticas deberían estar orientadas al incremento del bienestar social, no del PIB»
Bien, en el Perú, desde 1990, las políticas han estado orientadas precisamente a eso (pueden revisar las Notas Informativas del MEF), al incremento del PBI y no al bienestar social (el cual se ha tenido por sobreentendido y no como una cuestión cuyo tratamiento es independiente), por ello es por lo que tenemos ese desfase anteriormente señalado. Y antes de que se nos malentienda, aquí nadie está negando la importancia del PBI, al contrario, se reafirma su trascendencia como una buena medida del bienestar de una economía, sin embargo, se reconoce que tiene limitaciones que no permiten reflejar otros valores sociales que son importantes para medir ese bienestar, en ese sentido David Jolly para el New York Times (15.09.2009) comentando los alcances del Informe Stiglitz precisaría lo siguiente:
«…la brecha entre lo que dicen los números y lo que están experimentando realmente las personas. Observan que, a lo largo del curso de las décadas recientes, el PIB estaba aumentando en la mayor parte del mundo, incluso cuando la mediana del ingreso disponible, el ingreso de la persona representativa, estaba disminuyendo en muchos países, lo que significa que una gran parte de las ganancias del crecimiento económico acababa en manos de los ricos, a costa del resto» (D. Jolly en Gregory Mankiw, 2012: 506-507).
En el Perú el crecimiento económico, por esa disrupción, ha devenido en el bienestar económico de unos pocos ricos, de ese 1% de asalariados peruanos que perciben el 23.7% del ingreso nacional (Gestión, 10.03.2021) conforme a las estadísticas de la World Inequality Database. Y esto no se refleja en el PBI, de nuevo, porque «el PIB tampoco nos dice nada acerca de la distribución del ingreso. Una sociedad en la cual 100 personas tienen ingresos anuales de $ 50,000 tiene un PIB de $ 5 millones y tiene obviamente un PIB por persona de $ 50,000. También lo tiene una sociedad en la cual 10 personas ganan $ 500,000 y 90 sufren por no tener nada. Pocas personas verían esas dos situaciones y las llamarían equivalentes» (Gregory Mankiw, 2012: 506-507).
La pregunta ahora es: ¿Cómo aumentas el nivel de vida y el bienestar social de tu población si tienes recursos del crecimiento económico? Si hay crecimiento económico se entiende que habrá una mayor recaudación tributaria y el Estado podrá financiar así inversiones públicas para mejorar la infraestructura y los servicios que brinda, en ello, la salud, la educación, la justicia, etc. En ese sentido:
«Si el PIB de un país incrementa se convierte en un referente para analizar el aumento de la producción nacional, y en consecuencia el aumento de las recaudaciones del impuesto a la renta» (Ronquillo & Ronquillo,2017:35).
Sin la modernización de la estructura estatal de servicios públicos, solo se perpetúa una cadena de desigualdad, porque la salud (buenos profesionales médicos e instituciones sanitarias), la educación (buenos maestros e instituciones educativas) y el acceso a la justicia (buenos servicios de defensa jurídica), solo quedará para los que pueden costear el servicio en el sistema privado, mientras que en el Estado, en el sistema público, se continuará brindando el mismo servicio, más barato, pero de baja calidad, cuando la idea es que sea el mismo servicio, con una calidad estandarizada y a un precio genérico razonable, para generar ese contexto de igualdad de oportunidades en donde no importen las condiciones preexistentes (si se nació en una familia rica o en una familia pobre) de un ciudadano en su carrera profesional y en su vida económica, sino tan solo las que si dependen únicamente de su esfuerzo y mérito personal.
Aquí cabe recordar el fenómeno al que ya hemos hecho alusión en alguna otra oportunidad al tratar sobre estos temas, relativo a la transmisión generacional de la riqueza y la pobreza, que deviene de las llamadas ventajas preexistentes y que las personas no eligen (p.ej. si naces en una familia con mucho capital o sin poco o ningún capital). Si en el Perú no hay una efectiva igualdad de oportunidades es por esta circunstancia, la llamada también trampa de la pobreza a la que hacen alusión economistas como Samuel Bowles, Steven N. Durlauf y Karla Hoff (2006) y que gracias a su identificación tenemos plena certeza objetiva de que, por lo general, los niños que nacen en familias pobres tienen menos oportunidades de movilidad social, es decir que, dentro de un considerable cotejo empírico, por más esfuerzo que hagan en salir de la pobreza en su juventud, lo más probable es que seguirán siendo pobres. ¿Como solucionar ello? Modernizando el Estado, para generar un marco de igualdad de oportunidades efectivo y no solamente discursivo, a través de políticas públicas de alcance general orientadas a la eficacia y eficiencia de la estructura de servicios públicos ya mencionada (salud, educación, justicia, etc), para que así los servicios de calidad no solo estén al alcance de unos pocos generando con ello ventajas que no surgen del mérito y el esfuerzo personal sino de las ya mencionadas condiciones preexistentes y que la persona no ha elegido.
Por otro lado, y otro argumento muy frecuente para justificar las desigualdades como consecuencia natural del crecimiento es que «la gente pobre quiere todo gratis». Bueno, ante lo ya mencionado, mucha gente pobre por más que se rompa, literalmente, el lomo trabajando (exceptuando los casos de éxito personal de como gente sale de la pobreza hacia el bienestar, por lo cual no se pueden tomar como presupuesto generalizado sin caer en el sesgo del superviviente, que parte de la idea errónea de que un caso aislado de superación personal necesariamente se va a replicar de la misma forma bajo las mismas condiciones, fenómeno igualmente estudiado por los economistas Elton, Gruber y Blake, 1996), no tienen acceso a condiciones básicas de desarrollo humano, por otro lado, los servicios públicos no son gratuitos porque al final alguien los costea, en efecto, pero el sistema de impuestos no es la única forma en la que el Estado financia sus actividades, también el desarrollo de la actividad empresarial estatal incrementa el fondo público.
Los servicios públicos existen precisamente no para la nivelación hacía abajo o igualitarismo, sino al contrario para la equidad hacía arriba (para ver la relación y diferencia entre igualdad y equidad, ir a: Apuntes sobre la igualdad), a que todos podamos acceder a la generación y multiplicación de la riqueza y contribuir con ello al bienestar económico con nuestro mérito y esfuerzo personal al tener garantizadas unas condiciones mínimas de acceso a una salud, educación y justicia de calidad, de lo contrario esto solo queda restringido para aquellos que pueden costearlo en el sistema privado, y ya hemos visto en pandemia como esto se ha expresado.
Un niño pobre para tener las mismas oportunidades que las que tiene un niño rico, necesita de una cooperación social que el niño rico ya no requiere porque este último ya cuenta con ventajas obtenidas del crecimiento económico de su capital familiar, por el hecho de nacer en una familia rica, a diferencia del niño pobre, porque hay una condición que preexiste y que este niño no ha elegido, el de nacer en una familia pobre. Entender esto como «mantenidos... vividores del Estado, etc» es prácticamente argüir que el niño pobre es culpable de nacer en una familia pobre, lo cual es erróneo por donde se lo mire. Al fenómeno de la trampa de la pobreza, se aúna el hecho que, el origen social en gran multiplicidad de casos condiciona el proceso educativo y que este a su vez condiciona la mejora socio-económica. Por eso es necesario que las políticas económicas estén orientadas a combatir las desigualdades (a través de una mejora de la infraestructura de servicios públicos y programas gubernamentales de diversa índole. En Alemania, de donde el Perú importo el modelo de economía social de mercado, estas son políticas de moneda corriente), y todo esto ya es plenamente conocido y manejado en la teoría de la economía social de mercado. No estamos hablando de nada nuevo, la cosa es hacerlo efectivo, aplicarlo de verdad. Pasar de una economía neoliberal de mercado a una auténtica economía social de mercado.
Asimismo, la igualdad de oportunidades (que también es un concepto central en la economía social de mercado) no tiene nada que ver con quitarle al rico para darle la pobre, no tiene nada que ver con igualar a desiguales en talentos, eso es otro concepto que por ello tiene el nombre de igualitarismo que es la nivelación hacía abajo. Por el contrario, unas condiciones equitativas de acceso al bienestar social garantiza a su vez que se pueda tener acceso a mejores oportunidades, coadyuvando a un contexto de un efectivo aumento de la calidad de vida y el bienestar económico de una población, ya que todos tenemos el derecho y el deber, con nuestro propio esfuerzo y mérito personal, al bienestar material, sin cuyo aseguramiento no se pueden tener recursos para otro tipo de bienestares que son la misma esencia del desarrollo humano, las artes, la música, las ciencias y la filosofía.
De lo expuesto se puede colegir que, si hay crecimiento económico, se entiende que debería de haber una mayor recaudación tributaria para así modernizar el Estado, sin embargo, en el Perú, precisamente esto último (la modernización) es lo que no se ha dado, y si se ha intentado ha sido de una forma plenamente deficiente hasta el tiempo presente ¿Por qué? Porque se han tenido y se tienen tres obstáculos: 1. La informalidad (donde hay una evasión tributaria pura, y en donde también es un factor a considerar las trabas burocráticas para pasar de la informalidad a la formalidad); 2. La corrupción (por la desviación de fondos públicos que vienen de la recaudación tributaria) y 3. una deficiente ejecución del gasto público (derroches en bienes de infraestructura pública que no tienen otra finalidad que la de sustentar gasto ya que no aportan ningún beneficio social p.ej. Lima: estatuas de Guerrero y Gareca en el distrito de San Miguel; Arequipa: Se construyó un monumento a la muela en honor a la salud bucal; Chivay: Monumento a la ojota; Huayre, Junín: Monumento a la súper maca, etc).
Todo esto se reduce a una falta de planificación económica (orientada a un aumento de la recaudación tributaria, destrabando tanto los obstáculos para que el sector informal se regularice, y para que el régimen tributario sea mucho más flexible con los pequeños contribuyentes y firme con el gran empresariado, recordando las deudas millonarias de este último sector a la SUNAT); a una falta de una política firme de lucha anticorrupción (que se expresa en resultados paupérrimos en los índices de percepción de la corrupción, en donde al 2019, el Congreso de la República con 76%, el Poder Judicial con 47% y los partidos políticos con 31% concentraban los mayores porcentajes de desconfianza pública conforme a Proética, por considerarlas las más corruptas); y una falta de gestión eficiente de recursos (para evitar la inejecución del gasto público menor al 25%, obras sin utilidad social y aumento del gasto por periodos pre-electorales solo con fines proselitistas, así como para garantizar la modernización del Estado respecto de infraestructura pública estratégica: salud, educación y justicia).
Por todo lo expuesto estimados lectores, y en nuestro humilde parecer, son estas algunas de las razones (y unos alcances generales respecto de medidas correctivas) por las cuales en el Perú ha habido y hay hasta el día de hoy, crecimiento sin desarrollo, y hasta que esta fractura o disrupción entre estas categorías que deberían ir de la mano, no se corrija, seguiremos siendo testigos de polarizaciones políticas sustentadas, con justicia, en este desfase.
Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 219 del 10.05.2021». Diario La Verdad. Lima, Perú.
Comments