Producto de la posmodernidad, conceptos como Política y Político ―el que ejerce la Política―, nos parecen vaciados de contenido, efímeros y lejanos. Debido a una corrupción avasallante que licua los conceptos ante la inconsecuencia e inmoralidad de sus principales actores, que genera la inconsistencia entre teoría y práctica.
Derivado de estas aproximaciones, el lector podrá inferir si es que la política en nuestro país, es en realidad Política, o una mera pareidolia, una pantomima, que necesita de la decisiva participación de la juventud para volver a que sea tal.
Pero: ¿Qué entendemos por Política? Esta misma pregunta se hace Max Weber en una Conferencia brindada en la Asociación Libre de Estudiantes de Munich, por el año 1919: “El concepto es extraordinariamente amplio y abarca cualquier género de actividad directiva autónoma. (…). Naturalmente, no es este amplísimo concepto el que servirá de base a nuestras consideraciones en la tarde de hoy. Por política entenderemos solamente la dirección o la influencia sobre la dirección de una asociación política, es decir, en nuestro tiempo, de un Estado”.
Etimológicamente, la Política se puede definir como derivado del latín politice y este del griego politike, que significa arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados. Semánticamente y en sentido estricto, la política es la ciencia, doctrina u opinión acerca del gobierno y organización de las sociedades humanas y especialmente de los países o Estados.
Filosóficamente, la Política, y de acuerdo con Aristóteles, es la ciencia de la utilidad general, es decir, el ejercicio del poder para la ejecución de un fin trascendental, y este fin trascendental, es el bienestar, el orden y la seguridad de un pueblo. Para efectos de lo que nos concierne nos quedaremos con esta definición; de acuerdo a ello, el Político es aquel que bajo diversos medios, siendo las elecciones solo uno de ellos, procura alcanzar el objetivo antes mencionado.
Bajo el inexorable contraste entre teoría y práctica, podemos concluir que, a la fecha, y a nivel nacional, no existe, ni política, ni políticos, sino cleptocracia y cleptócratas. De que ello cambie, refrendamos, solo le corresponde únicamente a las nuevas generaciones de políticos jóvenes.
Sin perjuicio de ello, son los nuevos candidatos que surgen de cuando en cuando, los que tendrán la dura carga de demostrar lo contrario, de que son políticos auténticos y que buscan velar por el bienestar general; ya que a la fecha, y al ojo público, la corrupción de la Política y los Políticos, es una presunción iuris tantum, es decir, que se considera verdadera per se, hasta que se demuestre lo contrario.
Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 26 del 19.03.2018». Diario La Verdad.
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