Una constante que se vio en las primeras semanas de la Cuarentena, fue a reporteros de diversos canales exhortando a los vendedores ambulantes y demás análogos que se encontraban en las calles, a pensar en su salud, y quedarse en casa, a lo que la respuesta fue: «si no salgo a trabajar, no como». El sector formal ha podido acatar las medidas de aislamiento social obligatorio sin mayores sobresaltos, es decir, las clases altas (grandes propietarios), y las clases medias (pequeños propietarios, empleados, técnicos y profesionales, etc), con los matices del caso para los empresarios de restaurantes, pero: ¿Qué hay de los sectores informales y las clases bajas? El programa Reactiva Perú y el bono emitido por el gobierno fueron un paliativo a esta situación, pero ello no resuelve el problema, que seguimos viviendo en un país informal y desigual. Para los libertarios de siempre la llamada informalidad es el secreto del empuje económico del Perú, capitalismo de los pobres le llaman sin aspavientos y sin ninguna vergüenza (elcato.org, 21.04.2015), como una palmadita en la espalda que te dice:
«tranquilo cholito, tú también puedes ser capitalista».
Esta es la lógica mediante la cual se engatusa a la gente para que defienda el capitalismo liberal, una realidad ficta en donde el bodeguero es capitalista, el vendedor ambulante de papaya es capitalista, el pequeño comerciante es capitalista, etc; ya hemos tocado este tema muchas veces, que el uso del capital no debe ser confundido con capitalismo, de lo contrario capitalista sería el primer ser humano que agarro una pala y la uso. Recordemos, asimismo, que el mercado es anterior al capitalismo, primero mediante el trueque y luego mediante la forma dinero. Lo que diferencia al capitalismo (liberal), de otros sistemas económicos como el socialismo de mercado chino, es el régimen sobre la propiedad de medios masivos de producción. Con esta definición más precisa, tenemos que el bodeguero, el vendedor ambulante de papaya, el pequeño comerciante y los empleados de empresas, técnicos y profesionales, no son propietarios de medios masivos de producción, sino trabajadores con capital y asalariados, respectivamente. Así tenemos que no todos son capitalistas, es decir, propietarios de medios masivos de producción, y el sistema mismo no funcionaría de querer que todos lo seamos. Por ende esa categoría inventada por Mario Vargas Llosa cae de suyo:
No existe tal cosa como capitalismo de los pobres
Constituyéndose en una mera estrategia de marketing para hacer más atractivo un sistema injusto, que es el causante de dicha desigualdad y el que en determinados casos arroja a muchos a la informalidad. Lo que existe es una economía informal que le saca la vuelta al capitalismo liberal, que genera riqueza fuera de los esquemas de los medios masivos de producción, y eso no es ninguna revolución capitalista liberal, sino todo lo contrario, su más firme negación. La economía informal no debe ser ni alabada ni estigmatizada, sino, comprendida dentro de un marco de alternativas de transición a un modelo económico que equilibre libertad económica con justicia social, es decir, a modelos mixtos de economía más eficientes. Volviendo al tema: «si no salgo a trabajar, no como». En esa breve frase está consolidado el pedido de gran parte de la población, siendo este un llamado de atención al Estado, para combatir las desigualdades y sobre todo para promover la formalización de los pequeños comerciantes y vendedores, sino esa parte de la población seguirá teniendo la visión de que son marginados, desplazados, desatendidos. A algunos les cuesta entender eso. Con un Perú en su mayoría formalizado, las medidas dictadas por el gobierno serían más llevaderas. Pero muchos se quedan en la superficie y ven toda denuncia de estas taras en la gestión pública como izquierdismo o populismo, cuando no es más que justicia social. El tema de la formalización se nos muestra sencillo cuando hablamos de pequeños comerciantes que cada día por su éxito o por crecimiento macroeconómico pasan a formalizarse con apoyo del Estado (p.e Centro Integrado Formaliza Perú del Ministerio del Trabajo), pero el tema se complica cuando nos topamos con poblaciones vulnerables que no pueden obtener un crédito bancario, no tienen un sueldo fijo y viven del día a día (población que ha sido la más afectada en este periodo de cuarentena). Ante esto la pregunta sería, p.e: ¿Cómo formalizar al comercio ambulante para que gocen de estabilidad, beneficios sociales y laborales? Muy por el contrario de lo que pudiera pensarse, el modelo cooperativo en el Perú se encuentra en una etapa de renacimiento y fortalecimiento, dando resultados muy positivos, «como alternativa para sacar de la pobreza a los miles de productores y consumidores que son sus asociados, logrando su inclusión económica y social al permitirles participar en los procesos económicos y sociales de los cuales históricamente nunca formaron parte» (Mogrovejo, Vanhuynegem, Vásquez, 2012: 325); antes de dar nuestros comentarios al tema, repasemos un poco de historia del cooperativismo peruano. El cooperativismo (definido como un sistema asociativo de apoyo mutuo de personas para un fin socio-económico) fue introducido en el Perú en el Siglo XIX en el puerto del Callao, bajo el influjo del mutualismo artesanal y obrero, y la influencia de los Pioneros de Rochdale (los trabajadores ingleses que establecieron los primeros principios cooperativos que ahora son conocidos mundialmente); sin perjuicio de poder identificar manifestaciones tradicionales de cooperación en nuestros pueblos ancestrales (quechuas, mayas, aztecas, etc), la categoría de cooperativismo como tal, es moderna. No es sino hasta 1964 que el cooperativismo alcanza un grado de institucionalización importante, durante el gobierno de Fernando Belaunde Terry mediante Ley No. 15260 – Ley General de Cooperativas, creándose a su vez el Instituto Nacional de Cooperativas (INCOOP). En ese lapso la Doctrina Social de la Iglesia reafirmaría la importancia de la promoción del modelo cooperativo bajo la orientación de la Encíclica Papal Populorum Progressio, del Papa Pablo VI (26.03.1967). El modelo cooperativo tuvo un auge durante el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, y de aquí también viene el sesgo cognitivo contra el modelo cooperativo, siendo que al día de hoy tenemos en claro que el modelo cooperativo fracasó durante el velasquismo no porque fuera malo, sino por falta de una gestión eficiente, al respecto: «En este período de gobierno militar, la presencia del Estado en el desarrollo cooperativo tuvo un carácter paternalista e intervencionista, como el que experimentó el cooperativismo agrario y el de servicios. En el primer caso, al implementarse la Ley de Reforma Agraria, se impuso a sus beneficiarios el modelo cooperativo agrario de producción. En el segundo, a partir de la iniciativa del Ministerio de Educación, se organizaron cooperativas de servicios magisteriales en cada departamento del país, las mismas que pudieron convertirse en el grupo cooperativo más grande del Perú por la cantidad de miembros a los que representaban, pero que acabaron siendo instrumentos de apoyo económico a los propósitos políticos de los sindicatos del Magisterio, razón por la que fueron desactivadas por el Gobierno a los pocos años de su implementación. Como todas las organizaciones populares que nacen desde arriba, estos modelos fracasaron, y desde la perspectiva histórica afectaron seriamente las bondades del modelo cooperativo, que es vilipendiado hasta hoy fundamentalmente por el caso de las cooperativas agrarias. Serias controversias continúan vigentes después de más de 43 años de emprendido este proceso, dependiendo de la visión de cada actor. Al respecto, cuando los latifundios fueron intervenidos por la reforma agraria se optó principalmente por el modelo cooperativo, tanto para mantener la producción y productividad a escala competitiva de los antiguos fundos, como teniendo en cuenta el uso social de la tierra. Con la reforma agraria, las cooperativas agrarias de producción, de usuarios, sociedades agrarias de interés social y empresas rurales de propiedad social llegan a ser el 83% del ámbito cooperativo. Factores externos e internos obstaculizaron e impidieron una gestión eficiente y eficaz de las cooperativas agrarias, entre ellos “las políticas de precios, créditos, comercialización y en general la asimetría en los términos de intercambio, que implica a las políticas de Estado” se atribuyen como factores externos, y los referentes a la organización y gestión de las cooperativas, así como los atribuibles a la mentalidad de los nuevos propietarios cooperativistas y a sus limitados conocimientos y experiencia en la conducción empresarial, generaron una falta de identificación con el modelo cooperativo, por el apego a ciertos comportamientos, la corrupción de los dirigentes, la falta de control y ausencia de planificación, la baja moral laboral (Mogrovejo, Vanhuynegem, Vásquez, 2012: 347). Sin perjuicio de lo mencionado, el modelo cooperativo luego de estas experiencias se reconfiguró, y a pesar de que la Constitución de 1993 suprimió la amplia temática cooperativa que se plasmaba en la Constitución de 1979, esto no fue óbice para que hubiese un auge de Cooperativas de Ahorro y Crédito (p.e. Cooperativa Pacifico, Cooperativa Abaco, AELUCOOP), como de Cooperativas Cafetaleras (COCLA, Santa Sofía) y de productores de Cacao (Cooperativa Agraria Saposoa -COPASA), que actualmente son casos de éxito y eficiencia del modelo en el Perú. Visto lo expuesto: ¿Se podría aplicar el modelo cooperativo a efectos de ayudar a la formalización del comercio ambulatorio? Claro que sí, y esto no es una propuesta nueva, sino que ya existe en la actualidad, lo único que hay que hacer es que el Estado la promueva con más firmeza. Terminamos la presente con las experiencias concretas al respecto: «En Perú, según datos de 2006, funcionan 106 cooperativas de servicios especiales, denominadas así porque realizan “actividades de servicios diferentes a los de las cooperativas comprendidas en los demás tipos”. Este tipo de cooperativas emergió en la Lima Metropolitana a fines de la década de 1960 como una respuesta organizada al comercio ambulatorio, agrupando a vendedores de mercados de abasto que tomaban la decisión de asociarse en cooperativas para hacerse de una infraestructura moderna que les permitiera mejorar la calidad de su servicio. Hasta fines de los años noventa se podía observar al menos una cooperativa de servicios especiales en cada uno de los 49 distritos que conforman Lima Metropolitana. Se calcula que actualmente siguen funcionando no menos de 80 cooperativas de “mercado”, que agruparían a aproximadamente 12.000 asociados. La más emblemática es La Cooperativa de Servicios Especiales Mercado Ciudad de Dios, que además es el centro comercial más importante del sur de Lima, con 800 asociados que expenden sus productos directamente. Muchas lucen orgullosas su infraestructura, y entre ellas cabe resaltar a la Cooperativa de Servicios Especiales San Francisco, que agrupa a 400 asociados. (...) Cabe resaltar dos aspectos en este tipo de cooperativas: la posibilidad de afianzar y replicar este modelo de empresa cooperativa para solucionar problemas del comercio ambulatorio hoy enraizado en todas las capitales de regiones, y su papel en la generación de empleo decente para los asociados de aquellas cooperativas que han logrado hacerse de instalaciones modernas para garantizar la salud de sus clientes y la suya propia. Haber pasado de la “paradita” o la “carretilla” a una instalación moderna constituye un gran paso» (Mogrovejo, Vanhuynegem, Vásquez, 2012: 359). Referencias bibliográficas ELCATO.ORG. (21.04.2015). «La revolución peruana y el capitalismo de los pobres». En:https://www.elcato.org/la-revolucion-peruana-y-el-capitalismo-de-los-pobres MOGROVEJO, Rodrigo; MORA, Alberto, VANHUYNEGEM, Philippe. (2012). «El Cooperativismo en América Latina: una diversidad de contribuciones al desarrollo sostenible». OIT-ONU. En: https://www.aciamericas.coop/IMG/pdf/wcms_188087.pdf Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 160 del 05.06.2020». Diario La Verdad. Lima, Perú. Imagen de portada: Los dos pinos, símbolo universal del cooperativismo que ejemplifica el axioma de trabajo cooperativo de «dos son mejor que uno». Todo el conjunto y los colores (dorado solar y verde) hacen alusión a la dinámica de la cooperación en la naturaleza que también se traslada a la acción humana.
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