En estos tiempos de conflictos, nihilismo y misantropía, viene bien en recordar ciertas categorías que corren peligro de licuarse en la posmodernidad imperante, los diversos enfoques que se han desarrollado en torno a estas y las diferencias entre formas de aproximación nocional, así tenemos, en esta oportunidad, a la categoría de lo trascendente. Es precisamente en un escenario contemporáneo de realismo político en donde las grandes potencias tienen una dinámica bélica impredecible, que surge la pregunta por la relevancia de lo trascendente en la vida del hombre, lo que hace que el desarrollo humano sea equilibrado. Equilibrio necesario para la construcción de mejores sociedades. Pero, ¿Qué entendemos por trascendente? Que nos remite a otras categorías derivadas como trascendental y trascendencia.
Como aproximación general sostendremos que lo trascendente hace referencia a lo que no es inmanente, es decir, que es previo a la experiencia y a lo cual solo se puede tener acceso a través de la intuición.
Varias son las aristas desde donde llegar a enfoques o conceptualizaciones de lo trascendente, desde la filosofía hermética (Ficino, Lazarelli, Paracelso, entre otros), la teología filosófica, resaltando a Alberto Magno y Tomas de Aquino, o desde la filosofía académica con Spinoza, Hobbes, Kant y Nietzsche, en donde esta categoría tiene un planteamiento muy distinto y que es disyunto o en el mejor de los casos crítico con la aproximación general, en tanto que esta última empalma precisamente con el enfoque de la escolástica, en donde los trascendentales básicos son tres: unidad (relación del ente consigo mismo o identidad del ente); verdad (confrontación del ente con el espíritu infinito o comprensibilidad del ente en la razón divina); bien (confrontación del ente con la voluntad infinita o finalidad del ente condicionada por la voluntad divina). Desde este enfoque, lo trascendental (p.ej. unidad, verdad, bien), son expresiones de lo trascendente y la trascendencia es la cualidad de lo trascendental (p.ej. lo solidario, lo certero, lo bueno). Esto después fue puesto a crítica por el nominalismo, y posteriormente tanto por el materialismo de Spinoza y Hobbes como por el idealismo de Kant. Para este último, solo puede ser trascendental «el conocimiento que se ocupa no sólo de los objetos, sino, además, del modo de llegar al conocimiento apriorístico de los objetos». Desde este otro enfoque lo trascendente es todo lo que rebasa los límites del conocimiento experimental, y lo trascendental lo que es anterior a la experiencia empírica (tiempo, espacio, causa) y que posibilita el conocimiento. Por otro lado, en la filosofía de Nietzsche, la trascendencia y la inmanencia, son ideas que el usa para llegar a su propuesta de la tragedia, ya que él niega tanto el rango universal de lo trascendente (en una clara crítica al enfoque escolástico del cristianismo, es decir, no cree en valores universales), pero también crítica al mecanicismo y al positivismo de la modernidad, y en ello a la visión kantiana. En función a estas aproximaciones a lo trascendente, podemos sintetizar que los enfoques respecto a esta categoría pueden variar, pero el estroma común del cual parten es en torno a lo que le da un propósito contemplativo al accionar humano, ya sea como la búsqueda de conocimiento empírico o el autoconocimiento reflexivo del ser, en ese sentido y muy por el contrario de lo que pudiera pensarse, la ciencia no escapa a lo trascendente, sino que es su sustento primordial:
«El científico no estudia la naturaleza porque es útil; la estudia porque se deleita con ella y se deleita porque es hermosa. Si la naturaleza no fuera bella, no valdría la pena conocerla, y si la naturaleza no valiera la pena conocerla, no valdría la pena vivirla. Por supuesto, no hablo aquí de esa belleza que golpea los sentidos, la belleza de la calidad y las apariencias; no es que subestime tal belleza, lejos de eso, pero no tiene nada que ver con la ciencia; me refiero a esa belleza más profunda que proviene del orden armonioso de las partes, y que una inteligencia pura puede captar» (Jean Mawhin. (2006). En: “Henri Poincaré. Una vida al servicio de la ciencia” Noticias de la AMS Vol. 52, pp. 1036-1044).
Esta es la esencia de lo trascendente que se plasma en la frase del cosmonauta Yuri Gagarin (1961): «Dando vueltas alrededor de la Tierra en mi nave espacial orbital, me maravillé de la belleza de nuestro planeta ¡Gente del mundo, protejamos y mejoremos esta belleza, no la destruyamos!».
Referencias bibliográficas MAWHIN, Jean . (2006). En: «Henri Poincaré. Una vida al servicio de la ciencia». Noticias de la AMS Vol. 52, pp. 1036-1044. Bibliografía CRUZ, Jorge I. (2009). «Observaciones críticas de Nietzsche al pensamiento kantiano». Revista Discusiones Filósoficas, vol.10 no.14 Manizales Jan./June. En: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0124-61272009000100006 FROLOV, Iván, RAZINKOV, O. (1984). «Diccionario de Filosofía». En: http://www.filosofia.org/urss/ddf1984.htm ROSENTAL, M, IUDIN, P.F. (1965). «Diccionario Filosófico». En: http://www.filosofia.org/urss/dfi1965.htm SALAZAR GARCÍA, Edwin. (2015). «Trascendencia e inmanencia: la tragedia del hombre moderno según Nietzsche». Universidad de la Gran Colombia. En: https://revistas.uptc.edu.co/index.php/cuestiones_filosofia/article/view/3621 Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 131 del 09.01.2020». Diario La Verdad. Lima, Perú.
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