En Junio del año pasado, en la columna intitulada Castillismo y Fujimorismo: recta final (11.06.2021), dábamos un resumen de los pormenores e incidencias que hasta ese momento los resultados electorales brindaban a la opinión pública, dando por virtual ganador (con el 100% de actas procesadas) al candidato por Perú Libre, Pedro Castillo, asimismo, finalizábamos en esa oportunidad nuestro análisis con una labor proyectivo-especulativa, ante el inicio del quinquenio castillista, de los posibles escenarios a darse y de nuestros sinceros deseos para con la conducción política del país, en el siguiente sentido:
«El Perú entero (divido en expectativas y temores), tiene sus ojos puestos en Pedro Castillo, ahora le tocará a él demostrar sus capacidades morales y de gestión (ante una lista de expresidentes peruanos involucrados en corrupción: Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García, Pedro Pablo Kuczynski, Ollanta Humala) y llamar a la Unidad Nacional. Solo el tiempo nos dirá si (1) se unirá a esa lista, o (2) si su gestión no cumplirá con las expectativas ciudadanas o, por el contrario, y siendo este el escenario más deseado por el pueblo: (3) terminar con el ciclo de corrupción política y sentar las bases de un desarrollo económico generalizado, con la consecuente renovación moral y patriótica de todo el Perú. Es nuestro sincero deseo, por el bien del Perú, que sea este último el escenario que se presente» (Lira, 11.06.2021).
Bien, a la fecha ya podemos efectuar un balance preliminar, después de las dos entrevistas dadas por Castillo a CNÑ (la primera trasmitida el 24.01.2022, en donde el periodista Fernando del Rincón le preguntó por sus cuestionados nombramientos de ministros y funcionarios; las licitaciones de Karelim López; sus reuniones en la casa del pasaje Sarratea en Breña; y las investigaciones fiscales contra Bruno Pacheco; y la segunda el 25.01.2022, sobre política exterior, en ello, su postura frente a los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba, así como otros temas vinculados a su postura sobre la asamblea constituyente, y su posición respecto a un acceso al mar para Bolivia), de que en función a todo ello, el rumbo que está tomando el gobierno se va alejando progresivamente del escenario (3) por el cual los que votaron por él en efecto votaron (dejando de lado aquellos que solo lo hicieron por su predominante anti-fujimorismo), y nos vamos acercando a los escenarios (1) y (2). El Castillismo, por propia mano, da luces inequívocas de que nació muerto o esta en proceso de defunción.
Todos los cuestionamientos efectuados por Fernando del Rincón son razonables y eran necesarios que se aclaren y que la postura del ejecutivo sea firme, clara y precisa, esta era la oportunidad para mejorar la imagen del gobierno a nivel internacional (por lo que Castillo, al tratar de minimizar la entrevista aduciendo que no le preguntaron nada relevante para el país, demostró su nula capacidad de manejo de críticas, en política todo importa y todo guarda una relación intrínseca, por ello, en la entrevista), no hemos visto un animo de desprestigiar la imagen de Castillo, sino de que él propio Castillo se ha desprestigiado a si mismo (con sus respuestas infantiloides, ambivalentes y con ideas vacuas repetitivas, llevándolo al disparate de sostener de forma subrepticia, que el pueblo peruano estaría de acuerdo en ceder soberanía marítima a Bolivia), por su falta de preparación para el gobierno (que él mismo ha aceptado), sus errores en materia de comunicación política e improvisación. Lo que primariamente puede tener una justificación contingente y comprensible en que la formación de Castillo es la consecuencia de las desigualdades inherentes en la educación rural respecto de la educación privada, Castillo es un vivo ejemplo de esas desigualdades (que hasta el día de hoy subsisten), una vez que este se propuso llegar a la presidencia y en efecto llegó, dicha premisa ya no le aplica en tanto que la postulación a un cargo público exige, más allá de las condiciones y el origen social, el ánimo de servicio eficiente y en ello de preparación constante para dicha labor, es decir, ya no hay excusa que valga, y es obligación moral del candidato estudiar y prepararse debidamente para las labores de gobierno.
El que comenzó como la esperanza de la izquierda por renovarse a si misma en una propuesta nacionalista, patriótica y conservadora, se encuentra en el firme camino de pasar sin pena ni gloria en la historia política del Perú como el fracaso de ese último intento de la izquierda por brindar una alternativa de gobierno viable para el país, reafirmándose la idea de que la izquierda peruana no es buena administradora pública. De todo esto las consecuencias contingentes (es decir, que pueden variar conforme a la praxis castillista en lo que queda del tiempo de gobierno) son claras:
1. La izquierda en el Perú (al menos aquella que es próxima al discurso de Perú Libre y que apoyaron a dicho Partido en campaña, por un efecto de osmosis), nunca más volverá (o al menos en un largo tiempo) a ser vista como una alternativa viable de país, si el partido de gobierno en el legislativo y vía el ejecutivo, siguen bajo el actual manejo gubernamental.
2. La derecha peruana saldrá fortalecida del quinquenio castillista (suponiendo que Castillo termine su mandato ya que este último, al menos en el tiempo presente, les ha dado todas las razones a sus opositores políticos para pensar de que está incapacitado para el gobierno de un país tan importante en la región como lo es el Perú). Sin embargo, aquí la encrucijada es que el peruano también esta cansado de esa derecha alienada que ve los problemas del país desde el balcón y que es alérgica a cambios profundos. No existe hoy por hoy en el Perú, una derecha popular y eso es un reto para la derecha peruana.
3. Los actuales problemas nacionales refrendan la postura de que se necesita una buena gestión pública para orientar al Perú a un desarrollo económico y cultural generalizado, y para ello se necesita la firme acción del Estado Peruano, un Estado peruano moderno y acorde a las nuevas exigencias nacionales (lo cual hecha por tierra el odio furibundo e irracional que los ultraliberales como los libertarios, profesan al Estado –cuando irónicamente vemos sus lastimeros intentos de formar un partido político que los convierta en gobierno, ergo para detentar el poder del Estado, de ese Estado que tanto odian–, cuando lo que hoy se necesita no es menos Estado, sino un Estado suficiente y eficiente, y para ello un gobierno que sepa viabilizar dicha modernización de la mano de una necesaria e imperativa reforma constitucional sobre la cual subyacen las estructuras estales objeto de dicha modernización).
Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 252 del 31.01.2022». Diario La Verdad. Lima, Perú.
תגובות