En variedad de escritos (Ver también: Corpus Filosófico Andino, 12.10.2020) nos acercamos al debate actual entre los defensores de la filosofía como estricta creación del genio helénico (concepto unívoco de filosofía), frente a la visión que sostiene que la filosofía es un hecho universal, intrínseco a la misma naturaleza humana, y que por ende también es factible filosofar a través del mito (concepto multívoco de filosofía).
Entre los defensores de la primera tesis mencionábamos que se encuentra el actual filósofo peruano Pablo Quintanilla Perez-Wicht (Coloquios CMP, 2016) quien reafirma el origen griego de la filosofía y su relación con el surgimiento de la democracia, y la imposibilidad de contemplar a la sabiduría ancestral de varios pueblos, en ellos los del Antiguo Perú, como filosofía, en tanto no estaríamos frente a una forma institucionalizada de conocimiento, sino frente a cosmovisiones y mitos religiosos, así como a contextos en donde la restricción de las libertades no permite un desarrollo del pensamiento estrictamente basado en el logos.
Mientras que por otro lado tenemos al filósofo sanmarquino Gustavo Flores Quelopana (2010), quien sostiene que, con anterioridad a los helénicos, ya se filosofaba, pero bajo una forma mitocrática, partiendo de los alcances brindados por el filósofo alemán Karl Jaspers (1981):
«En gran estilo hay filosofía desde hace 2,500 años en Occidente, en China y en la India. (…) La historia como pensar metódico tiene sus comienzos hace 2,500 años, pero como pensar mítico mucho antes».
El principal punto de quiebre de estos planteamientos, corresponde al elemento probatorio, que Perez-Wicht sustenta que es casi inexistente o desconocido, lo que no le permite abrazar la idea de categorizar al pensamiento andino (para el tema que nos concierne) como filosofía, sino como una mera cosmovisión (en la linea tradicional de autores como p.ej. Dilthey, Schelling, Heidegger, Kierkegaard, Hegel, etc., para los cuales –con los matices correspondientes entre sus enfoques filosóficos– es una categoría que expone fenómenos ajenos a la filosofía en tanto forma elemental, es decir, primaría, pre-teórica de ordenar y explicar la realidad). No tenemos registros escritos de lo que se enseñaba en los Yachaywasis por citar un ejemplo, y la interpretación de los quipus aun es gaseosa como para afirmar contundentemente y darle la categoría de registro oficial de conocimientos del más variado tipo.
Sin perjuicio de lo mencionado, las investigaciones en torno a nuestro pasado prehispánico, siguen avanzando, y al parecer, todo indicaría, que los planteamientos de Quelopana, en torno a categorizar al pensamiento andino no como una simple cosmovisión sino como una filosofía de carácter mitocrático, comenzarían a tener un notable y creciente apoyo objetivo-empírico bajo las tesis de la existencia de escritura en tiempos pre-íncas, y de cómo el sistema ideográfico Chavín coadyuvaba a la transmisión de conocimientos y saberes, entre ellos, posiblemente, los de carácter filosófico mitocrático.
Para esto es preciso desembarazarnos de aquella visión eurocéntrica, en tanto que es claro que la racionalidad occidental, no es la misma que la racionalidad andina, oriental, etc. El hombre andino no ve la realidad de la misma forma que el hombre europeo y por tanto la forma en cómo se registran los conocimientos y saberes no tendrá por qué ser necesariamente la misma, lo que refrenda el carácter original y las particularidades propias de cada civilización, que les otorga su dignidad y valor existencial. Por lo que, en materia de registro de conocimientos, hemos de centrarnos tanto en la identificación de equivalentes como en la de análogos. Bajo el marco expuesto se tiene que:
«...desde la colonia se supo que el Tahuantinsuyo tuvo escritura en los quipus, aunque ahora se sostenga que se trata de un sistema de contabilidad. La investigadora Victoria de la Jara propuso que unos dibujos enmarcados en cuadrados, llamados Tokapus y que aparecen en diversos objetos tahuantinsuyanos, fueron escritura. Anteriormente Rafael Larco propuso también que los pallares decorados de los Moche eran escritura, pero luego se decidió que eran fichas de un juego adivinatorio. Asimismo, De la Jara retomó esa idea y la traslado a Paracas y Nasca. Ante estas evidencias la respuesta ha sido el silencio» (Vargas Nalvarte, 2012:1).
Estas son las consideraciones que animaron al arqueólogo sanmarquino Pedro Vargas Nalvarte a sostener, en el 2006, la existencia de un sistema de registro en Chavín, basado en signos gráficos altamente convencionalizados, es decir, escritura (Vargas Nalvarte, 2012:1).
Valgas Nalvarte (2012) sostiene que lo que se interpreta como dioses o figuras mágico-religiosas del arte de Chavín, en realidad corresponden a diversas manifestaciones de una escritura con la que se podía transmitir información, independientemente de la lengua hablada, de manera muy parecida a la escritura china de la actualidad, entendida por los hablantes de los diversos dialectos del chino.
A primera vista, nos menciona Vargas Nalvarte (2012), los dibujos Chavín se ven complejos y poco entendibles, pero, en realidad se trata de un conjunto limitado de figuras de animales: felinos, aves rapaces, serpientes, peces, mariposas, dragones, además de seres humanos. Estos dibujos per se no constituyen un sistema de escritura, pero en cambio, los ojos, bocas y otros elementos que forman una figura Chavín nos indican diversos atributos gramaticales de lo que se quiere decir con la figura; por ejemplo, continúa Vargas, la dirección en la que miran los ojos, cuando la pupila está abajo se trata de sustantivo abstracto, mientras que cuando va al medio se refiere a algo concreto. Las miradas de los ojos, las sonrisas o tristezas de las bocas no son tales, son atributos que definen características gramaticales. Estos signos que se hallan en el interior de una figura seminaturalista, pueden luego independizarse y formar por sí solos textos que cuando se defina la lengua hablada en Chavín se podrán descifrar y leer.
Esto último, como colofón a la presente, significaría una revolución filológica, arqueológica, gnoseológica y lingüística sin precedentes, ya que si podemos descifrar y leer la lengua hablada en Chavín (de la que fue conocida por los cronistas hispanos como la Roma de los Andes), podremos con mayor fidelidad, reconstruir, igualmente, los más variados conocimientos que se transmitían a través de esta escritura andina, y en ello, la forma de pensamiento político, social, económico, científico, religioso y filosófico, o los equivalentes a ello que tenían nuestros pueblos, y si podemos lograr ello, el camino para la reconstrucción de una auténtica epistemología ancestral (es decir, de una teoría del conocimiento científico de nuestros pueblos andinos, de cómo hacían ciencia nuestros antepasados, respecto de sus conocimientos matemáticos, arquitectónicos y astronómicos, aún indescifrables en mayor medida) comenzará a hacerse más diáfano y a caminar sobre terreno más firme que la mera divagación y el diletantismo arcaísta a la que muchos pensadores peruanos les encanta adscribirse a la hora de tratar estos temas.
Referencias bibliográficas
FLORES QUELOPANA, Gustavo. (2010). «Filosofía Mitocrática y Mitocratología». Fondo Editorial IIPCIAL.
QUINTANILLA, Pablo. (Coloquios CMP, 2016) En: https://www.youtube.com/watch?v=JvjeHO0JkGk
JASPERS, Karl. (1981). «La Filosofía desde el punto de vista de la existencia». Fondo de Cultura Económica.
VARGAS NALVARTE, Pedro. (2012). «La Escritura en Tiempos Pre-íncas: el código Chavín». En: Revista Variedades. Año 104. 3era etapa No. 272. Semana del 23 al 29 de abril.
Bibliografía
VARGAS NALVARTE, Pedro. «Análisis de los signos gráficos del Obelisco Tello de Chavín de Huantar : una propuesta estructural y lingüística». En: https://cybertesis.unmsm.edu.pe/handle/20.500.12672/2570
ITZAMA, Ollantay (2015). «Qué paradoja: Ellos dicen tener filosofía, nosotros, únicamente cosmovisión». En: https://ollantayitzamna.com/2015/12/03/225/
Fuente: LIRA, Israel. «Columna de Opinión No. 67 del 28.09.2018». Diario La Verdad.
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